Nota histórica
POCOS son los datos del
khanato de Guyuk que se conservan. Es cierto que Guyuk llevó a un
ejército para atacar a Batu en sus propias tierras después de que
Batu no apareciera para prestarle juramento de lealtad en una
quiriltai, o asamblea de tribus. Sabemos que Batu fue alertado por
Sorhatani y que, después, Guyuk falleció en circunstancias
desconocidas, mientras los ejércitos se encontraban uno frente al
otro. Evidentemente, a veces la gente muere sin más, pero, como con
la muerte del hijo de Gengis, Jochi, algunos finales resultan un
poco demasiado fortuitos para dar crédito a la versión oficial.
Debería añadir que no existe ninguna prueba de que Guyuk fuera
homosexual. Necesitaba explicar cómo se enemistó con Batu en el
camino de regreso de Rusia, un detalle que no se menciona en el
relato histórico de los hechos. Como fue khan durante solo dos años
y murió convenientemente temprano, me lo imaginé como un personaje
similar a Eduardo II de Inglaterra, que sí era homosexual. El giro
narrativo se me ocurrió de forma natural. Guyuk no logró nada
reseñable.
La muerte de Guyuk despejó el camino para
que Mongke se convirtiera en khan, lo que dio pie a un conflicto
dentro de la nación mongola entre las fuerzas de la modernización,
representadas por la influencia Chin, y la cultura y el punto de
vista tradicional mongol. Mongke recibió el apoyo de Batu, que le
debía la vida a Sorhatani.
Mongke tenía unos treinta y seis años cuando
fue nombrado khan: era fuerte, estaba en forma y tenía muchos años
por delante. Es verdad que comenzó su reinado con una reunión en
Avraga y que, a continuación, ordenó la matanza de sus opositores,
librándose incluso de la esposa de Guyuk, Oghul Khaimish, que fue
acusada de brujería.
Mongke inició su khanato con un impulso
hacia fuera, reinstaurando la máquina mongola de guerra y
enviándola en todas direcciones. Gobernó entre 1251 y 1259, ocho
años de expansión y masacres. Su hermano Hulegu se dirigió al oeste
para aplastar el mundo islámico, mientras Kublai, por orden de
Mongke, partía hacia el este y el sur, en dirección hacia la China
de los Song. Su madre, Sorhatani, falleció en 1252, con más de
setenta años. Durante su vida, había gobernado Mongolia por propio
derecho y había visto a su hijo mayor convertido en khan. Aunque
ella misma era una cristiana nestoriana, educó a sus hijos en el
budismo y fundó mezquitas y madrazas en las regiones islámicas. Por
el alcance de su imaginación y de su poder, Sorhatani fue,
sencillamente, la mujer más extraordinaria de su era. La ficción
histórica me depara el placer de toparme en ocasiones con
personajes que merecen libros enteros: uno es el tío de Julio
César, Mario; Sorhatani es otro de esos personajes. Estoy casi
seguro de que no le he hecho justicia.
Si no hubiera sucedido realmente, acometer
el relato ficticio del ataque de Kublai sobre las tierras Song
sería ridículo. No tenía experiencia en batalla y había llevado una
vida mayoritariamente dedicada al estudio. En aquella época, una
sola ciudad del territorio Song contaba con más habitantes que
toda la nación mongola. Era, para decirlo
suavemente, una tarea inmensa, incluso para un nieto de Gengis.
Como curiosidad, balsas hechas a mano con pieles de oveja,
similares a las que he descrito, fueron utilizadas por Kublai y
siguen empleándose hoy en día para cruzar ríos en China.
Es cierto que los generales que Mongke le
cedió a Kublai eran hombres de amplia experiencia. Por cuestiones
argumentales, en anteriores libros describí a Tsubodai como un
hombre sin hijos. De hecho, Uriang-Khadai era el hijo de Tsubodai y
un general de renombre por méritos propios. Para su primera
campaña, Mongke le entregó a Kublai lo mejor que tenía, así como un
primer objetivo menor que pudiera alcanzar con facilidad. Allí, una
vez más, fue Gengis el que mostró el camino. Tal y como Gengis
había atacado el reino Xi Xia con el fin de establecer una puerta
trasera hacia el territorio Chin, Mongke consideró que la región
Yunnan, con su única ciudad de Ta-li, era la entrada hacia los
Song. Seguramente, el ejército de Kublai se encontraba en
inferioridad numérica, pero eso no les habría parecido demasiado
preocupante: siempre lo estaban. Es interesante señalar que la
popular idea de una horda de mongoles arrollando a ejércitos más
pequeños es casi completamente falsa.
Mongke le ofreció a Kublai la posibilidad de
elegir entre dos vastos estados en China. Según las fuentes
históricas, Kublai tuvo ocasión de pedirle consejo al respecto a
Yao Shu y el anciano le recomendó Ching-chao, en el norte, por la
riqueza de su suelo. Con el tiempo, Kublai establecería allí miles
de granjas que producirían una inmensa fortuna, lo que llegó a
provocar una disputa con su hermano acerca de sus ingresos. Fue en
esas tierras donde inició la construcción de su «Capital Superior»,
conocida como Shangdu o, en la forma más común en español, Xanadú.
Puede que no poseyera una «cúpula del placer» como en el poema de
Samuel Coleridge, pero sí contaba con un enorme parque con ciervos
dentro de sus murallas, donde Kublai podía cazar.
La fortaleza de los Asesinos en Alamut fue
atacada por las fuerzas de Hulegu en torno a 1256. El jefe de la
secta musulmana que mantenía la fortaleza de Alamut se llamaba,
realmente, Ala Ad-Din. Evité utilizar su nombre verdadero por la
similitud con «Aladino» y porque había empleado un nombre muy
similar en un libro anterior. Aquí he utilizado Suleimán. Los
Asesinos eran una secta ismaelita de los musulmanes Shia, muy
poderosa en la región en aquella época, que poseía al menos cuatro
baluartes importantes, aunque Alamut era el más imponente, un
bastión inexpugnable colgado en las montañas situadas al sur del
mar Caspio. Como dato interesante, podemos mencionar que la
historia que gira alrededor de Hasan y el líder ismaelita procede
de los anales mongoles escritos por Ata al-Mulk Juvaini, un
escritor e historiador persa que acompañó a Hulegu tanto a Alamut
como a Bagdad y más tarde se convertiría en gobernador de esa
ciudad derrotada. No sabemos si fue Hasan quien mató a su amo, pero
parece el candidato más probable. Hacía años que su amo le
torturaba por diversión, hasta el punto de abusar de él y su esposa
en el dormitorio. El hecho de que el líder de los Asesinos fuera
asesinado en el peor momento posible, facilitándole la tarea a
Hulegu, es una de esas curiosidades de la historia. Los Asesinos se
vieron obligados a rendirse y su nuevo líder, Rukn-al-Din, fue
pateado hasta la muerte por orden de Hulegu: un gran honor desde el
punto de vista mongol, ya que no se derramaba sangre y, por tanto,
se reconocía su estatus como líder de la secta.
La caída de Bagdad ante Hulegu es una de las
más atroces matanzas perpetrada por un miembro del linaje de Gengis
Khan. Hulegu insistió en que la ciudad se desarmara y, a
continuación, pasó a masacrar al menos a ochocientas mil personas
de una población de un millón. Se dice que las aguas del Tigris se
tiñeron de rojo con la sangre de sus sabios. Al califa se le
permitió salvar a cien de las setecientas mujeres de su harén,
después de lo cual, Hulegu ordenó que lo asesinaran y las mujeres
fueron incorporadas a las gers de Hulegu.
He intentado contrastar a Hulegu con Kublai,
porque los estilos de ambos eran muy diferentes. Desde muchos
puntos de vista, Hulegu se esforzaba por ser como Mongke y Gengis,
mientras que Kublai se volvió tan chino como el más tradicional
señor entre los Chin, y todavía más. Bagdad fue registrada de
arriba a abajo y saqueada, ya que, al parecer, el oro despertaba en
Hulegu una codicia que Gengis nunca habría comprendido. En
comparación, es cierto que Kublai fue clemente con aquellas
ciudades que se rendían, convirtiendo la clemencia en una parte
fundamental de su estilo como dirigente. Prohibió a sus hombres que
llevaran a cabo una masacre indiscriminada de los Chin y los Song,
bajo pena de ser ejecutados si le desobedecían. Es preciso observar
su carácter en el marco de la tradicional brutalidad de su cultura
para comprender hasta qué punto fue un hombre diferente. Sin duda
en ese punto fue influenciado por Yao Shu, un hombre que sigue
siendo reverenciado en China por sus principios budistas y por las
vidas que salvó.
Al final, Mongke sintió la necesidad de
unirse al ataque contra los Song desde un frente diferente. Una
fuente afirma que el tamaño del ejército que llevó a tierras Song
era de sesenta tumanes: una auténtica horda de seiscientos mil
hombres, aunque es mucho más probable que la cifra fuera inferior.
Los enemigos de los khanes siempre tuvieron problemas para calcular
el tamaño de los ejércitos mongoles por los nutridos rebaños de
monturas de refresco que viajaban con ellos. No sabemos si Kublai
se estaba demorando o si Mongke había acordado desde el principio
con su hermano que sería necesario lanzar un ataque con dos frentes
para unir los imperios chinos.
No hay consenso respecto al modo en que
Mongke murió cuando se dirigía hacia la China Song. Lo mató o bien
una herida de flecha que se infectó, o bien la disentería o bien la
cólera: un abanico tan amplio de posibilidades que me permitió
darle forma a la idea de que el ataque de Hulegu contra los
Asesinos bien podría haber provocado un acto final de venganza por
su parte. Kublai sabía que tenía que retirarse cuando recibió la
noticia de la muerte de Mongke. Era una tradición establecida e
incluso las conquistas de Tsubodai en Europa occidental fueron
abandonadas cuando Ogedai falleció. Es probable que los generales
Song se enteraran casi al mismo tiempo que el propio Kublai,
sintiendo un alivio cuyo alcance solo podemos imaginar. Sin
embargo, Kublai se negó a marcharse de China. Ya había empezado a
independizarse de la política de su patria. China era su khanato,
su imperio, incluso entonces.
El ejército de Mongke no sentía tal
renuencia y de inmediato abandonó su avance hacia el sur por
tierras Song. Cuando Hulegu recibió la noticia, también él regresó
de Oriente Medio, leal hasta el final. Dejó solo unos veinte mil
hombres bajo el mando del general Kitbuqa (que, en efecto, insistió
en celebrar misas cristianas en las mezquitas conquistadas). Sin el
respaldo de los demás tumanes, fueron destruidos por un resurgido
ejército musulmán, utilizando, de entre todas las tácticas
posibles, la retirada fingida que tanto apreciaban las fuerzas
mongolas. No obstante, Hulegu se había hecho con su propio khanato,
que, más adelante, se convertiría en el actual Irán. Solo Kublai
desoyó la llamada.
Entretanto en Karakorum, Arik-Boke tomó una
decisión que afectaría a todas las futuras generaciones de su
familia. Había gobernado la capital en ausencia de Mongke y ya se
había establecido como khan de la patria mongola. Con el retorno
del ejército de Mongke, se convenció a sí mismo de que no había
mejor candidato que él y se proclamó gran khan: el hijo menor de
Sorhatani y Tolui había asumido el mando.
Ese mismo año, 1260, su hermano Kublai se
proclamó khan mientras se encontraba en suelo extranjero. Kublai no
podía saber que estaba sembrando la semilla de una guerra civil
entre hermanos, una guerra que pondría de rodillas al imperio de
Gengis.
He alterado el orden de los emperadores Song
para no omitir ciertas escenas con el emperador niño, Huaizong, que
gobernó algo más tarde. El emperador Lizong había reinado durante
unos cuarenta años cuando finalmente murió sin descendencia en
1264. Fue sucedido por su sobrino, el emperador Duzong, un hombre
de inmensos apetitos. Solo vivió diez años más, hasta 1274, cuando
fue sucedido por su hermano menor, de ocho años, que, a su vez,
sobreviviría solo otros cuatro años y presenciaría el triunfo de
Kublai sobre su casa.
Respecto a la cuestión de las cifras:
catorce es un número que la cultura china considera extremadamente
desafortunado, ya que suena muy similar a las palabras «querer
morir» tanto en cantonés como en mandarín. El nueve, el mayor
número entero de una sola cifra, es uno de los números más
afortunados y está asociado con el emperador.
Llegados a este punto, había sencillamente
demasiados príncipes para incluirlos a todos. El príncipe Alghu era
hijo de Baidar, nieto de Chagatai, bisnieto de Gengis. Gobernó el
khanato de Chagatai y, al principio, respaldó a Arik-Boke en la
guerra civil, pero después se volvió contra él. Es cierto que fue
el primero de su linaje que se convirtió al islamismo, una acción
táctica bastante sensata teniendo en cuenta la confesión del pueblo
al que gobernaba en el khanato de Samarcanda y Bujará, en la actual
Uzbekistán. Un siglo después de esos acontecimientos, Samarcanda
pasaría a ser la capital del conquistador Tamerlán.
La respuesta que Arik-Boke le dio a su
hermano, «yo tenía razón y ahora la tienes tú», forma parte de los
registros históricos y resulta fascinante por lo que revela sobre
él. Como Guyuk Khan antes que él, la muerte de Arik-Boke sigue
siendo uno de esos sucesos extrañamente convenientes de la
historia. Estaba en la flor de la vida, sano y fuerte, y, sin
embargo, poco después de ser derrotado por Kublai, murió. No es
difícil sospechar que hubo juego sucio.
Cuando empecé esta serie, mi intención era
relatar toda la vida de Kublai Khan. Los acontecimientos más
famosos —su relación con Marco Polo, los dos ataques sobre Japón—
parecían partes vitales de la narración. Aun así, es una verdad de
la ficción histórica que todos los personajes llevan mucho tiempo
muertos; todas las vidas e historias han concluido y, por lo
general, no demasiado bien. Muy pocas vidas acaban en gloria y ya
he contado las muertes de Julio César y de Gengis Khan. Por una
vez, pensé que podría acabar una serie con un personaje cuando
todavía estuviera vivo y tuviera todos sus sueños y esperanzas por
delante. Puede que yo sepa que la esposa
y el hijo de Kublai murieron antes que él, lo que le convirtió en
un hombre roto que bebía y comía en exceso, pero en este momento de
su vida no lo hace... y así es como quería dejarlo.
Al tomar esa decisión, siempre quedarán
cabos sueltos. Kublai, finalmente, derrotó a los Song y estableció
la dinastía Yuan de una China unida, un nombre que todavía se usa
para nombrar a la moneda actual. Sus descendientes gobernaron
durante casi cien años antes de desaparecer de los titulares de la
historia, aunque el linaje de Gengis mantuvo el poder sobre otros
khanatos durante mucho más tiempo.
Esta serie de novelas históricas empezó con
una única familia a punto de morirse de hambre, perseguida y sola
en las estepas de Mongolia... y termina con Kublai Khan gobernando
un imperio mayor que el de Alejandro Magno o Julio César. Con su
paso de la miseria a la riqueza a lo largo de solo tres
generaciones, se trata, simple y llanamente, de la mayor historia
de superación de la historia de la humanidad.