Capítulo 51

Lola no dijo nada después de escuchar esas dos palabras, solo se quedó mirando a Andrés con los ojos llenos de lágrimas y después le besó en los labios.

Luego, cuando el primer acto terminó, el telón cayó y mientras los chicos se preparaban para la segunda parte, Lola aprovechó que estaban a solas para confirmar lo que ya sabía, aferrada a su lata de Coca-Cola:

—¿De verdad que me quieres?

—¡Sí, te quiero! —confesó Andrés, llevándose la mano al pecho—. Ya sé que antes tenía otro discurso, que no creía en el amor, pero era porque no te conocía. Sin embargo, ahora, es como en la canción, desde que estás en mi mundo todo es diferente. ¡Te amo, Lola! —Lola dio un sorbo a su bebida, temblando de emoción—. Jamás pensé que diría esto pero doy fe de que el amor existe y de que estoy enamorado de ti. Me ha costado un poco reconocerlo, porque pensaba que esto que sentía era otra cosa, al principio confundí los síntomas, pero es impepinable. Esto es tan grande que ya ni lo puedo ocultar ni lo puedo callar.

—Andrés yo… —Aunque Lola supiera que Andrés sentía todo eso por ella, escucharlo de sus labios le produjo tal emoción que no le salían las palabras.

—Estoy enamorado hasta las trancas de ti y reconozco que presento la sintomatología completa: mariposas en el estómago, suspiros, no soy persona si discutimos, no como, no duermo y no hago otra cosa más que pensar en ti. —Lola suspiró y Andrés continuó—: Yo pensaba que el amor era un invento para pobres de espíritu, pero yo soy amor de la cabeza a los pies. Respiro amor y sueño amor. Te amo, te quiero, te adoro. Te necesito en mi cama, en mi sofá, en mi ducha, en mi cocina… ¡No puedo vivir sin ti!

Lola cogió la mano de Andrés para decirle que ella también le amaba, pero Luis apareció de repente y tuvo que aparcar sus palabras:

—¡Profe, Rodrigo ya está preparado para entrar! ¿Empezamos antes de que la gente empiece a cantar: “Que empiece ya, que el público se va…”?

—Sí, claro…

La función siguió con el pastor que cuenta haciendo parkour que un ángel les ha anunciado que ha nacido el Niño en un portal, la decisión de los protagonistas de ir a Belén con los pastores y el villancico: A Belén pastores, que el público también coreó divertido.

Después, la pastora y el chico del futuro se quedaron a solas, confesaron lo afortunados que eran por ir de camino a Belén y por haberse encontrado a pesar de pertenecer a tiempos y espacios diferentes, y entonces, empezaron a sonar los primeros acordes del I was born to love you de Queen, y Andrés no pudo contenerse ni un segundo más.

Se situó detrás de Lola, la abrazó y le bramó la canción al oído, porque cantaba fatal, pero sintiendo la letra más que nadie.

Terminada la escena, el público aplaudió a rabiar, Lola besó a Andrés feliz de que se subiera desatado al fin y luego musitó:

—Quiero arriesgarme contigo, yo también he nacido para amarte.

Andrés no pudo replicar nada, porque el telón bajó y tuvieron que ayudar a los chicos a prepararse para la siguiente escena del portal viviente.

Una vez todos en sus puestos, el telón se alzó otra vez y los familiares entusiasmados masacraron a sus criaturas a fotos. La función siguió con el Adeste Fideles cantado por la clase que esa tarde parecía un auténtico coro celestial y el White Christmas interpretado por Mariousz que sonó como si Michael Bublé tuviera once años y un ligero acento polaco…

El público se volvió loco y Lola y Andrés no podían parar de llorar:

—El amor me está volviendo de un sensible, se me han venido encima todas las Navidades de mi vida… —confesó Andrés, mientras se retiraba las lágrimas con el dorso del mano buena—. ¡Qué buenos, son, Lola!

—¡Yo no puedo más! —exclamó Lola, tapándose la cara las manos.

Andrés abrazó a Lola y la besó en la frente y luego en los labios:

—¡Va todo como la seda! ¡Es la función más maravillosa de toda la historia de las funciones maravillosas! ¡Estate tranquila!

—No lloro por la función, lloro porque él está aquí. ¡Lo acabo de ver! —dijo señalando al patio de butacas con la cabeza.

—¿Quién? —preguntó Andrés, buscando algún rostro conocido entre el patio de butacas, pero entre que seguía sin gafas y las lágrimas no es que viera demasiado.

—¡Mi padre! ¡Está en la cuarta fila! ¡Llorando sin parar! —contestó Lola, retirándose las lágrimas con el pañuelo que acababa de pasarle Andrés—. Jamás vino a ninguna de mis funciones escolares y hoy está aquí… ¿Te lo puedes creer?

Andrés se sintió fatal, le dolía tanto como a Lola que estuviera pasando por ese mal rato:

—Lo siento, Lola. Lamento estar dándote este disgusto… ¡No sabes cuánto me arrepiento de haberme presentado en casa de tu padre para pedirle que viniera! ¡No tengo perdón! —replicó Andrés, estrechándola más fuerte todavía.

Lola levantó el rostro y, con una sonrisa enorme, exclamó:

—¿Arrepentirte? ¿De qué? ¡Lloro de felicidad! ¡Gracias a ti mi padre está aquí!

Lola volvió a abrazarse a Andrés, llorando desconsolada… Y Luis en cuanto la vio acudió muy preocupado por ella:

—¿Por qué lloras así, profe? ¡Si está saliendo redondo! ¡La gente tiene las manos como tomates de tanto aplaudir! ¡No entiendo por qué lloras! ¿Te ha echado la bronca alguien? ¿Algún amante de la física teórica ofendido? —bromeó sacando la lengua a Andrés—. ¿La directora? —Lola negó con la cabeza mientras enjugaba sus lágrimas con el pañuelo—. ¿La ha vuelto a cagar el loser de Andrés?

—¡Estoy llorando de alegría y de felicidad por lo bien que lo hacéis! ¡Sois los mejores!

—Espera que todavía nos queda el tercer acto y Lucas tiene un problema con su corona de Mago de Oriente. ¡Y lo dice ahora!

La corona de rey Melchor le estaba grande al niño y a Andrés se le ocurrió quitarse la corbata y enrollársela a la cabeza para que así se le ajustara.

—Tío, qué bien se te da enroscar corbatas en las cabezas, ¿tú has tenido que ser muy cierra-bares, verdad? —observó Luis, enarcando una ceja.

—Esto se llama ser un hombre de recursos… —Andrés le puso a Lucas la corona, que le encajó a la perfección.

Superado el percance, el telón se levantó otra vez para el último acto que se desarrolló tal y como estaba previsto, hasta que llegó el número final en el que el chico del futuro le cuenta a la pastorcilla que tiene que regresar a su mundo, ella le pide que le deje marcharse con él y él canta Only You.

Entonces, sucedió que la magia se apoderó de todo y el violín de Vlada sonó sublime, Mariousz se entregó entero, Xiaomei lloraba de emoción, y Andrés cogió a la Lola por la cintura y, pegados, comenzaron a bailar, girando sobre sí mismos, una, dos y tres veces de tal manera que de repente se vieron en mitad del escenario, bailando como si fueran una parte más del número musical…

—¡Sáqueme de aquí! —balbuceó Lola, horrorizada al percatarse de dónde estaban.

—Sigue bailando, sigue girando, es nuestra función y es nuestra canción —susurró Andrés, sin dejar de bailar.

—Yo no sé bailar. ¡Lo hago fatal! —replicó Lola, a la que temblaba hasta el corazón.

—¡Yo te llevo! ¡Déjate llevar!

Y así siguieron bailando, mirándose a los ojos mientras Mariousz cantaba: Solo tú puedes hacer este cambio en mí,/ Es verdad, eres mi destino./ Cuando tomas mi mano/ Entiendo la magia que haces.

Lola apenas podía respirar de felicidad, Andrés sentía que flotaban varios metros por encima de las nubes y así siguieron bailando, enamorados, hasta que la canción terminó y los aplausos y bravos del público les obligaron a separarse. A ellos, y a los niños porque Xiaomei en cuanto acabó la canción le dio un pequeño beso en los labios a Mariousz y luego un abrazo que emocionó a todos.

A continuación, los cuatro saludaron al público que aplaudía enfervorecido y seguidamente, dejaron paso al resto de los chicos que fueron también vitoreados, pero sobre todo Luis, al que sus compañeros cogieron en hombros mientras gritaban que era un monstruo ¡y de los gordos!

Magia inesperada
titlepage.xhtml
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_000.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_001.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_002.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_003.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_004.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_005.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_006.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_007.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_008.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_009.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_010.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_011.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_012.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_013.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_014.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_015.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_016.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_017.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_018.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_019.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_020.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_021.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_022.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_023.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_024.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_025.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_026.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_027.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_028.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_029.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_030.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_031.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_032.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_033.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_034.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_035.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_036.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_037.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_038.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_039.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_040.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_041.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_042.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_043.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_044.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_045.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_046.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_047.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_048.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_049.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_050.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_051.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_052.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_053.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_054.html
CR!X5BGG3EDBX3X11423297V7HHBBG0_split_055.html