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Fuimos a Columbia en metro. David Borenstein no había respondido a mi correo electrónico. No se lo mencioné a Rosie, que me invitó a su reunión si no coincidía con la mía.

—Diré que eres un colega de investigación. Me gustaría que vieras lo que hago cuando no sirvo copas.

Mary Keneally era profesora adjunta de Psiquiatría en la facultad de Medicina. Nunca le había preguntado a Rosie cuál era el tema de su tesis. Resultó ser «Factores ambientales en el inicio precoz del trastorno bipolar», un serio tema científico. El enfoque de Rosie era sólido y estaba bien planteado. Habló con Mary cincuenta y tres minutos y luego todos fuimos a tomar un café.

—En el fondo eres más psiquiatra que psicóloga —le dijo Mary a Rosie—. ¿Nunca te has planteado pasarte a Medicina?

—Vengo de una familia de médicos. Me he rebelado.

—Cuando dejes de rebelarte, tenemos un gran plan de estudios de Medicina.

—Ya. Yo en Columbia.

—¿Por qué no? Pues mira, ya que has venido hasta aquí… —Efectuó una breve llamada telefónica, luego sonrió—. Vamos a ver al decano.

Mientras regresábamos al edificio de Medicina, Rosie susurró:

—Espero haberte impresionado adecuadamente.

Llegamos al despacho del decano, que salió a recibirnos.

—Don, acabo de leer tu mensaje y no he tenido tiempo de responder. —Se volvió hacia Rosie—. Soy David Borenstein. ¿Has venido con Don?

Almorzamos juntos en el club de la facultad. David le contó a Rosie que me había apoyado en la solicitud del visado O-1.

—Y no mentí. Siempre que Don quiera unirse a los grandes, aquí habrá trabajo para él.

En teoría la pizza al horno de carbón no es muy respetuosa con el medio ambiente, pero yo abordo las afirmaciones de este tipo con cierta desconfianza. A menudo se basan más en la emoción que en las pruebas científicas y pasan por alto los costes de los ciclos vitales completos. Electricidad, buena; carbón, malo. Pero ¿de dónde viene la electricidad? Nuestra pizza en Arturo’s fue excelente. La Mejor Pizza del Mundo.

Me interesaba una de las afirmaciones que había hecho Rosie en Columbia.

—Yo creía que admirabas a tu madre. ¿Por qué no quieres ser médico?

—No me refería a mi madre. Mi padre también es médico, ¿recuerdas? Por eso estamos aquí. —Se sirvió el vino tinto que quedaba—. Me lo planteé. Me presenté al GAMSAT, como le dije a Peter Enticott, y es verdad que obtuve una puntuación de setenta y cuatro. A la mierda. —Pese a la agresividad de sus palabras, su expresión seguía siendo amigable—. Creí que estudiar Medicina era el síntoma de una especie de obsesión con mi padre, como si prefiriera seguir sus pasos a los de Phil. Hasta yo me di cuenta de que eso era estar un poco jodida.

Gene afirma con frecuencia que los psicólogos son incompetentes a la hora de entenderse a sí mismos. Rosie era una buena muestra de ello. ¿Por qué evitar algo de lo que disfrutaba y en lo que destacaba? Además, después de tres años de diplomatura en Psicología más varios años de estudios de posgrado debería tener ya una clasificación más precisa de sus problemas conductuales, emocionales y de personalidad que el término «jodida». Naturalmente, no verbalicé lo que pensaba.

Éramos los primeros de la cola cuando el museo abrió a las 10.30 horas. Había planificado una visita que siguiera la historia del universo, el planeta y la vida. Trece mil millones de años en seis horas. Al mediodía, Rosie sugirió que borrásemos el almuerzo de nuestro programa para otorgar más tiempo a las exposiciones. Después se detuvo ante las famosas huellas de Laetoli, que dejaron unos homínidos hace aproximadamente 3,6 millones de años.

—Leí un artículo sobre eso. Eran madre e hijo e iban de la mano, ¿verdad?

Se trataba de una interpretación romántica, pero no imposible.

—¿Alguna vez te has planteado tener hijos, Don?

—Sí —respondí, olvidándome de desviar esta pregunta personal—. Pero lo veo improbable y nada recomendable.

—¿Por qué?

—Improbable porque he perdido la confianza en el Proyecto Esposa. Y poco recomendable porque sería un padre inadecuado.

—¿Por qué?

—Porque avergonzaría a mis hijos.

Rosie se echó a reír, lo que me pareció muy poco sensible por su parte, pero ella explicó:

—Todos los hijos se avergüenzan de sus padres.

—¿También de Phil?

—Sobre todo de Phil.

A las 16.28 horas terminamos los primates.

—Oh, no, ¿ya hemos acabado? ¿Hay algo más que ver? —preguntó Rosie.

—Nos quedan dos cosas más. A lo mejor te parecerán aburridas.

La llevé a la sala de las esferas, cuyos diferentes tamaños muestran la escala del universo. La exposición no es espectacular, pero la información sí. Es habitual que los no científicos, o los científicos ajenos a la física, no tengan la menor idea de escalas, de nuestra insignificancia en comparación con el tamaño del universo, de nuestra enormidad en comparación con un neutrino. Hice cuanto pude para que resultara interesante.

Luego subimos en ascensor al sendero cósmico Heilbrunn, una rampa en espiral de ciento diez metros de longitud que ilustra la cronología del universo desde el big bang hasta nuestros días. Tan sólo contiene dibujos, fotografías y ocasionales rocas y fósiles en la pared; ni siquiera necesitaba mirarlos porque conozco la historia, que narré con toda la precisión y el dramatismo de los que fui capaz, contextualizando lo que habíamos visto a lo largo del día mientras descendíamos en espiral hasta el nivel del suelo y llegábamos a la diminuta línea vertical que representa todo lo documentado sobre la historia humana. Estaban a punto de cerrar y éramos los únicos visitantes que quedaban. En otras visitas había oído las reacciones de la gente cuando llegaba al final. «Te hace sentir insignificante, ¿verdad?», suelen decir. Supongo que es una forma de verlo: cómo la edad del universo empequeñece nuestras vidas, o los acontecimientos históricos, o la racha bateadora de Joe DiMaggio.

Sin embargo, la respuesta de Rosie fue una versión verbal de la mía.

—Oh —dijo en voz muy baja, volviéndose a contemplar la vastedad del camino recorrido.

Y entonces, en ese insignificante y fugaz momento de la historia del universo, me tomó de la mano, y no la soltó en todo el camino hasta el metro.