—35 —
ESTOY paralizada sin saber qué decir o hacer...
«Actúa. Eres una nueva Cristina, una osada... No te acobardes ahora.»
Puede que Aarón ya no me quiera como pareja y me haya cambiado por una morena curvilínea, pero aún estoy a tiempo de salvar parte de nuestra amistad. No será lo mismo que despertar a su lado, y, ni mucho menos, tendremos la relación que llevábamos antes... Solo será un pobre sustituto, pero prefiero tenerlo como amigo que perder el derecho a verlo... aunque no tocarlo me acabe matando.
—Siento lo que viste... el beso —me disculpo—. No tengo excusa, pero quiero que sepas que no lo disfruté. Lo hice buscando un escape de todo, pero sobre todo... de ti.
No me interrumpe, así que, sintiéndome envalentonada, continúo hablando.
—Acababa de descubrir todo lo ocurrido con Javi, y el que tú lo supieras... pudo conmigo. Me sentí traicionada, ¡¿por qué no me lo dijiste?! —le grito desbordada por las emociones—. ¿No te diste cuenta de que contigo a mi lado nada habría sido demasiado malo?
Respiro profundamente. Tengo que tranquilizarme o se irá, y tiene que escuchar todo lo que tengo por decir.
—Lo besé, sí. Necesitaba sentirme como la antigua yo. Segura, controlada. Me equivoqué en las formas... Como te dije antes, no tengo excusa.
Perdido el impulso inicial, mi fuerza empieza a decaer. Estoy deprimida.
—Te podría decir cualquier cosa para intentar convencerte, pero nos conocemos y no quiero hacernos perder el tiempo. Te doy las gracias por enseñarme durante todos estos años, por empujarme a asumir riesgos. Sin ti, me habría convertido en una persona triste. Gracias a ti, encontré el valor y me encontré a mí misma —digo con tristeza—. Te quiero. Te he querido durante todos estos años... pero eso tú siempre lo supiste, ¿verdad? Incluso en eso eres más inteligente que yo.
Me acerco y le tomo de la mano.
—Estoy convencida que nuestra relación ya nunca será la misma... pero estaré siempre ahí para ti —me despido.
Me esfuerzo en embozar una sonrisa. No quiero que una relación de años acabe de forma tan triste.
—No te preocupes, no recibirás otra visita inesperada de mi parte —le digo como si aun fuéramos los amigos de antaño. Me rompe el corazón saber que volverá a su vida sin yo estar incluida en ella—. Ahora, si me indicas el camino, me iré a dormir un rato «antes de hincarme de rodillas y suplicarte, entre lágrimas, que me perdones».
Aarón no habla, y yo comienzo a ponerme nerviosa. Me giro intentando orientarme «y disimular», pero la oscuridad y la falta de una brújula mental lo hacen imposible.
—¿Sabes cuántas veces he repetido ese beso en mi cabeza? ¿Te has parado a pensar que, a causa de la hipermnesia, el recuerdo se muestra con total nitidez...? —dice al fin—. Tú, la mujer de mi vida, la que llevaba una eternidad esperando, y que por fin es mía... besando a otro hombre.
—Ya te dije que lo sentía. Si pudiera dar marcha atrás, lo cambiaría todo.
—No te engañes. Lo harías exactamente igual —dice cortante—. Al besarlo a él, te aseguraste de no volver al pánico que sentías por estar junto a mí y amarme. Aprovechaste todo lo pasado para sabotearte a ti misma y así volver a tu antiguo estado de niña burbuja. A la seguridad dentro de tu capullo para evitar el supuesto daño que, en tu subconsciente, estabas convencida que te iba hacer... Lo que más me duele de todo es que sé que realmente me amas, pero que no te sientes cómoda con ello.
Sus palabras, y la verdad que contienen, me taladran.
—No has creído en nosotros como pareja —afirma—. Llevas esperando que te abandone desde el primer día. ¿Por qué tendría que esforzarme en olvidar un simple beso, a luchar por nosotros... si tú nunca lo has hecho? —pregunta—. Me he quedado sin ganas, cansado de ser el único que se esfuerza de los dos. Solo soy un hombre, Cristina. No hago milagros.
—¿Ves ahora por qué tenía tanto miedo? Sabía que te acabarías cansando de mí... que por fin te darías cuenta de que no valgo la pena. No soy como tus otras chicas... No soy sofisticada, espectacular o lanzada... Simplemente soy yo, y me temo que no es suficiente —le confieso derrotada.
Veo un pequeño atisbo de esperanza mezclada con duda reflejada en sus ojos... animándome a seguir hablando.
—Este tiempo que hemos estado separados, las dos semanas más largas de mi vida —prosigo—, me di cuenta que para poder amarte como te mereces, primero, tenía que aceptarme a mí misma... lo he intentado, incluso he metido a mi hija en esto para poder recuperarte, para decirte que he cambiado y estoy dispuesta a luchar por ti... por nosotros. Me he dado cuenta que te amo demasiado como para dejar que mis miedos me superen y me controlen. Nunca más volverá a pasar. Ahora soy más fuerte.
Paso a paso, sin darnos cuenta, nos hemos ido acercando... casi tocándonos la piel.
—Me has esperado durante 15 años, ahora me toca esperarte a mí... Cuando estés preparado para perdonar y aceptar todo lo que quiero de ti, búscame —digo—. Pero antes de hacerlo, tienes que estar seguro. Si me dices de volver, si me devuelves la esperanza... hazlo con todas las consecuencias, o acabarás destruyéndome en el proceso.
No me callo. Estoy lanzada «y desesperada».
—Lo quiero todo de ti. Tu cuerpo, tu mente, tu amor... Quiero el felices para siempre, con boda y bebés incluidos. Piénsatelo bien, Aarón, porque una vez que te tenga... no te dejaré escapar.
—Repítelo —pide—. Repite la última parte.
—Una vez que te tenga, no te dejaré escapar —reitero—. Te amo, Aarón.
Se abalanza sobre mí. Boca sobre boca, piel con piel... Lo envuelvo en un apretado abrazo acariciando la piel expuesta.
—¿Por qué estas sin camiseta? —le pregunto entre beso y beso—. Espera, no respondas...
Acabo de recordar el momento monitora... y no deseo que el pasado me estropee este instante.
—No pasó nada... debería hacerte sufrir un poco como pago por lo que me has hecho pasar, pero no puedo mentirte. Dentro de la cabaña habían dos chicos más, te fuiste tan rápido que no alcanzaste a ver toda la habitación —explica—. Ya sabes cómo somos los hombres de competitivos, y yo nunca rechazo un desafío... de flexiones. Dentro hacía muchísimo calor, de ahí la falta de ropa —dice pasando mi mano por su pecho y abdomen.
Me echo a reír ¿tanto drama para esto?
—Vale, lo comprendo. Cuartos mixtos y calor...
—Mmm... El cuarto no era mixto. Yolanda llegó después y se quitó la camiseta... —dice azorado—, para insinuárseme.
Lo veo todo negro. ¡Pedazo de zorra! Por otro lado, no la culpo por intentarlo...
—De hecho, creo que se quitó la camiseta como medida desesperada para que le prestara atención. —Me besa—. Con lo que ella no contó, es con que no puedo dejar de pensar en ti.
Lo beso con toda la pasión de la que soy capaz. Toco su cuerpo de la forma en que he anhelado hacer. Lo beso en el pecho, abdomen... voy bajando hasta que me detiene.
—Cristina, cariño. He estado sudando y aunque me muero por verte agachada entre mis piernas... no me he duchado. Mejor, lo dejamos para después.
—Está bien —le digo alzándome e introduciendo mi mano dentro de su pantalón—. Por ahora me conformo con solo tenerte entre mis manos y llenando mi coño... pero después, nada me impedirá chuparte y lamerte como si fueras la piruleta que tienes tatuada y que tanto me gusta.
Su erección se vuelve más dura entre mis dedos. Lo acaricio con movimientos perezosos arriba y abajo, esparciendo la humedad que desprende por todo su miembro.
Ante su atenta mirada, me aparto y quito la camiseta que extiendo en el suelo a modo de improvisada cama. Me saco las zapatillas, los pantalones y me quedo en ropa interior.
Armada solo con encaje y con la luz alumbrándome parcialmente... me siento rodeada por una bruma erótica. Me hace sentir traviesa... atrevida.
Me recuesto sobre la camiseta con las piernas abiertas. Mi sexo y mis pechos, cubiertos por una fina capa de tela. Aarón se encuentra de pie, con su miembro en la mano, masturbándose suavemente mientras me mira.
—Siempre me has pedido que me toque para ti y nunca me he atrevido. Ahora es el momento.
Sin apartar la vista de sus ojos, me acaricio los pechos por encima del encaje del sujetador. Me aprieto los pezones, casi hasta el punto del dolor, sacándome un gemido de placer.
Bajo mi mano suavemente hasta la uve entre mis muslos. Me aparto las braguitas dándole una mayor vista de lo que me hago. Con mi dedo corazón me acaricio el clítoris mientras que con la otra mano saco y meto dos dedos dentro de mí. Con fuerza y rápido me entrego al placer...
Cuando mis temblores cesan, Aarón se agacha apartándome las manos y tomando posesión de mi sexo con su boca.
Lame, chupa, muerde, penetra... nada está prohibido. Y en poco tiempo, estallo otra vez.
De repente, la luz de la linterna me deslumbra. Se pasea por mi cara y mi cuerpo como una caricia.
—Quiero verte cuando me meta dentro de ti. Cuando te esté follando tan profundo y duro que solo seas capaz de gritar mi nombre.
Me penetra y no es suave. Es brusco, desesperado... tal y como necesito en este momento.
—Te amo —acierto a balbucear cuando el placer vuelve a encontrarme—. ¡Oh! Aarón, te amo.
—¡Te amo! —grita Aarón antes de colapsar encima de mi cuerpo.
Acostados en el frío suelo, manchados de polvo, acurrucados el uno con el otro... recuperamos el aliento.
—Después de esto, no hay vuelta atrás —dice Aarón solemne—. Estamos juntos, y esta vez será para siempre. ¿Lo sabes, verdad?
—Lo sé. Estoy deseando empezar nuestra vida juntos —le respondo besándole las mejillas, el hueco del cuello, en los hombros... en cualquier punto que pueda alcanzar.
Me abraza y puedo sentir cómo vuelve a endurecerse contra mi estómago, preparado para otra ronda.
—Cristina, dile a Lola que ha ganado la apuesta.
Levanto la cabeza y lo miro interrogante.
—Disfruta de tus últimos días de soltera, mi amor.