—18 —
—¿CREES que sospecha algo? —dice Lola.
—No, nada, te lo aseguro —Ana suena muy segura de sí misma—. Está tan distraída con el nuevo trabajo y con un chico que ha conocido, que no reparó en nada.
—Espero que no, porque aún no he terminado de conocerla bien. Quiero que me tenga cariño antes de contárselo —su voz, de repente, triste—. Quiero que cuando me presente a la niña, lo haga de buena gana. Quiero ganarme su corazón.
—Ten calma. Si le hubieras dicho quién eras de buenas a primeras, mi hija se habría cerrado en banda. —Le puso la mano en el hombro, intentando transmitirle afecto—. Yo te apoyo en todo. Estamos juntas en esto.
—Gracias, Ana, por no cerrarme la puerta en las narices cuando aparecí en tu casa.
—Solamente hice lo que creí correcto en ese momento. Si me pasara alguna vez, me gustaría que me dejaran explicarme.
Pasan unos minutos en silencio. Se entienden sin palabras. Solo ellas saben lo que ha sufrido la otra.
—Por cierto, tu idea de hacerla feliz para que sea más receptiva puede funcionar. —Cambia de tema para aligerar el ambiente—. Si se enamora, lo será. Estoy deseando ver a mi hija feliz.
—Lo será, lo prometo —dice solemne—. Solo espero que no me mate por las maneras en que trataré de que lo sea...
—Solo a ti se te ocurre apuntarla a las agencias sin su consentimiento... Tienes razón. Te va a matar —dice soltando una carcajada.
Cuando dos mujeres quedan solas para conspirar, algo malo se traen entre manos...