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BUSCO a Aarón al entrar en el bar, pero no lo veo por ninguna parte, así que me siento en una mesa a esperarlo. Me pido una caña y abro el Facebook en el móvil.
Soy totalmente consciente de que estoy enganchada. Debería borrarlo, pero no puedo. Me gusta ver las cosas que ponen los demás, saber de la vidas de los amigos que hace años no veo... Por otro lado, las fotos y comentarios divertidos me entretienen bastante. La parte cotilla que hay en mí me lo agradece.
Estoy tan concentrada que no noto que hay alguien de pie al lado de mi mesa. Levanto la mirada y veo a Rocío, la nieta de la señora Gutiérrez.
—Hola, Cristina, ¿cómo tú por aquí?
—Hola. ¡Qué sorpresa! Estoy esperando a un amigo para almorzar. Qué casualidad verte aquí. —Y tanto que lo es, no la había visto en mi vida y hoy lo hago dos veces—. Siéntate si quieres. No sé cuánto tardará mi acompañante.
—La verdad es que vengo mucho por aquí, el dueño es mi novio. Bueno, el hijo del dueño —dice sentándose en frente.
Hace un gesto hacia la barra y saluda con la mano a un camarero que está poniendo unos cafés. Él le guiña un ojo en respuesta.
Está buenísimo, no entiendo cómo se me pudo pasar por alto ese pedazo de espécimen masculino. Al final va a ser verdad que no me fijo en lo que me rodea. Voy a tener que dejar el móvil de lado. «Menos Facebook y más ligoteo», ese va a ser mi nuevo eslogan...
Voy a tener que ponerme las pilas. Necesito SEXO. Así, sin más. Mirar el otro día a mi amigo como si quisiera comérmelo fue una señal. Voy a tener que preguntarle a Rocío si su novio tiene un hermano...
—Ya verás cómo te alegras de trabajar para mi abuela. Es una buena jefa. Eso es lo que decía siempre tu predecesora. Se pre-jubiló hace un par de meses. El trabajo no es complicado, y las fiestas están súper bien. Por ahora no hay ninguna programada, de lo único que tendrás que preocuparte es de la obra de la azotea —me explica—. Contrató a un arquitecto paisajista que va a podar la selva amazónica y lo va a transformar en un jardín de portada de revista de decoración. Mi abuela dio el visto bueno hoy a los planos; tu misión será asegurarte de que se cumplan los plazos y todo eso, para que a mi yeya no le dé un ataque. Empiezan el lunes. Como espero que lo hagas tú...
Y eso último lo dice mientras me echa una mirada tipo gato de Shrek. Es casi irresistible. Casi.
—Mira, Rocío, la ver...
Levanta la mano para interrumpirme.
—Llámame Ro. Solo mi abuela me llama Rocío, para todos los demás, soy Ro. Y como estoy convencida de que seremos buenas amigas, más vale que te vayas acostumbrando a llamarme así. Sigue.
La forma en que dijo esa última palabra, de manera tan seca y en forma de orden, lo copió de su abuela... seguro.
—Como iba diciendo, la verdad es que estoy lista para firmar, pero quiero que mi amigo vea el contrato primero. Por eso he quedado con él aquí; si me dice que todo está bien, mañana a primera hora llevo los papeles.
Mientras hablo, en su cara va apareciendo una sonrisa deslumbrante. Sabe que voy a terminar firmando y está contenta con ello. Es una chica muy segura de sí misma y se le nota de lejos. También es muy efusiva, demasiado, diría yo. Resumiendo, es todo lo contrario que yo, que soy de las que va cogiendo confianza poco a poco... Será por eso que, aunque se muestra simpática, no termino de sentirme cómoda.
Veo que Rocío (digo, Ro), repentinamente, se queda seria. Bueno, lo que yo creo que es seria. De pronto, la sonrisa deslumbrante de hace unos segundos se vuelve sensual y sus ojos brillan de interés.
—Pedazo de tío... —dice en voz baja, casi como si se le hubiera escapado.
Como no quiero que se me escape ningún otro tío bueno, empiezo a girarme, «sí, lo sé, no soy nada discreta», pero ya el chico está a nuestro lado. Y como no... es mi inseparable compañero de juegos de la adolescencia rezumando hormonas sexuales a todo dar.
—Hoy tiene que ser mi día de suerte. Quedo con una chica guapa, y ella me está esperando junto con otra, igual de guapa tengo que decir... Si empiezan a besarse, me hacen el hombre más afortunado de la tierra... —lo dice con ese tono de voz suyo, el que usa para derretir bragas. Bueno, se supone que es así. A mí solo me produce ganas de partirle la boca.
—Eres un descarado. Al final, la que va a besar a alguien seré yo, a ti. En la cara, con mi puño cerrado. Para dar más realismo, si quieres, me lo pinto con carmín... —De verdad que no entiendo cómo puede ligar tanto—. Ro, este es mi amigo Aarón. Aarón, esta es Rocío, la nieta de la señora Gutiérrez.
Pero Ro ni me mira; me da que tampoco me escucha. Está mirando hacia arriba como quien ve el sol por primera vez. Vale, con ese traje azul oscuro, camisa blanca y corbata de un color un poco más claro, está guapísimo. Pero no es para tanto.
Me hace un gesto, para que me ruede, y se sienta a mi lado. Me da un beso rápido en la mejilla, le tiende la mano a Rocío y le dice:
—Encantado.
Gira el cuello para mirarme y suelta:
—¿Dónde está esa cerveza fresquita de la que hablaste? Porque sabes que mi tiempo no es gratis...
Nos pregunta si queremos algo y le hace señas al camarero (que es el novio de Ro), para que nos traiga unas cañas. Luego, se dirige a ella:
—Ya que estás aquí, puedo sonsacarte información sobre el trabajo que le ofrece tu abuela a Cris. No quiero convencerla de que es el trabajo de sus sueños para después enterarme por la prensa de que tu abuela colecciona pies izquierdos o algo por el estilo.
—Por eso quise quedar contigo. —Le paso la carpeta con mi nombre en la portada y empieza a ojearla—. A ella solo la encontré aquí por casualidad.
—Mi abuela lo explica todo bastante bien en el dossier. No le gustan las medias tintas. Está todo lo bueno, que son muchas cosas, y lo malo... —Afino la oreja. No vaya a ser que se me haya pasado algo—. El trabajo no oculta nada raro. Lo único sórdido es el carácter de mi abuela por las mañanas antes de tomarse su café. La anterior ayudante se pre-jubiló, no está momificada dentro de un armario... Pero entiendo tu preocupación, parece demasiado bueno para ser verdad. Yo solo sé que mi abuela tiene sus razones para contratarla, pero no me las quiere decir y no la cuestiono. Es su vida y su dinero.
—Tienes que reconocer que es un poco raro —Aarón levanta la cabeza de los papeles—, pero por lo que he podido leer del contrato, se ve que es todo legal, y eso me deja tranquilo. También hay un periodo de prueba, lo que me agrada absolutamente. Organizar la vida de alguien puede ser muy estresante y no todo el mundo puede adaptarse
El novio nos trae las bebidas y unas aceitunas, y le da un apretón cariñoso en el hombro a Ro. Pasa la mirada de Aarón a mí tratando de decidir nuestra relación. Se nota que quiere comprobar si tiene competencia... Al parecer, decide que no, porque nos dedica una sonrisa, «que creo auténtica», y se va.
Seguimos hablando un poco de todo. Descubro que Rocío es Personal Shopper desde hace varios años, y que fue gracias a su trabajo como conoció a su novio, David; se le debe haber pasado el efecto de la sobrecarga hormonal, porque nos cuenta toda su historia juntos.
Dice que el pobre no tenía ni idea de combinar los colores, así que cuando le echó un vistazo, se frotó las manos con avaricia pensando en todo el dinero que le iba a sacar... Pero la cosa es que no fue a verla para él, sino para hacerle un regalo a su madre. Pasada una temporada, David, decidiendo que no tenía tiempo de ir de tiendas y viendo el buen trabajo que hizo con su madre, la llamó para contratarla para él. Después de ese día, lo siguió haciendo, pero esta vez para quedar. Ya llevan casi un año juntos.
Cuando nos termina de contar su historia, se despide diciendo que tiene que ganarse la vida, pero antes paga las bebidas y nos invita a unos bocadillos de calamares. Promete ir a verme el lunes, para ver cómo me fue.
Me cae bastante bien. Tiene una manera de contar las cosas que resulta absorbente. Al final, va a ser verdad que terminaremos siendo amigas...