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A la semana siguiente, Aarón llega a casa de Cristina con Daniela de la mano tras recogerla de sus clases de baile. Entran y van directos a la cocina. Allí se encuentra a doña Ana hablando con otra señora que no había visto nunca. Se percata de que la madre de su novia, «¡Dios! Novia. Cristina, mi novia... qué bien suena», se tensa, pero disimula cuando saluda a su nieta. La niña se dirige a la señora y la abraza con familiaridad.
—Hola, Lolita —dice Dani cuando la abraza—. Hace mucho tiempo que no venias por aquí. Te echaba de menos.
La expresión de la señora cambia cuando oye a la niña, sus ojos se vuelven líquidos por aguantar las lágrimas. ¡Qué raro!
Doña Ana se gira hacia Aarón y hace las presentaciones.
—Aarón, esta es la señora Dolores, una amiga. Lola, este es Aarón, el novio de Cristina y vecino de al lado.
Se mueve y le tiende la mano a la señora en forma de saludo. Ella le ofrece la suya a la vez mientras que con la otra hace un gesto de negación.
—No me llames Dolores, mejor Lola. No soy tan mayor... —dice con una sonrisa coqueta—. Nunca he conseguido acostumbrarme a las formalidades. Te juro que cada vez que oigo que me llaman señora Gutiérrez, me giro buscando a mi madre...
Aarón, al oír ese nombre, se tensa, y con ese gesto Lola se percata de que ha dicho demasiado.
—Dani, cariño, vete a tu cuarto un momento —dice Aarón suavemente, y buscando con la mirada a doña Ana, añade—. Tengo que hablar de algo importante con tu abuela.