—29 —
LA vida te puede cambiar en un instante. En medio latido de corazón ocurren cosas que te hacen plantearte tu pasada existencia.
Mirando atrás en el tiempo, veo que me consideraba una chica feliz, pero incompleta; tenía un trabajo, un jefe acosador, un techo sobre mis hombros, una madre dedicada, una hija perfecta y un amigo irremplazable. Todo estaba bien, pero no era completamente feliz.
Ahora tengo trabajo nuevo, jefa loca, mismo techo, misma madre, misma hija y ningún amigo... en cambio, he ganado un compañero. Alguien que me hace feliz.
¿Cómo era posible que lo único que faltaba en mi vida, para que fuera realmente perfecta, siempre estuviera a mi lado?
Cuando eres feliz, el tiempo pasa rápido. Demasiado para mi gusto. Hay veces en los que me gustaría detener el reloj y solo centrarme en vivir el momento.
Este es uno de esos.
Acostada desnuda en el suelo de la casa de Aarón, totalmente relajada y enroscada en su cálido cuerpo, en contraste con el frío mármol en el que nos recostamos. En silencio, en paz... disfrutando el uno del otro.
Ha pasado una semana desde que estamos juntos, porque sí, estamos juntos. Ya no lo puedo negar más.
En este tiempo he sido más feliz de lo que he estado nunca. Mi mejor amigo me ama, y yo a él.
Tengo ganas de gritar de alegría.
La semana más fantástica de mi vida, solo enturbiada por los continuos mensajes y llamadas de Toni, que parece no aceptar que ya no quiero saber nada de él. Le he dicho que estoy con otro, pero parece no hacer caso. Me manda regalos al trabajo, flores, tarjetas... todo inofensivo, pero me hace sentir muy incómoda. Espero que se le pase pronto.
Saco la lengua y pruebo lo salado de su piel, aún me asombra lo rápido que me he acostumbrado a tenerlo entre mis brazos, a besarlo cuando me apetece, a que me bese cuando le apetece a él...
—Cristina, cariño... No empieces algo si no estás dispuesta a terminarlo —murmura en ese tono somnoliento que he llegado a amar—. Tenemos que ir a buscar a Dani.
Me separo de su cuerpo, a regañadientes, y siento frío al instante. Añorando el preciado calor, me abalanzo encima, cubriéndolo totalmente con mi cuerpo y sintiendo cómo el mío responde al suyo, que ya está más que preparado para la siguiente ronda.
Me froto descaradamente contra él. Mis pezones arañando su piel. Su sexo duro como una roca, atrapado entre mis muslos, tentando mi húmedo sexo. Lo deseo tanto que casi no soy capaz de pensar... pero lo hago y de un salto me pongo de pie, apartándome de toda la perfección que tenía debajo hace un instante.
—Levántate perezoso, hay que ir a buscar a Daniela. —Sonrío al ver su cara de frustración. Soy muy mala...
—¿Pero qué coño...? —Se agarra el miembro con fuerza y me dice—: ¿Ahora qué hago yo con esto? Me duele, mujer, ten piedad de mí.
Yo, en respuesta, me agacho a buscar mi ropa interior, dándole una generosa vista de mi culo y coño expuestos. No sé que es lo que tiene este hombre que me vuelve una descarada.
Lo oigo gemir y de repente ya no estoy parada en medio de la habitación; estoy de espaldas a la pared con un muy excitado Aarón entre mis piernas.
—Te dije que no empezaras algo si no lo ibas a terminar. —Me eleva una pierna y la pasa por su cintura—. Por suerte para ti, yo siempre acabo lo que empiezo.
Me penetra con avidez. Estocadas duras y profundas taladran mi sexo. Lo único que puedo hacer es dejarme llevar, enganchar mi otra pierna a su cuerpo y clavar mis dedos en sus hombros para mantenerlo aún más cerca... Joder, me vuelve loca.
—Cristina, joder... es tan bueno... —jadea en mi cuello.
—No pares, por favor —exclamo—. ¡Más rápido, más fuerte! Por favor...
Estoy suplicando y no me importa. Me queda muy poco para correrme como una salvaje y solo puedo pensar en eso.
Aarón hace todo lo contrario a lo que le he pedido, y yo me quejo entre dientes por la frustración que siento. Me agarra la cara para que lo mire y me pierdo en la profundidad de sus preciosos ojos negros. Me hipnotizan, me reclaman...
—Aún no puedo creer que me hayas dado permiso para tenerte así. Para amarte como he querido hacer desde que te puse los ojos encima. —Retoma el movimiento de su pelvis, lento y profundo—. Nada se siente mejor que mi polla enterrada en ti... me tienes loco, Cristina. Te amo.
—Te amo —farfullo antes de que sus movimientos en mi interior me quiten la capacidad de hablar.
Me clava aun más fuerte contra la pared y acelera sus movimientos. Somos solo las sensaciones que sentimos en este momento. Amor, pasión, lujuria... sobre todo, lujuria.
Mete la mano entre nuestros cuerpos para acariciar mi hinchado clítoris con sus dedos. Es demasiado, no aguanto más. Con un grito ahogado me corro con fuerza. Espasmos de placer recorren mi cuerpo y siento que me vuelvo gelatina en sus brazos... Con un par de empelladas más, me acompaña en la cumbre del placer.
Se deja caer en el suelo y acabo sentada en su regazo, con Aarón enterrado profundamente dentro de mí.
—Ahora, esto es un buen final. Cada vez que quieras provocarme, acuérdate de esto. Estaré encantado de repetirlo cuando quieras.
—No sé... a lo mejor, necesitaré que me lo recuerdes de vez en cuando. Sabes que soy muy despistada.
Me levanto, separándonos en el proceso, e, inmediatamente, siento la pérdida dentro de mí. Me siento vacía por dentro.
Vamos al fabuloso baño del piso y mientras nos limpiamos, no puedo evitar preguntarle:
—¿Me puedes explicar cómo, teniendo esta maravillosa casa, aún vives con tu madre? Y lo que es más importante, ¿por qué nunca me dijiste que te la habías comprado? —se lo pregunto un poco dolida, porque siendo tan amigos como somos, no confió en mí como para contármelo.
Me mira a través del espejo, sopesando sus palabras.
—Al principio, no te dije nada porque no estaba seguro de que fuera a conseguir comprarla; al final, gané la subasta y me la quedé. Pero como habrás notado por la falta de muebles, no paso mucho por aquí. De cualquier manera, una cosa llevó a la otra y a medida que pasaba el tiempo, incluso yo mismo me olvidé que la tenía... —explica—. Por otro lado, no quería dejar a mi madre sola, por eso sigo viviendo allí. Aunque dentro de poco, por fin, me emanciparé.
—Bueno, por lo menos, esta vez no tienes ninguna casera con la que liarte y que te eche del piso...
—Ja, ja, ja. Eres una graciosilla. Pues que sepas que, a mí, nadie me ha echado de ninguna parte, me fui yo porque quise.
Le toco el hombro para que se vire y poder enfrentarlo directamente.
—¿Pero lo que me dijiste sobre tu casera, esa que te echó porque te pilló con otra...?
Aparta la mirada y noto cómo se sonroja.
—Me lo inventé...
—¿Qué... cómo... por qué...? —pregunto estupefacta.
—¡Dios! Soy patético... la verdad es que cuando me fui de casa, lo hice buscando una forma de olvidarte... no duré ni un mes fuera, te extrañaba. No verte todos los días, o ver a Dani, me estaba matando —dice—. La verdad es que te echaba de menos. Por eso tampoco me mudé al piso cuando lo compré... No quería volver a separarme de ti.
Estoy asombrada. Aarón es una caja de sorpresas.
—¿Por qué preferiste hacerme creer que eras un putón a decirme la verdad? No lo entiendo...
—Ya lo hemos hablado otras veces. Era más sencillo, para mí, amarte de lejos y ser amigos, a que me rechazaras y perderte del todo.
Le paso las manos por la cara en una suave caricia dándole a entender que lo entiendo, que comprendo por qué lo hizo. El mueve su rostro buscando mi mano, buscando esas caricias que nos negamos por mucho tiempo.
Me mira y, cuando veo el amor reflejado en sus ojos..., soy feliz.
Llegamos juntos a la academia de Daniela, y mientras la veo moverse al ritmo de Beyoncé, los ojos se me encharcan de la emoción.
¿Es que nunca se me pasará esta sensación de amor que siento al verla?
Aarón pasa su brazo por mis hombros, acercándome a su cuerpo, y me besa dulcemente en la sien.
—Es preciosa, ¿verdad? —susurra sin dejar de observar la coreografía. De repente, se tensa y me dice—. Es demasiado preciosa, no me gusta.
—Deja de preocuparte por una cosa que no podemos evitar —digo riendo y adivinando por dónde van sus pensamientos—. Vamos a tener las manos llenas ocupándonos de todos sus admiradores...
—Sí —suspira—, vamos a estar muy ocupados.
Me agarra suavemente por la nuca y me da un beso corto y duro en los labios.
—Gracias por incluirme en vuestro futuro. En tu futuro.
Si no lo llega a mencionar, no me habría dado cuenta de todo lo que implicaba mi «inocente» frase. Solo lo dije porque sonaba correcto.
Como no se me ocurre nada con lo que responderle, le dedico una sonrisa como respuesta.