—5 —
DESPERTAR con resaca es lo peor. Despertar con resaca, casi desnuda, al lado de un hombre desconocido (que espero no esté tan desnudo)... es una catástrofe.
Estoy boca abajo pegada a una pared, así que no tengo ni idea de dónde estoy, aunque la cama es bastante cómoda. De repente, siento cómo me pasan una mano por encima de la cintura que me aprieta contra un cuerpo duro y caliente. Me pongo tiesa como un palo. Estoy en ropa interior. Dios mío, ¿dónde estoy? Mi acompañante no tiene camisa, siento su pequeño pezón erecto contra mi costado y no es lo único que tiene así... mi mente grita de pánico, pero mi cuerpo traidor empieza a aflojarse...
Joder, ¿dónde me habré metido yo ahora?
—Mmm... Cristina, cariño, sé que estás despierta.
La voz de Aarón me saca de la confusión mental. Me giro tan rápido que lo empujo fuera de la cama y casi cae al suelo.
—Qué mal despertar que tienes. —Se levanta y empieza a estirarse.
—Dime por qué estoy media desnuda, y dímelo ya —exijo.
Levanto la mirada dispuesta a seguir interrogándolo y me quedo sin respiración.
Tengo una epifanía: Aarón es un dios. Es la única manera de describirlo. Solo lleva unos bóxer blancos Calvin Klein llenos con una grande y maravillosa erección. Con el pelo a lo loco y la cara somnolienta está más guapo que nunca. Parece que haya estado teniendo sexo toda la noche...
—Dime que no nos hemos acostado, por favor...
Me vienen a la mente imágenes de nosotros dos enredados entre las sábanas y, para mi absoluta vergüenza, me excito; estoy color escarlata, pero me niego a apartar la mirada. Necesito ver su expresión cuando me conteste.
Me mira unos segundos, como si se pensara qué decir, y me contesta:
—¿No recuerdas nada de nada...? ¿No te acuerdas de que, cuando llegamos, hicimos tanto escándalo que se despertó mi madre y nos echó un sermón? —Su cara tiene una expresión que nunca había visto antes, pero de repente la borra y se vuelve divertida—. Podría decirte cualquier cosa. Que me hiciste un striptease, que te insinuaste, que nos besamos, que nos tocamos... pero no voy a ser malo y te diré la verdad: Te cogiste un pedo de los grandes, te pusiste a bailar tú sola sin música en medio del local, enseñándome los pasos que Daniela te enseña a ti; yo que tú censuraría la MTV a tu hija porque como ella haga por ahí lo que tú me hiciste a mí, el único futuro que le veo es en la barra de un Night Club... —dice y sigue narrándome las peripecias de la noche—. Cuando empezaste a divagar sobre cosas extrañas, decidí que era hora de irnos, te traje a mi casa para no molestar a tu familia. Estás media desnuda porque no te quisiste poner una de mis camisetas. Tenías mucho calor; nada más tocar la cama te dormiste y, por cierto, roncas como un oso.
La mente va aclarándose poco a poco, pero solo veo imágenes de Aarón riendo o de pedir más tequila para brindar por el tanga de Valerio.
—Uff, menos mal. Ya pensaba que nos habíamos casado en Las Vegas. Esto es lo que me pasa por beber con el estómago vacío.
Todo esto lo digo, sin poder evitarlo, recorriéndole el cuerpo con la mirada, clavada ahora, en un punto que parece cada vez más grande.
—Mírame a la cara, por favor —dice divertido—. Ya sé cómo se sienten las mujeres cuando no podemos dejar de mirarles las tetas... Ahora, en serio, deja de mirarme o por lo menos borra esa expresión. Joder, Cristina, que soy tu amigo, pero sigo siendo un hombre.
—Lo siento, es que tus calzoncillos son muy bonitos... —me ha pillado y no sé dónde meterme.
—Date la vuelta y me vestiré. De paso, ponte tú algo también.
Si sigo viendo ese cuerpo por más tiempo, me voy a correr solo con el pensamiento. Tengo que borrar sus abdominales de mi cerebro, es mi mejor amigo, y los mejores amigos son como los ángeles, no tienen sexo; aunque este ángel lo tenga grueso como su muñeca y casi tan largo como mi antebrazo...
No sé por qué reacciono de esta manera si ya lo he visto desnudo otras veces; fue hace varios años, pero yo creía que lo esencial seguiría igual, que así sigue. Lo que no me espero es esa masculinidad tan sensual. Tengo que borrar estas imágenes de mi mente ya.
—Por lo menos no nos hemos tatuado nada... —intento comportarme con naturalidad, pero no puedo. Tengo la imagen de su cuerpo perfecto demasiado fresca en mi mente—. Me voy corriendo, que mi madre se va a creer que me han secuestrado
—No te preocupes por eso. Ayer la llamaste para decirle que estabas conmigo —explica—. ¡Enhorabuena! Eres responsable incluso estando borracha. Me cuesta creer que no recuerdes nada, me da que tienes amnesia selectiva o algo por el estilo... De todas formas, deberíamos hacerlo más a menudo, sigues siendo muy divertida cuando te sueltas la melena. Lo que comenzó siendo solo una distracción para algo malo, acabó siendo una noche fantástica... no la cambiaría por nada del mundo.
Esto último me lo dice con tanta intensidad, que una sensación eléctrica parece recorrer todo mi cuerpo.
Intentando aligerar el ambiente, digo:
—Bueno, señor letrado, no se olvide de mi cheque. Espero noticias suyas esta tarde; ahora, en serio, estaré comiéndome las uñas hasta que sepa algo de ti. —De repente, siento la necesidad de reafirmar nuestra amistad—. No te lo digo bastante, pero te quiero, Aarón. Eres mi mejor amigo.
—Yo también te quiero, Cristina. —Se acerca y me da un abrazo, pega sus labios a mi frente durante unos segundos y me susurra: —Nunca lo olvides.
Salgo de su habitación y me encuentro de lleno con doña Carmen, que me mira decidiendo si estar enfadada o no.
—Que sepas que ayer te libraste de que te diera un escobazo en la cabeza. Llega a ser otra persona la que me despierta a las 3 de la mañana cantando La Bomba, y como mínimo le cae una colleja. Ya no tienes edad para hacer esas cosas, y encima tienes una niña ¿qué ejemplo le estás dando?
—Siento si la despertamos anoche. Lo siento muchísimo. No volverá a pasar. —Estoy muy avergonzada, nunca me había comportado igual, ni siquiera cuando era adolescente—. Y lo de la canción, lo siento aún más.
—Cristina, mujer, quita esa cara que no has matado a nadie. Si otra vez pasa, da igual. Solo no lo cojas como costumbre; elige una ranchera la próxima vez, así por lo menos me despertarás de buenas maneras... —dice—. Eres como mi hija, no hace falta que te justifiques tanto. Sé que tuviste algún problema ayer y que saliste pronto del trabajo. Si emborracharte te sirvió para relajarte, me alegro... aunque no que me despertaras.
Yo la flipo con esta mujer. Se entera de todo y sin salir, casi, de su casa. Creo que tiene toda la zona llena de micros y cámaras espía. Si entro en su habitación, encontraré las paredes llenas de monitores...
—No sé cómo se ha enterado, pero ayer me despedí del trabajo, por eso salí antes. Anoche solo lo celebré —le explico—. Me voy a llevar a mi hija al cole.
Cuando entro en casa, Daniela ya está vestida y preparada para salir. Me lavo la cara y los dientes, hago algo con mi pelo y me la llevo a clase procurando parecer una madre responsable y no una mujer que se emborracha los miércoles por la noche.
Cuando regreso, me tomo una pastilla para el dolor de cabeza y voy directa a mi habitación. Me tiro encima de mi cama e intento dormir un rato.
Cierro los ojos y me duermo profundamente sin darme cuenta que lo que me ha relajado tanto es que estoy aspirando el maravilloso olor a hombre que emana de mi piel.