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¿QUÉ es lo que menos te apetece hacer un sábado por la mañana temprano? Levantarte de la cama.

Son las 08:30 de la mañana, ¿cómo es posible que mi hija ya esté despierta? Una hija a la que, durante muchos años, consideré hacerle unas pruebas por si acaso fuera una híbrida humano-lirón de lo mucho que le gusta dormir...

En un último intento de recuperar el sueño, amortiguo el sonido de sus entusiastas gritos de la mejor manera que me sale en ese momento: tapándome la cabeza con la almohada. Y por fin consigo el bendito silencio, hasta creo que me volveré a dormir... Daniela irrumpe dentro de la habitación, como un huracán de categoría 5, arrasando con todo; no la veo, pero oigo cómo va saqueando todo a su paso. Abre mi armario, cómoda y joyero con la misma ansia que buscaría un tesoro.

—¡Levántate, gandula, es hora de irse! —exclama mientras salta encima de mi cama y empieza a dar botes.

—No. ¡No quiero! —grito bajo la protección que me brinda la almohada.

—Mamá, lo prometiste. Me dijiste que hoy pasaríamos todo el día juntas y que lo empezaríamos patinado. —Se lanza sobre mí y me descubre el rostro—. ¿No te habrás olvidado, verdad?

Recuerdo vagamente lo de pasar el día juntas, y me parece una idea estupenda, lo que no tengo tan claro es lo del patinaje... me da que se está aprovechando de mi mala memoria.

Empieza a hacerme cosquillas, una maniobra bastante cruel, para terminar de despertarme.

—Para, para... —logro decir entre carcajadas. Pero ella, erre que erre, hasta que ve que me estoy asfixiando, no para. Jodida niña, no sé a quién habrá salido.

Cuando me recompongo, logrando sentarme y ya totalmente despierta, intento llegar a un acuerdo.

—Te propongo un trato: olvídate de patinar y, a cambio, te llevaré a donde tú quieras. A desayunar, al zoo, al cine, de compras... estaremos todo el día juntas, pero, por favor, nada de ejercicio extremo. Estoy agotada.

Más que físico, me siento agotada mentalmente. No dormí muy bien, y cuando conseguí hacerlo, soñé con una voz que me decía que lo quisiera. La misma frase una y otra vez: Quiéreme como yo te quiero a ti, Cristina.

Me desperté anhelando tener a esa persona invisible a mi lado. Doliéndome el corazón. Ojalá alguien sintiera por mí la mitad del amor que esa voz transmitía... ¡Ojalá! Ese pensamiento fue uno de los tantos que anoche me robaron el sueño.

No sé, será que ahora que he conocido a un chico, mi subconsciente está dejando salir todos mis anhelos secretos; la verdad es que el sexo es importante, y practicarlo me encanta, pero no puedo evitar pensar que si siendo solo sexo sin emociones implicadas es maravilloso, practicarlo con amor tiene que ser extraordinario.

Cuando por fin logro salir de la cama, eso sí, antes tuve que acceder a darle a Daniela un día repleto de experiencias 100% femeninas: peluquería, pedicura, compra de ropa y complementos... y, por supuesto, los extras añadidos: desayuno, almuerzo, merienda con helado, cena y cine, me va a salir un ojo de la cara, casi me arrepiento de no haber cedido a lo de patinar. Pensándolo mejor, paga «el pseudoseductor» Valerio... ¡vamos a gastar todo lo que podamos!

Nos arreglamos al estilo famosas camufladas, pero un poco más glamorosas, no es plan de salir por ahí con un chándal y tacones, como me las he visto en las revistas. Vestido a rayas marinero a medio muslo, sandalias rojas, gafas de sol extra grandes y sombrero borsalino. Vamos casi iguales, parece mi mini-yo. Pero está ¡tan mona! Voy a subir una foto al Facebook y todo.

Empezamos desayunado unos churros con chocolate, para coger fuerzas, y nos vamos directas a la peluquería. Tratamiento de belleza completo. Terapia tonificante, masaje, nos lavamos y peinamos, manicura rojo pasión... Cuando nos quisimos dar cuenta, ya era pasada la hora de almorzar.

Nos sentamos en una terraza a comer, a disfrutar del sol y a planear la tarde, que, básicamente, consistirá en comprar como locas. Saco el teléfono para sacarnos el obligado selfie y, de paso, ver los mensajes.

Le mando uno a mi madre diciéndole lo que hemos hecho y que estamos bien.

Veo que tengo uno de Toni donde me pregunta qué hago esta noche. Le contesto con la verdad, que hoy tengo el día completamente lleno con asuntos femeninos.

También tengo uno de Aarón.

¿Cómo se lo están pasando mis dos mujeres favoritas?

Compruébalo tú mismo. Ahora nos vamos de compras.

Le mando una foto de las dos sacando la lengua.

¿Compras? Me hacen falta algunos tangas de hilo para completar mi colección, ¿me puedo apuntar?

Casi al instante me llega una foto suya entornando los ojos y el labio inferior hacia fuera. ¡Pero qué payaso es!

Se lo enseño todo a Dani que se pone como loca de contenta, incluso, le manda un mensaje de voz diciéndole dónde estamos y que tiene 15 minutos para llegar. Es una mandona, pero sabe que lo tiene dominado; además, si Aarón nos acompaña, le comprará más cosas, asegurado.

Llega a los 15 minutos exactos, como si ya hubiera estado preparado. Pelo perfectamente peinado hacia arriba, vaquero desgastado, camiseta de algodón blanca básica de cuello en pico, zapatillas deportivas grises, Ray-Ban Aviator de espejo... ¿Ya he dicho que es sexy? Porque lo es, y mucho.

—Espero que me hallas dejado algo de comida, porque me muero de hambre —dice mientras se sienta y coge mi cerveza para darle un gran trago.

—¡Ey, gorrón! Pídete la tuya... Y, de paso, otra para mí, que tengo un calor mortal.

—Mamá, no hay que ser egoísta. Por una vez que podemos hacer algo los tres juntos y ya empiezas a quejarte. —Me coge la cerveza y se la pone delante a Aarón—. Bébetela, tito, que seguro que estás sediento.

¿Tito? Algo me huele mal, le va a pedir algo, seguro. Solamente le dice tito cuando le va a pedir algo muy importante. Me preparo porque sé que, con lo desesperada que es, no tardará mucho en preguntarle lo que sea.

Por lo menos espera a que se termine de tomar mi cerveza para empezar a hablar. No querrá que se atragante...

—Tito Aarón, ¿tú me quieres? —le pregunta con una voz que suena mucho más infantil que hace 5 minutos.

Lo que sea que vaya a pedirle tiene que ser gordo, porque empieza fuerte. A Aarón, el pobre, se le cae la baba. Es más inocente... Con todas las veces que mi hija le ha hecho la misma jugada y siempre acaba cayendo.

—Claro que te quiero, cariño. —La coge y la sienta en su regazo como cuando era pequeña—. Sabes que no te podría querer más, ni aunque fueras mi hija. Dime lo que quieres e intentaré solucionarlo.

Daniela sonríe. Sabe que lo tiene pillado y que puede hacer con él lo que quiera. Me mira y se pone seria. Estoy ensimismada con la imagen, es como ver un accidente en cámara lenta.

—¿Si tanto me quieres me... —le va a pedir un ordenador ,un viaje, un coche... algo grande, segurísimo—, me adoptarías?

Al final, la que se atraganta soy yo.