—14 —

VOY a la ducha corriendo. No porque tenga prisa por quitarme el sudor, lo que necesito es enfriar mi cuerpo unos grados. Este hombre me hace arder.

Al salir, me está esperando apoyado en la pared junto a la puerta de salida del vestuario. Está bebiendo agua, tiene los ojos cerrados; hasta verlo beber de la botella me parece sensual... Me acerco sin hacer ruido y me coloco delante.

—Hola, guapo —le digo con voz seductora.

Bueno, eso creía yo. De repente, da un brinco y me escupe toda el agua en la cara.

—¡Me cago en la leche! —grito.

—Lo siento. Lo siento. ¡Pero qué torpe! Lo siento... me asustaste. Estaba en un estado de duermevela —se disculpa—. ¡Otra vez el puto jet lag!

Todo esto lo dice mientras trata de secarme con sus propias manos. La cara, el cuello, los pechos... Sigo todos sus movimientos. Sé que no me toca de una forma sexual, pero los pezones se me ponen duros y mi respiración se vuelve pesada. Nota el cambio en mí y se para al darse cuenta dónde me está tocando.

—Entre lo de antes y esto —dice apretándome las tetas—, no nos van a dejar entrar nunca más.

Separa las manos, no sin antes sopesar el peso de mis pechos. Da un suspiro, como si le costara dejar de tocarme.

—Definitivamente, contigo no doy una, Cristina. Lo siento de verdad, normalmente no meto tanto la pata.

—Espero que no sea algo habitual. Te he conocido esta mañana y, por ti, casi acabo lisiada y empapada —bromeo—. Temo a la próxima vez que nos veamos... Hay tantas posibilidades: quemaduras, electrocución, decapitación, estrangulamiento...

—Pero qué simpática que eres... por si no te has dado cuenta, acabas de admitir que nos veremos otra vez. Así que mucho miedo no me tienes; la próxima vez que nos veamos —afirma—, tendré que esforzarme por no meter la pata y centrarme en complacerte...

Me coge de la mano y me saca del gimnasio. Me lleva unos metros hacia ninguna parte en concreto, me empuja contra la pared y me enjaula en sus brazos. Me mira intensamente, casi ni parpadea.

—No sé qué me pasa contigo. Me convierto en un puto pervertido cada vez que te veo... —dice—. Te juro una cosa: no voy a ser el único que vibre de excitación, las cosas no son divertidas si no están equilibradas... Te lo voy a hacer tan bien, que cada vez que pienses en mí, sentirás mi polla entre tus piernas.

Se pega más a mi cuerpo y me agarra la cara con las manos. Me ha dejado sin palabras. Una parte de mi cerebro registra que con Toni me pasa mucho.

—Casi creo que estoy obsesionado contigo. No sabes cuántas veces, desde que nos despedimos, he querido llamarte para comprobar que tu voz es tan sexy como la recordaba o si tienes esa personalidad tan adictiva. —Sigo en blanco. Soy esclava de las sensaciones; estoy rodeada de su cuerpo y de sus palabras—. Cuando te vi allí corriendo, con ese pantalón que te marcaba todo, casi caigo de rodillas y doy gracias al Señor... Le tengo que agradecer a Lola que me recomendara este gimnasio. Le compraré unas flores o lo que ella quiera.

Como me habla, ¡Dios!, me dan ganas de comérmelo. Todo lo que dice parece estar diseñado a excitarme, y vaya si lo consigue. Espera un momento. «¿Ha dicho Lola? ¿Ha nombrado a la pirada de mi jefa en medio de unas frases provocativas?» La bruma sexual se va evaporando y parece que empiezo a pensar con claridad

—Dime que no has nombrado a Lola en ningún momento.

—Ella me recomendó este gimnasio. Al principio me extrañó que una mujer mayor supiera aconsejarme sobre el tema, pero gracias a ella te vi otra vez...

—Joder, Toni. No le hagas caso a esa mujer. Está empeñada en casarme... y parece ser que te apuntó como candidato.

Definitivamente está loca de remate. «¿Cómo se ha atrevido a darle la dirección de mi gimnasio?»

—No te ofendas —dice—, pero no tengo la intención de casarme a corto ni a largo plazo; mucho menos, hacerlo con alguien a quien acabo de conocer...

—No te preocupes, no me ofendes para nada —replico—. Yo tampoco tengo prisa por casarme, pero no sé que le ha dado a esta mujer... Tiene una fijación conmigo.

—No sé qué decir... ella siempre ha sido un poco excéntrica, pero empeoró cuando, hace años, fallecieron su hijo y su familia. Sus muertes la dejaron un poco más tocada de lo normal; no sé muchos detalles. Solo que su hijo mediano, su esposa y sus hijos adolescentes, murieron en un accidente de coche... la información que tengo me la dijo mi abuela, que era amiga suya. Yo era joven por aquel entonces y tampoco le tomé mucha atención. Solo sé que sufrió bastante. Estuvo mucho tiempo deprimida... A lo mejor quiere que aproveches la vida, yo que sé... No se lo tomes en cuenta.

—Mirándolo así, no se ve tan mal... Quizás se ha obsesionado con que la vida es corta, no sé. Bueno, da igual. Tiene que dejarme tranquila de una vez. Si hasta hemos hecho una apuesta con lo de la boda... La que, por supuesto, voy a ganar yo. No me gusta vencer tan fácilmente a una anciana, pero es lo que hay.

—¿Qué apuesta? Dime, venga—pregunta, curioso.

—Es fácil. Ella dice que me casaré en un año y medio, y yo digo que no. —No le doy más detalles. No quiero que se descojone con lo de las agencias de contactos.

—Para mí, mucho mejor que no tengas planes de boda. Ya sabes que mis intenciones hacia ti son del todo deshonestas... un prometido me estorbaría.

—Toni, te lo puedo decir más alto, pero no más claro: no me quiero casar. Hace años que no disfruto de la vida y eso es lo que espero hacer durante un tiempo. —Lo miro directamente a los ojos, sin casi parpadear—. ¿Sabes qué es lo primero que quiero hacer?

Traga saliva y me aprieta hacia su cuerpo.

—Espero que lo que tengas pensado empiece contigo desnuda y acabe conmigo entre tus piernas...

—Bueno, te falta el nudo de la historia. Ya veo que no tienes mucha imaginación... En principio, yo estaría desnuda, y tú solo tendrías en tu cuerpo la saliva que iré dejando cuando lo vaya recorriendo con mi boca, lengua y dientes —le explico con voz seductora—. Nunca he tenido ganas de hacérselo a nadie, pero contigo haré una excepción. Te saborearé como si fueras un Calippo tropical; ese es un helado que me gusta mucho, solo espero que tu sabor me guste aun más...

Noto cómo su erección se sacude, la siento mucho más dura contra mi vientre. Cierra los ojos y respira hondo. Cuando los abre, veo pasión descarnada en ellos y eso me gusta.

—Lo que más me pone de toda esta situación, es que tengo la corazonada de que no le has dicho nada como esto a los otros hombres de tu vida. Saberlo me pone mucho más cachondo. Tienes una inocencia pecaminosamente perfecta. —Se agacha un poco abriendo las piernas y se frota contra mi sexo—. Cuando acabe contigo, no habrá nada inocente en ti.

Suena un teléfono, que empieza a vibrar en su bolsillo del pantalón. Lo coge, mira la pantalla y descuelga.

—Dime, Octavio... Gracias por llamar, lo había olvidado completamente... Estoy allí en 15minutos. Ten los planos preparados, por favor, los recojo y me voy.

Vuelve a guardar el teléfono y me toca la cara en una suave caricia.

—Parece que el tiempo nunca está a nuestro favor. Tengo que irme a una reunión de la que ni siquiera me acordaba —dice—. Una morena me ha tenido distraído durante todo el día... sal ya de mi cabeza, Cristina, así no hay quien se centre en el trabajo.

Me besa y me muerde el labio inferior, manteniéndolo un poco entre sus dientes para después chuparlo con fuerza. Eso hace que mi clítoris palpite, y cierro las piernas para mitigar un poco la sensación.

—No te preocupes, lo comprendo.

Lo abrazo y lo beso yo también. Nos exploramos la boca con las lenguas, alargando la despedida

Me acerco a su oído, le muerdo el lóbulo y le susurro:

—Espero que la próxima vez que nos veamos estemos totalmente solos y tengamos tiempo para explorarnos detenidamente. Viendo cómo besas, me dan ganas de comprobar si eres igual de bueno besando otras partes del cuerpo...

—No te preocupes, que hoy mismo tendrás noticias mías. Con esto del viaje no estoy muy al tanto de mi agenda, pero desde que llegue a la oficina, la comprobaré y te diré algo. No puedo esperar para tenerte desnuda en mi cama... Hoy voy a tener material de sobra para jugar conmigo mismo.

Se va y me doy cuenta de una cosa: fui una chica atrevida y me salió de forma natural... no sé cómo fui capaz de soltar todo eso por la boca, pero solo por la expresión que puso, valió la pena.

≪Te estás volviendo una chica mala, Cristina. Muy mala≫.