—24 —

REGRESAMOS a casa en un tiempo récord. A lo mejor, yo contribuí un poco a la rapidez... de repente, me sentí demasiado cansada como para quedarme más tiempo dando vueltas por ahí.

En mi mente tenía planeado el plan de escape perfecto: llegar a casa, asegurar que Dani se fuera pronto a la cama, ducha y repaso de la depilación del pubis, fingir delante de mi madre una llamada de alguna amiga en apuros y salir disparada. Un plan a prueba de bombas... si el pesado de mi amigo pensara irse de mi casa alguna vez, pero parece ser que ha decidido acampar en mi habitación.

Y para más inri, no puedo fingir una llamada delante de Aarón, conoce a todas mis amigas y estoy segurísima que se ofrecería a llevarme, y decirle que no hace falta que lo haga delante de mi madre sería muy sospechoso.

¡Fastidio de hombre! ¡Me va a estropear todo el plan!

Sí, tengo 28 años, no tengo que andarme con tantas tonterías. Si quiero salir, salgo, ¿verdad? Pues no es tan simple. Salir con un sencillo voy a dar una vuelta está fuera de lugar, por lo menos, si lo digo sin especificar con quién; mi madre es como la inquisición, tendría que darle algún nombre e inventarme alguna historia rocambolesca, «y seguramente poco creíble», para que me dejara tranquila. Decirle: mamá, voy a follar, no me esperes despierta, me parece fuera de lugar. Solo me queda la opción de la llamada fingiendo que hablo con alguna amiga de sus supuestos problemas, para que ella lo escuche de fondo, y pueda irme sin dar ninguna explicación que al final acabe delatándome.

No me acabo de terminar de creer la cara dura que tiene este hombre. Está todo a gusto acostado en el centro de mi cama, descalzo y con los vaqueros desabrochados. Se le ha levantado un poco la camiseta, mostrando parte de su terso abdomen. Necesito que se levante a la de ya. Me estoy empezando a poner nerviosa. Es verdad que no es la primera vez que lo veo de esta guisa, pero sí la primera desde que me he admitido a mi misma que me excita.

—No te pongas cómodo. Necesito descansar del día que me has dado hoy y ocupas toda mi cama con tu gran cuerpo —y menudo cuerpo—. Vete ya, por favor. De verdad que estoy cansada.

—¿Saber lo que siento por ti ha cambiado tanto nuestra relación como para que ahora necesites mentirme? —Se desplaza, haciéndome un sitio, y da unos golpecitos en el colchón para que me siente a su lado—. Me gustaría hablar un momento contigo. Aclarar algunas cosas.

—Vale, pero levántate y siéntate en la silla, no voy a hablar de nada contigo acostado como si estuvieras en la playa. —Ni muerta me meto en la cama con él y su tentadora masa corporal.

—¿Por qué no? No te voy a tocar, solo quiero hablar con mi mejor amiga sobre cómo me siento. —Me dedica una cara de pena que no se la cree nadie—. Y estoy muy cómodo donde estoy.

Cedo y me recuesto en el lado contrario. Menos mal que tengo una cama de 1,50 m porque no sé si habría aguantado la presión de estar cerca y no levantar ni un solo dedo para dibujar el contorno de su cuerpo.

—Vale. Habla, pero no te pases ni un pelo.

—Creo que deberías darnos una oportunidad. —Me tapa la boca con su mano para impedirme hablar—. Sé que te ha cogido de sopetón, pero ahora que por fin te has abierto a la posibilidad de estar con alguien, quiero que me tomes en cuenta.

Aparta la mano y noto que se ha acercado a mí. Ahora solo nos separa un palmo de distancia.

—No quiero que te lo tomes a mal, pero para mí solo eres y serás mi amigo —intento aclarárselo—. Porque a ti, de repente, se te haya metido en la cabeza que te gusto, no voy a cambiar de opinión.

—¿Por qué no me crees cuando te digo que no es algo pasajero? Desde que te vi por primera vez, sentí que algo en mi interior se agitaba...

—A eso se le suele llamar gases —le interrumpo.

—No seas estúpida, y lo que es peor, no me trates como a un estúpido a mí. —Pasa su brazo por mi cintura y me acerca a su cuerpo—. Sé lo que sentí, lo que aún siento. Lo noto crecer cada día, tanto, que a veces no tengo ni que pensar en ti para que me duela el corazón por ser tan gilipollas.

Su abrazo me aprieta tanto que puedo sentir cada contorno de su fibroso cuerpo.

—Es muy bonito todo lo que dices, pero no me creo nada. Pienso que ya te has cansado de tus amiguitas y buscas un nuevo reto. Solo te pido que eches el freno antes de que esto se te vaya de las manos. No quiero perder nuestra amistad.

—Perdóname por haber sido tan tonto, pero es que tenía mucho miedo. Al principio, era demasiado joven y no tenía ni idea de cómo actuar; luego, cuando fueron pasando los años, y después de que tuvieras a Daniela y salieras con esos dos subnormales, te cerraste en banda a cualquier tipo de relación, y yo me sentía frustrado. ¿Qué habría pasado en aquel entonces si te hubiera confesado que te amaba? ¿Qué no paraba de pensar en ti...? —suena resignado, como si lo hubiera estado considerando durante mucho tiempo—. Habrías huido sin mirar atrás y lo sabes. Dejándome solo, sin ti y sin la hija que me diste. Es tuya, pero también es mía. Sé que no lo es de sangre, pero sí donde más importa, de corazón. La criamos juntos, y si la hubieras apartado, si te hubieras apartado de mi lado, me habrías matado. —Pasa sus dedos por mi barbilla en una suave caricia—. Ella es mi corazón, pero tú eres mi alma. Sabes que un cuerpo sin esas dos cosas se convierte en un recipiente vacío.

Me está desgarrando por dentro, pero no puedo ceder y creer lo que me dice.

—No me vengas con lisonjas. Pareces olvidar que sé que mucho no has sufrido. No te deberías de haber sentido muy frustrado o triste cuando saltabas de una mujer a otra. Conozco todas tus historias, hasta el más mínimo detalle. —Estoy harta de que se haga la víctima—. La cuestión es que era mucho más fácil para ti tirarte a cualquier cosa con falda que confesarme lo que sentías. Y mientras yo me abstuviera de estar con hombres con los que competir, te sentías muy cómodo en el papel de mejor amigo.

Se sienta y se pasa las manos por la cara con frustración.

—Joder, esa es una de las razones por las que no te dije nada. Cuando empecé a salir con chicas, quería que me vieras deseable, no solo como tu vecino. Pensé que a lo mejor sentirías curiosidad por lo que veían las otras chicas en mí... —dice—. Cuando por fin me di cuenta de que esa táctica no funcionaba y que tampoco iba a funcionar, tú te negabas a salir con nadie. No permitías que ningún hombre se te acercara ni para preguntarte la hora... por eso te animé a que abrieras los ojos y que te interesaras por los chicos. No sé... que ligaras un poco y que adquirieras experiencia y confianza en ti misma, para que, llegado el momento, y por fin te confesara lo que sentía, no sintieras que te faltó nada por vivir si empezábamos una relación...

—¡Ah! Ya entiendo... tú lo que querías era sentirte un poco mejor al animarme a salir con chicos. Intentar igualar marcadores y eso.

Aarón se pasa las manos por la cabeza varias veces hasta que su pelo, siempre perfecto, parece cortado por unas tijeras de podar.

—Eres una cabezota. En vez de enfocar tu atención hacia la parte en que te confieso que te quiero más que a mi vida, te centras en las mujeres que me he tirado... —Abre mucho los ojos y dice: —Estás celosa, Cristina.

¿¡Eh!? ¿Pero de qué está hablando? No estoy celosa, estoy indignada.

—No lo estoy, y tú nunca has dicho que me quieres —refunfuño como una niña—. Lo que pasa es que no entiendo cómo a las demás te acercabas como si nada y a mí no me tratabas como a una mujer que te atraía a menos que estuviera borracha...

—Siempre te he visto como a una mujer. Joder, si hasta verte hacer tu ridículo baile de la victoria me pone... —Me agarra y me obliga a levantarme y a sentarme frente a él—. Solo me atrevía a decirte cómo me sentía cuando estabas borracha, es verdad, pero solo porque te pones muy cariñosa cuando bebes; me abrazas y me dices cosas como que te gustaría haberme conocido en otras circunstancias para poder meterme mano disimuladamente... te desinhibes, y yo pierdo el miedo al rechazo. Lo único malo es que nunca recuerdas lo que haces. Es una pena, eres una borrachina muy linda.

¿Que yo le digo qué? Voy a dejar el alcohol inmediatamente.

—Siento si de alguna forma te he dado esperanzas. Es el alcohol, ya sabes... Tampoco voy a negar que me pareces guapo, pero eso ya lo sabes, es normal que a veces piense en meterte mano.

Nos sonreímos y me convenzo de que podemos pasar de largo este bache en nuestra relación. Dentro de poco todo estará olvidado.

—Tengo una idea —dice un Aarón pletórico—. Vamos a besarnos.

—Déjate de boberías. —Besar esa sexy boca, por favor... «¡Sí!»

—Nos atraemos, y besarnos será una forma de sacarlo fuera. Ya verás que después de hacerlo nos reiremos.

¿Qué puedo perder? Por lo menos dejaré de preguntarme por su sabor.

Me acerco despacio, tomo su cara suavemente entre mis manos y le doy un pequeño beso tentativo con la boca cerrada, probando la calidez de sus labios. Me coge por la cintura y pega nuestros cuerpos hasta el punto en que ni el aire puede pasar entre nosotros. Me vuelvo valiente y le beso otra vez, pero ahora entreabriendo los labios, sintiendo cómo mi lengua quiere escapar de mi boca.

Lo agarro con más fuerza y me lanzo a matar. Abro la boca y lo devoro. Se la como con un ímpetu nunca visto en mí. Le lamo los labios, se los muerdo... Nuestras lenguas se enredan y tengo que separarme para poder respirar.

Nos miramos a los ojos y me veo reflejada en sus brillantes iris. Veo lujuria y pasión. Veo amor.

—Seguramente lo lamentaré después, pero no puedo parar —susurro y me lanzo hacia sus brazos.

Rodamos juntos hasta colocarme debajo de su cuerpo y siento la dureza de su piel... su sexo largo y grueso entre la uve de mis muslos cuando me aplasta bajo su peso. Abro las piernas para acomodarlo y sentirlo aún más fuerte, más real. Esta vez no sé si podre detenerme, ni siquiera para respirar.

Las sensaciones me abruman, pero estoy segura de una cosa... Cuando Aarón me besa, todo se siente correcto.