—12 —
TONI es muy divertido. Me habla de sus momentos más extravagantes al crear el jardín de ensueño de los demás, como la vez que, terminando los últimos detalles de un jardín renacentista, se acercó a sentarse en la fuente central para comprobar que todo estaba bien a su alrededor y se llevó un susto de muerte. Al dueño le pareció que meter un caimán dentro era una manera efectiva de disuadir a sus amigos para que no la convirtieran en una fuente de los deseos... Se fue a su casa con medio culo por fuera. Cuando termina de contármelo, no puedo parar de reírme.
—Casi todos los ricos tienen sus excentricidades. Solo tienes que saber lidiar con ellas —dice—. Aunque mi culo, en ese momento, no estaba muy contento...
La conversación fluye sola y cuando me doy cuenta, ya es la hora de comer.
—¿Tienes que volver ya? —pregunta—. Podríamos almorzar juntos. No quiero ser el único que ha contado cosas vergonzosas sobre su vida. Me merezco la revancha y si te quedas, te podré sonsacar información privilegiada...
—Espera, voy a consultarlo.
Me apetece muchísimo. Le mando un mensaje a Lola, que me dice que no me necesita hasta las tres
—Soy toda tuya por dos horas más...
Me doy cuenta un poco tarde que ha sonado como una invitación, y por la forma en que me mira... él también se ha dado cuenta.
—Cristina, si realmente fueras mía por tiempo limitado, no desaprovecharía el tiempo en un bar... —dice—. Si estuviéramos muy desesperados, el baño podría servir. Pero lo que yo quiero hacer contigo tomaría mucho más tiempo, y no creo que podamos ocupar el baño indefinidamente...
Estoy con la boca abierta. No me esperaba nada tan directo.
—¿Quieres otra cerveza? —me pregunta tranquilo como si no me hubiera provocado un amago de infarto hace cinco segundos.
Tengo que sobreponerme. Soy una chica atrevida y segura de mí misma.
—¿Intentas emborracharme...? Porque te advierto que tengo más aguante que muchos hombres que conozco... —«menuda trola»—. Además, en horas de trabajo, dos es mi límite permitido, y solo si hace mucho calor; no quiero desilusionarte, pero no me tendrás borracha hoy...
—No te preocupes, estás a salvo conmigo. No te quiero ebria, me estoy divirtiendo bastante así. Si quisiera hablar con una mujer borracha, iría a cualquier discoteca y buscaría alguna por allí... —Se pone serio—. Me sorprendió que pidieras una, la verdad. La mayoría de las chicas asocian el beber cerveza con emborracharse y no con refrescarse, como tú.
Me parece que no conoce a muchas mujeres...
—Pues, si te veo otra vez, te seguiré sorprendiendo. La cerveza es mi tercer vicio favorito.
—¿Y cuáles son los dos primeros, si se puede saber...?
—Los zapatos y los libros, y no siempre en ese orden. Tengo montañas de las dos cosas, «y me parecen pocos». Te daré, gratuitamente, por supuesto, una lección universal que todo hombre debería saber sobre la mujer: nunca se tienen demasiados zapatos, cuando vemos alguno que nos guste, es como el amor a primera vista... —digo—. Por otro lado, la lectura me enganchó de pequeña. Un buen libro me hace tan feliz que me cambia hasta el humor... Lo único malo que les veo, es que ocupan mucho espacio. Al paso que voy, tendré que mudarme a una nave industrial.
—Eres una viciosa muy sana... muy inocente... me esperaba algo más pervertido —dice en tono malicioso.
—¿Inocente? Sí, podría ser... No tengo una doble vida en la que voy vestida de cuero fustigando a los hombres. Nunca digo nunca, porque no se sabe lo que el futuro puede depararme, pero como aún no lo he probado... —explico—. La gente se cree que sencillo es igual a aburrido. No creo que sean siquiera complementarios; hay mucho que hacer en esta vida y mientras todo sea consensuado, se puede hacer de todo; sé que me falta experiencia en muchas cosas, pero tal vez no tenemos el mismo concepto de inocencia. No siempre lo que ves es lo que hay...
—Las cosas no son siempre lo que parecen. En este poco tiempo que hemos pasado juntos me he ido dando cuenta de ello. ¿Y sabes qué...? Me encantará descubrir todos tus pequeños matices... No sé por qué, pero estoy convencido de que nos vamos a divertir mucho juntos.
Este tío me excita, joder. Esa forma de hablar me tiene loca. No dejo de imaginármelo sin camiseta...
—Estás muy seguro de ti mismo. Pero me parece que te vas a llevar una grandísima desilusión...
—No creo que me equivoque en esto. No cuando veo cómo me desnudas con la mirada y tienes los pezones marcados bajo la camiseta... es justo que estés así, porque yo la tengo tan dura que casi me duele. Fue uno de los motivos de invitarte a almorzar, no puedo salir con una erección a la calle. Aunque creo que fue un error, porque ahora solo puedo pensar en si tienes las tetas tan perfectas como me imagino.
Ya está... acabo de tener un orgasmo. Como sea tan bueno entre las sábanas como los es hablando, moriré.
No soy tan atrevida y segura de mí misma como pensaba... Soy una cobarde, joder. No se me ocurre nada que decir; creí que coquetearíamos un poco y que lo estaba haciendo bastante bien para ser la primera vez.
Nunca se me pasó por la cabeza algo tan expresivo y directo. Se me fue el color de la cara. No tengo experiencia, si no se dio cuenta, ahora lo sabe seguro.
No puedo ni mirarlo a la cara. Estoy muy avergonzada, pero a la vez, bastante excitada y esta vez no estoy segura de que no se complementen... Hace tiempo que no estoy tan cachonda y eso que ni siquiera nos hemos rozado. Estoy tentada a sentarme a su lado para ver si el bulto de su pantalón es tan grande como me imagino.
Siento un cosquilleo entre los muslos, es mi sexo que vibra de anticipación... Mi clítoris palpita. Cierro las piernas con fuerza para atenuar la sensación, pero es peor el remedio que la enfermedad. La costura de mi vaquero crea una fricción torturadora.
De repente, me suena el móvil, un mensaje. Al final, acabo tapándome los pechos con un brazo mientras manipulo el teléfono rápidamente para intentar tranquilizar las respuestas de mi cuerpo...
Es mi hija. El fuego disminuye al ver la foto que me ha mandado. Es ella con una especie de sombrero de chino que habrá hecho en el cole. Está preciosa; la sonrisa me llega de oreja a oreja.
—Estoy celoso. ¿Quién es la persona que tiene la capacidad de ponerte esa cara de tonta? Espero que no sea un novio, porque no me gusta compartir... dime que no es un novio o marido, por favor.
—No, nada de eso. Es mi hija —se lo digo sin rodeos, no tengo nada que ocultar. Daniela es lo primero—. Me acaba de mandar una foto muy graciosa.
Le paso el teléfono para que la vea.
—¡Guauu! Es lindísima y también muy mayor... —Pasa la mirada de la foto a mí varias veces—. Se parecen mucho, aunque ella es más guapa que tú.
—Si intentas ofenderme, estás consiguiendo todo lo contrario. Sé que es más guapa que yo, y más lista también. —El ambiente ha cambiado, no más juegos por hoy—. ¿Te molesta que tenga una hija?
—No, mujer, solo me ha sorprendido. Me encantan los niños, de verdad. El padre y tú tienen que estar muy orgullosos...
—Yo estoy muy orgullosa de ella. Me quedé embarazada a los 17 y la crié sola. Bueno, mi madre me ayudó... y no hay día que no me alegre de la decisión que tomé; no todo fue bueno, pero salimos adelante —le cuento.
—Tenía razón en lo de descubrir todos tus matices... pues este es uno que me encanta. Tuvo que ser duro criar a una niña tú sola, tan joven. —Suelto el aire que ni siquiera sabía que retenía en los pulmones—. Me has quitado un peso de encima, estaba a punto de ir a confesarme a la iglesia más cercana. Es un pecado tener pensamientos impuros, y mucho más si la mujer es casada...
Me río con ganas. Es incorregible. Seguimos almorzando tranquilos, hablando un poco de todo.
Al marcharme, me pasa una tarjeta en la que ha escrito por detrás su número personal, haciéndome jurar que le llamaré.
Entro al edificio y en un impulso saco la tarjeta y le mando un mensaje.
Aún me tienes que demostrar que eres bueno con las manos... Besos, Cris.
Al momento, responde:
No solamente soy bueno con las manos... lo oral se me da bastante bien también. Siempre estoy preparado para dar un buen discurso.
Sonrío. Este hombre me gusta de verdad.