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SALIR de mi edificio se convierte en un juego de voluntades contra mí misma... Obligarme a seguir hacia delante es una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer.

¿Cómo es posible que me pasen este tipo de cosas? Si tuviera una máquina del tiempo, la usaría para retrocederlo, «y no dejar escapar a Aarón de mi lado desde que le abrí la puerta esa primera vez...». ¿De dónde ha salido ese pensamiento? Me siento tan confusa que ya ni mi propia mente me obedece.

Tengo que centrarme en Toni y en su muy besable cuerpo, y dejar de pensar en Aarón, «y en su muy besable cuerpo...»

«Joder, Cristina. Para de una vez.»

Desde que esté en los brazos de Toni, se acabará toda la bobería que tengo encima. Sí, todo lo que me hace falta es correrme hasta decir basta, y mi mejor amigo seguirá siendo solo eso: mi mejor «e íntimo» amigo.

Otra vez esa voz en mi cabeza... Tiene que parar. Hay momentos en que vocea tan alto que casi no puedo concentrarme.

Llego a la dirección que me ha dado Toni y cuando voy a tocar el portero automático, la puerta se abre sola. Con el ceño fruncido levanto la mirada y me fijo en la cámara que se encuentra en una esquina del marco de entrada.

Por lo que parece, estaba esperando mi llegada. ¡Qué espeluznante...!

Cuando salgo del ascensor, él ya me está esperando con la puerta abierta. Solo lleva puesto un vaquero oscuro que le cuelga por las caderas, dejando ver un poco de sus slips, y una sonrisa en su bella cara. El pelo peinado (o despeinado), según su estilo habitual, caído por la frente.

Hay que reconocer que es un hombre que quita el sentido, y yo no soy inmune a sus encantos, pero ya no es lo mismo.

No puedo evitar compararlo con ese cuyo nombre me niego incluso a pensar... uno rubio, otro moreno; los dos altos y atléticos, pero el moreno lo es mucho más... Mirada seductora en ambos casos, pero el color negro en la del innombrable me quema por dentro... unos ojos que no solo muestran lujuria, sino también amor, que me llenan y me hacen sentir completa.

Definitivamente, estoy enamorada de Aarón.

Menudo momento para tener semejante revelación. Un hombre guapo esperando en su puerta para darme placer, y yo confesándome enamorada de mi mejor amigo.

¡Soy una tonta! Ni siquiera lo vi venir. ¿Cómo no pude darme cuenta antes...?

Decidida a comprobar de una vez por todas si es verdad lo que mi corazón acaba de enseñarme, me acerco a Toni con paso vacilante, pero decidido, dispuesta a encontrar la verdad de mis sentimientos y dejarme de confusiones o dudas sin sentido.

Dibujo en mi rostro la mejor y más seductora de las sonrisas y le digo:

—Me han dicho que aquí se celebra una fiesta privada, de esas en las que todo el mundo acaba desnudo... ¿estoy en lo cierto?

—Ahora que por fin has llegado, la fiesta ya puede empezar —dice sonriente.

Como en todos nuestros anteriores encuentros, no se hace mucho de rogar y va directo al lío. Me agarra y me aprieta contra él de manera que puedo sentir que ya está erecto contra mi estómago; y al sentirlo de esta manera, aunque mi mente no está cooperando como hace normalmente, mi cuerpo se estremece en respuesta al suyo.

Me pasa la lengua con lentitud por la comisura de los labios y volteo la cara para exponer la piel de mi cuello. No me parece correcto que nuestros labios se toquen mientras tengo el sabor de Aarón en mi boca...

Aún abrazados, atravesamos el umbral y me dejo dirigir a donde Toni quiera llevarme. Pasados este punto, me guio por las sensaciones de mi cuerpo. Y mi cuerpo quiere lo que le he estado negando durante todo el día: satisfacción.

Sé que vine aquí con una misión, con un propósito... pero cuando lo siento contra mí de esta manera, pierdo la capacidad de pensar en cualquier cosa coherente; mi atención concentrada en la humedad que se acumula entre mis piernas...

Pasado un tiempo, noto que caigo hacia atrás, con Toni siguiéndome y aterrizando en una mullida cama. Nuestros cuerpos entrelazados en un mar de extremidades que no paran de tocarse.

Poniéndose de rodillas, me sube el vestido mientras con sus dedos va acariciando mi cuerpo hasta sacármelo por la cabeza y lanzarlo por encima de su hombro.

Siento su lengua húmeda en mi piel, mojando mis erectos pezones a través del encaje de mi sujetador a la vez que empuja mis bragas hasta conseguir sacarlas por mis tobillos. Posa su mano posesivamente en mi vagina palpitante, haciendo presión en mi hinchado clítoris con el talón de la mano y acariciando mis pliegues con sus expertos dedos, en un movimiento que está consiguiendo volverme loca.

—No puedo aguantar más. Necesito metértela —gime ansioso—. Desde que te vi esta tarde, estoy desesperado.

Mis brazos, que no han dejado de acariciar todo su cuerpo, van hacia la cremallera de su pantalón, bajándola lo suficiente para crear un espacio donde meter la mano, llegar sin dificultad a su miembro y acariciárselo con movimientos perezosos...

Se retira de mi agarre y coge un condón de la mesilla de noche, se baja el pantalón lo suficiente como para dejar su miembro libre, se coloca el preservativo lentamente mientras me mira a los ojos con descaro.

—Espero que estés preparada para ser follada, porque yo estoy más que preparado para hacerlo.

Se agarra la erección con una mano y la lleva hasta la entrada de mi sexo para introducírmela de un solo golpe.

Sin parar de penetrarme, me coge de las rodillas para levantarme y llegar más profundo; cierro los ojos para sentir con más intensidad y, por un momento, lo consigo. Solo oigo el sonido de nuestras respiraciones y el de nuestros sexos al chocar, pero junto con el placer, me vienen a la mente unos pícaros ojos negros y una sonrisa lobuna, seguidos de un cuerpo hecho para pecar.

Toni no me da tregua, fustigándome con sus caderas, mientras en mi cabeza se va formando la silueta de Aarón y en mi cuerpo la necesidad de explotar se magnifica. Me voy a correr y no sé cuál de los dos hombres lo está provocando.

—¡No pares, por Dios! —digo entre gemidos—. Me corro... me corro Aar... ¡Aah!

Mi cuerpo se estremece de placer entre gritos de éxtasis. No puedo parar, un orgasmo tras otro me dejan exhausta... Siento que Toni me aplasta con su peso al terminar, pero estoy tan relajada que es como si estuviera fuera de mi cuerpo, viéndolo todo desde arriba.

¿He estado a punto de gritar el nombre de Aarón en medio de un demoledor orgasmo?

De repente, incómoda, necesito irme. Dando una mala excusa, empiezo a vestirme ante la mirada interrogante de Toni. Le doy un beso en la mejilla y me voy a casa, dejándolo confundido y medio desnudo en su cama... ya me preocuparé de eso otro día.

Nunca había tenido tanta prisa por llegar; el taxi no iba lo bastante rápido y las escaleras se me hacen interminables... cuando llego a mi piso, me encuentro en el rellano a un Aarón taciturno, sentado en el suelo entre las dos viviendas.

Alza la mirada al oírme y se levanta con calma. No dice nada, sabe lo que ha pasado... en absoluto silencio, me coge de la mano y me lleva hasta su casa. Entramos en el baño y me ayuda a quitarme la ropa; estoy tan conmocionada que ni siquiera me importa que sea la primera vez que me ve desnuda... me lava con mimo, acariciando mi piel, relajándola... me seca, me envuelve en una toalla y nos vamos a su habitación.

Me alcanza una de sus camisetas para que me la ponga mientras él se acomoda, hasta quedar en ropa interior. Aparta las sábanas de la cama y nos apresuramos a meternos dentro.

Apoyo la cabeza en su duro pecho e introduzco una pierna entre las suyas, adoptando una posición que parece familiar entre nosotros, aunque es la primera vez que la hacemos.

Siento cómo con una mano juega con mi pelo aun húmedo entre sus dedos, y con la otra acaricia mi muslo en un movimiento circular, consiguiendo que mi piel se erice al igual que si tuviera frío.

El lejano sonido del tráfico y el de nuestras respiraciones logran romper este silencio que nos envuelve en una cómoda calma.

Las lágrimas resbalan de mis ojos mojando su musculado pecho. Lágrimas de dolor... lágrimas de alegría... lágrimas por el tiempo que hemos perdido y por el que aun nos queda por vivir.

—Te amo, Aarón —susurro muy bajito.

Por un momento, detiene sus movimientos, pero los retoma al instante.

—Duerme, Cristina. Mañana será otro día.

Me aprieto contra su cuerpo, sintiendo la absoluta certeza de que ahí es donde debo estar. Su estrecha cama es mi nuevo lugar favorito.

Poco a poco, gracias al calor que transmite su cuerpo y a su olor que me rodea, consigo relajarme y mis ojos empiezan a cerrarse. Entre la bruma del sueño me parece oír su voz:

—Yo también te amo, Cristina.

Y así, me dejo llevar y me duermo con una sonrisa dibujada en los labios.