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TODO EL PERSONAL del restaurante se encontraba celebrando la gran fiesta de despedida para Adrián. El ambiente no podía ser más feliz y jovial. Sonaba una animada música latina y se servían mojitos y caipiriñas. Estaban Margarita, la voluntaria del hospital, y casi toda la plantilla del restaurante.
—Me he enterado de que a Víctor le han dado el alta —le contó Margarita a Adrián gritando por encima de la música.
—¡Qué bien! —exclamó él.
—Abida va a echarte de menos —le confesó ella a modo de despedida.
—Tendrás que aprender a cantar, Margarita —le dijo Adrián con simpatía.
—Tú sabes que no será lo mismo —bromeó ella.
—Dale muchos mimos de mi parte —le pidió él, serio.
Joana, Estela, Román y Dumitru se acercaron, y todo el grupo brindó por un porvenir prometedor para todos y por la supervivencia de su amistad. Alguien entró en el local, y Adrián dirigió la mirada hacia la puerta, expectante. Eran Abdul y Kamal. Aunque sonrió, alegre de verlos, un intenso sentimiento de decepción lo invadió.
Adrián salió a la calle a tomar el aire. A pesar de toda la felicidad que se respiraba en aquella fiesta, él estaba algo pesaroso. Unos instantes más tarde, salió Joana y le ofreció un vaso de vino.
—La echas de menos, ¿no? —le preguntó ella, conociendo perfectamente la respuesta.
—Pensé que vendría —le confesó Adrián.
—No la culpo. A nadie le gusta decir adiós —le dijo Joana.
Él bebió en silencio.
—Te voy a echar mucho de menos, españolito —le reveló ella, emocionada.
Adrián le puso un brazo por encima del hombro, cariñoso.
—Creo que no te lo he dicho. Pero gracias —le dijo él de corazón.
Joana lo miró con infinito cariño y se abrazaron largamente.