18

ADRIÁN ENTRÓ EN silencio en el teatro y se quedó al final del patio de butacas observando callado el ensayo. Le dio la impresión de que todo iba de maravilla sin él y de que nadie lo echaba en falta y eso lo hizo sentir terriblemente mal.

—¡Muy bien, chicos! ¡Descanso de diez minutos! —gritó Gustavo, aparentemente muy satisfecho con el trabajo del grupo.

Cuando la gente comenzó a dispersarse para beber agua, Jaime se acercó a Sonia y le susurró algo al oído, y ella se rió coqueta. Gustavo se giró hacia la entrada y descubrió a Adrián al fondo.

—¡Adri! ¡Espérame en el vestíbulo!

En cuanto Sonia oyó a Gustavo pronunciar el nombre de Adrián, se alejó de Jaime nerviosa y se escondió entre bastidores. Adrián asintió al director sin decir nada y salió al vestíbulo. En un par de minutos, Gustavo llegó con un sobre en la mano.

—Toma —le dijo, haciéndole entrega de él.

—Pensaba que lo ingresaríais directamente en mi cuenta —dijo Adrián, confuso.

—Bueno, dadas las circunstancias… he creído oportuno dártelo en mano.

—¿A qué te refieres? —preguntó él, desconcertado.

Gustavo guardó silencio, y Adrián abrió el sobre, que, para su sorpresa, tan solo contenía un par de billetes de veinte.

—Será una broma… —espetó Adrián.

—Es el dinero que te has gastado en el tinte con el traje —le aclaró Gustavo no sin cierto cinismo.

—Y ¿lo demás?

—No hay más, Adri —contestó el director, tranquilo—. Puedes estar contento. La productora quería demandarte por incumplimiento de contrato. Menos mal que me llevo bien con Gonzalo y conseguí convencerlos de que no lo hicieran.

—Estaba esperando ese dinero —dijo Adrián como expresando un pensamiento íntimo en voz alta, aún sin comprender nada.

—Esto es lo que hay. Te lo avisé, Adri.

Adrián hizo el amago de devolverle los billetes a Gustavo para mantener cierta dignidad.

—Quédatelo, Adri —le dijo él, rechazando el dinero—. Lo vas a necesitar.

A Adrián no le salieron las palabras. Se guardó el dinero, se tragó su orgullo y se marchó.