Capítulo 33

 

 

 

Kevin y Daniel fueron llevados en helicóptero desde el Aeropuerto Internacional de Dulles hasta Langley, el cuartel general de la CIA. Pronto estuvieron frente al escritorio de Charles Day. Él los saludó efusivamente, en especial a Kevin.

—Sabía que podrías hacerlo —dijo.

—Si no hubiese sido por la ayuda de Contreras, no lo hubiera logrado.

—Dime todo lo que sepas, Contreras.

—Por desgracia, no es mucho, señor. Estuve casi todo el tiempo encerrado en un cuarto de dos por tres. Pedí muchas veces hablar con el jefe Zahir hasta que él accedió y traté de convencerlo de que yo era fiel al islam, para ver si de esa manera podía tener más libertad de movimiento.

—¿La llamada que hiciste antes de que te agarraran fue bajo coacción?

—No. Era necesaria, porque no confiaban en mí y debía resultar convincente. Me arriesgué y di la mayor información que pude.

Charles Day escuchaba a Daniel pero su mente no estaba muy centrada en él.

—Bien, Contreras, necesito un informe por escrito. Te llevarán a una oficina donde podrás poner en limpio todo esto. —Señaló los folios escritos a mano que yacían sobre la mesa.

—Como diga, señor. También quiero decirle que solicito mi baja.

—Hablaremos después, Contreras. Pierde cuidado.

Al salir Daniel, se dirigió a Kevin.

—Ian no parece haber regresado a los Estados Unidos.

—Sé que está aquí. Estuvo en el aeropuerto de Qatar antes de que llegáramos Contreras y yo. El último vuelo hacia América fue uno hacia Montreal. Tiene que estar por llegar a Washington si no lo han agarrado ya.

—¿Cómo lo sabes?

—Por esto. —Puso el gorro negro de lana sobre el escritorio—. Es de él, no tengo la menor duda.

—Tenemos gente desplegada en todas las entradas a la capital y él no ha sido ubicado.

—Ese es el problema. Ustedes están buscando a alguien con otro nombre pero con el aspecto de mi hermano. Yo estoy seguro de que él no solo debe haber cambiado de nombre; también su apariencia y nacionalidad. Habla árabe y francés. Creo que debe andar por ahí como francés, y se debe de haber puesto alguna peluca, recuerde que apenas tiene cabello. Eso cambiaría su apariencia de manera absoluta.

—Demonios… voy a pasar el aviso ahora mismo.

—En algún momento, Contreras mencionó una conversación que escuchó mientras estuvo en Pakistán. Parece que algún jeque árabe a través de Osfur Abyad invirtió muchísimo dinero en una construcción en los Estados Unidos hace cuatro años. Estaba decepcionado porque hasta el momento no había servido de nada. Según Daniel escuchó decir, «había llegado el momento» ¿Sabes de alguna construcción importante?

—No se me ocurre nada. En este país se construye tanto…

—Pero debe de haber alguna relacionada con lo que nos atañe, Charly. Paloma Blanca no solo es el apelativo que usan para mi hermano Ian, sino también para la Casa Blanca, ¿no te parece? Un juego de palabras.

Day sostuvo la barbilla con su índice derecho por un rato y cuando miró a Kevin, éste supo que había encontrado algo.

—Pero sería imposible… Si fuese cierto, ya no podríamos confiar en nadie —caviló en voz alta antes de decir lo que pensaba—. El ala oeste de la Casa Blanca, se inició una construcción en el 2010.

Dio orden a su secretaria de que le comunicaran con la Administración de Servicios Generales.

—Tiene sentido. Si existe alguna vinculación entre lo que se hizo en el ala oeste y al-Qaeda sería terrorífico.

—¿Quién fue el contratista que hizo la remodelación del 2010 en la Casa Blanca? —preguntó Day a la secretaria de Dan Tangherlini, el administrador de GSA que en ese momento no estaba en el despacho.

—Déjeme ver… —dijo ella mientras buscaba en la pantalla—. La remodelación se hizo bajo la administración de Martha Johnson… tres pisos bajo tierra y conexiones con la Casa Blanca, renovación de cañerías, alcantarillado y las instalaciones eléctricas. El adjudicatario fue Larry Gordon y Cía. Services & Construction. 

—¿Puede darme sus datos?

—Cómo no. Un momento, aquí dice que Martha Jonhson renunció a su cargo por deficiencia en su gestión por pagos indebidos.

—¿Tiene información del directorio que conforma Larry Gordon y Cía.?

—Espere un momento. Sí, tiene muchos socios, ¿qué está buscando exactamente?

—Páseme la información por favor, todo lo que tenga acerca de la remodelación y de esa empresa. Cuando lo vea, sabré qué es lo que debo encontrar.

—Como usted diga, señor Day. No tengo los planos, solo algunos datos técnicos.

Segundos después Day y Kevin tenían frente a ellos una lista de nombres y empresas.

—Busquemos solo empresas de Arabia Saudí.

—Aquí está: Sulaimán Abdul Aziz al-Rajhi. Ese nombre me suena.

Tecleó el apellido en la pantalla y de inmediato apareció la ficha de Salel Abdul Aziz al-Rajhi, un magnate saudí dueño de una fortuna multimillonaria en la que figuraban empresas de construcción y muchísimas organizaciones benéficas. Uno de los miembros de su organización era Abdul Rahmán al-Moudi, que financiaba a los grupos terroristas más peligrosos del mundo. Condenado a veintitrés años de prisión en 2004, había sido asesor de asuntos islámicos y recaudador de fondos para los partidos demócrata y republicano y consultor del Pentágono por más de diez años.

—¿Veintitrés años de cárcel por financiar a políticos y por trabajar para el Pentágono? —preguntó Kevin.

—No. Solo por asuntos relacionados con impuestos y por conspirar para asesinar al entonces príncipe saudí Abdullah. Pero SAAR son las siglas de Salel Abdul Aziz al-Rajhi.

—Esto es una cloaca.

—Y nunca podremos comprobar hasta qué punto están relacionados los saudíes con el terrorismo internacional. Los políticos son capaces de vender su alma al diablo con tal de estar en el poder.

—Algo se logró al desmantelar la red SAAR, aunque sigue operando en otros países. Comuníqueme de inmediato con el administrador de la GSA —ordenó a su secretaria por el interfono.

—¿Qué es esto? —preguntó Kevin al mirar la agenda que tenía Day al lado del ordenador.

—El perdón del pavo. Será mañana, un día antes del Día de Acción de Gracias. Ya hay vigilancia desplegada en toda la zona.

—Te sugiero que la ceremonia se haga puertas adentro.

—Tienes razón, será lo mejor.

—La administradora al habla, señor Day —anunció la secretaria.

—Buenos días, hablo con…

—Soy la administradora adjunta de la GSA, Denise Roth.

—Señora Roth, le hablo de la Agencia Central de Inteligencia, soy Charles Day. Necesito los planos finales de la construcción que se inició el 2010 en el ala oeste de la Casa Blanca, es un asunto de seguridad nacional.

—Voy a comunicarme con el departamento de licitaciones y le informo. Para esa época yo no estaba a cargo, empecé en marzo de este año.

—¿Quién estaba…? —Charles se detuvo. Sabía que sería inútil preguntar—. Se lo agradecería, es urgente, por favor.

Hizo un gesto negativo con la cabeza mirando a Kevin.

—No puedo perder más tiempo, tengo que ir al ala oeste de la Casa Blanca. Debo encontrar lo que sea que construyeron además de los tres pisos de sótano.

—Kevin, deja que se ocupe la agencia, no sabemos cuántas personas están en esto.

—Es solo Ian, estoy seguro. Y si lo conozco, ya debe estar en Washington.

—Si algo sale mal serás responsable.

—Lo sé. Te prometo que solo investigaré el terreno y te avisaré.

—Toma. —Le dio un teléfono satelital—. Tienes mi número en él. Estaré pendiente, no lo olvides.

—Necesito cambiarme de ropa, con este uniforme llamo demasiado la atención.

Day abrió el vestidor y le dijo:

—Escoge lo que pueda quedarte bien, somos de la misma altura.

Kevin cogió unas sudaderas color plomizo, pantalones y zapatos deportivos. Un chaleco con bolsillos para guardar el teléfono

—Calzamos igual. Oye, esos son nuevos… —reparó Day.

—Mejor.

—Toma —dijo Day alargándole una correa de seguridad con un arma—. Está cargada. Espero que no tengas que usarla.

Kevin se la puso y verificó la Beretta.

—Eso espero yo también.

—De todos modos desplegaré la vigilancia.

—Lo harán huir, Charles, deja que lo haga a mi modo.

En ese momento sonó el teléfono.

—Charles Day al habla. —Tapó la bocina y dijo—: Vete antes de que me arrepienta.

—¿Señor Day? Llegaremos en veinte minutos. Traigo a Joanna Martínez —dijo la voz al otro lado del teléfono.

El rastreador
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