Capítulo 30

 

 

—Pensé que se habían acabado los vuelos incómodos —dijo Kevin, acomodándose en el asiento del Beechcraft C-12.

—Esto es mucho más cómodo que un Hércules, no te quejes.

—Lo dices porque nunca has viajado en primera clase.

Ambos se miraron. Las risas habían quedado atrás, estaban intentando llenar el hueco que había dejado Nasrim entre ellos hacía dos años y sabían que hablar de futilidades no les salvaría de la conversación que debía llegar.

De los dos asientos a cada lado del pasillo, Kevin ocupaba el de la ventanilla y Daniel se sentó en el contiguo.

—¿Por qué lo hiciste, Danny? —inquirió Kevin.

—Creí que así podría ganarme su amor. Era una manera de ganar tiempo.

—Danny, estás hablando conmigo. Pude decirle a Day lo que pensaba y no lo hice.

Después de un silencio embarazoso, Daniel supo que no podía mentir.

—No sé qué me sucedió, Kevin. Si te dijera que durante estos dos años perdí la cabeza sería literalmente cierto. Ya nada me parecía lo mismo, y tu partida empeoró la situación. No, no quiero culparte —advirtió Daniel con un ademán de la mano—. Siempre fuiste para mí un ejemplo, mi guía, un puntal en el que apoyaba mi fe y el valor que requería para salir cada día a enfrentar todo aquello. Nasrim ocupó ese lugar, perdóname, Kevin, sé que soy débil, me arrimé a una mujer que no lo merecía, me jugué todo por ella, y lo peor de todo fue, ¿sabes?, que jamás tuvimos sexo. Eso aumentó el resentimiento que te guardaba, me preguntaba a mí mismo ¿por qué accedió a entregarse a Kevin tan fácilmente? Y me volvía loco. No te imaginas las noches que pasé dando vueltas sin poder dormir.

—¿Nunca hicieron el amor?

—¡No!

—No lo entiendo.

—Apenas ayer supe el motivo: está perdidamente enamorada de Ian, tu hermano. Él es quien la alentó para que se acostara contigo.

—Sigo sin comprender.

—¿Acaso no te das cuenta? Ian ideó todo para que nosotros nos separásemos. Creo que tu hermano no te quiere nada, amigo.

—Pero ¿qué podría ganar él?

—Sabía que al encontrarte lejos yo podría ser influenciado por Nasrim.

—¿Quieres decir que Ian tenía todo tan bien planeado que supo que yo vendría a buscarte en cuanto me enterase de que eras prisionero de al-Qaeda?

—Y surtió efecto, ¿no? Pero eso yo no lo sabía. Para mí fue una sorpresa saber que estabas aquí.

—Todavía me cuesta creerlo.

—¿Nunca notaste nada raro en tu hermano? Esas cosas se perciben, Kevin.

—Bueno, él nunca fue muy expresivo, pero era así con todos, excepto con mamá.

—Y ahora está envuelto en una operación que parece tan importante como el ataque a las torres en Manhattan. Por lo que he podido escuchar, habrá un atentado contra el presidente y Nasrim lo confirmó al decirme que Ian iría rumbo a la Casa Blanca.

—Imposible, todos lo están buscando, además, no veo cómo podría hacerlo —replicó Kevin, tratando de defender lo indefendible.

—¿Comprendes por qué Day te quiere fuera? No puedes actuar en contra de tu hermano.

Tal vez Day tuviera razón, caviló Kevin. ¿Se atrevería a disparar contra él si lo tuviera enfrente y no hubiera más opción? Solo si fuese necesario. ¿Necesario para quién? Su hermano estaba enfermo, de eso no tenía dudas. Siempre sospechó que su carencia de emociones se debía a algún trastorno psicológico pero no quiso admitirlo, mucho menos delante de sus padres. ¡Demonios, era su hermano!

—Danny, tienes que tratar de hacer memoria y recordar cualquier dato que hayan dejado escapar relacionado con lo que pensaba hacer Ian. Ahora que sabes todo te será más fácil deducir a qué se referían. Tú tenías acceso a Zahir, ¿nunca conversaban? ¿No escuchaste nada raro cuando hablaban él y al-Zawahirí?

—No.

—Piensa, Danny, piensa, a veces escuchamos algo y no prestamos atención.

—No soy como tú Kevin, ya me conoces, soy un poco despistado.

—No estás ayudando, Danny.

—Zahir y al-Zawahirí no parecían llevarse bien, pese a que uno dependía del otro. Las conversaciones que tuve con Zahir siempre trataban de la época en que empezó el movimiento yihadista, cuando eran muyahidines. Según él, la mejor etapa. Creo que no simpatizaba con El Profesor. Cuando hablaban de Ian se referían a él como Osfur Abyad, ahora lo sé; nunca por su nombre, y en especial a mí me mantenían al margen de dichas conversaciones. Sin embargo, la gente que llevaba más tiempo allí y con quienes trataba de manera frecuente, de vez en cuando hablaba de un evento que quedaría en el recuerdo de todos, más aún que el atentado del 11-S.

—Pero eso ya lo sabemos, matar al presidente de los Estados Unidos sería un acto simbólico tremendo. No sería el primer presidente norteamericano asesinado, pero sí por causa del terrorismo. Tiene que existir algún otro factor que no hemos tomado en cuenta. ¿Más gente involucrada en el propio gobierno?

—Indudablemente tendría que ser así, si no, ¿cómo te explicas que pudiera tener acceso a la Casa Blanca o a donde sea que en ese momento se encuentre el presidente? Deben pertenecer al entorno cercano a él.

—Es una lástima que con tanto tiempo como estuviste con ellos no hayas podido sacar nada en claro —objetó Kevin con evidente desagrado.

—A menos que…

—¿A menos que qué?

—Una vez escuché a al-Zawahirí discutir con Zahir por la enorme cantidad de dinero que había invertido un hombre importante de Arabia Saudí en un proyecto de construcción en los Estados Unidos a través de Osfur Abyad, pero se refería a unos años atrás, hablaba «de hace tres años y había llegado el momento»; parece que la construcción después de terminada no había tenido utilidad.

—Quién sabe a qué se refería. Los sauditas tienen inversiones en muchos lugares del mundo, enormes centros comerciales, edificios, hoteles… cuando hable con Day debo informarle acerca de esa conversación.

—Pudiera ser una construcción para el presidente —sugirió Daniel.

El silencio que siguió fue largo. Kevin se sentía desilusionado de Daniel, a él no le cabía en la cabeza que por una mujer pudiera llegarse al extremo de ser un traidor. Era algo que no podía perdonarle, aunque no deseaba delatarlo, ni pensaba hacerlo.

Daniel por su parte, sentía vergüenza. Nunca se había visto en esa situación delante de su amigo, pero a pesar de ello tenía una sola idea incrustada en su mente: ¿por qué con Kevin, sí y con él, no? Aquello le seguía produciendo tal escozor en el alma que no lo dejaba en paz. Seguía interesado en Nasrim aunque sabía que ella nunca lo amaría. Su naturaleza básicamente romántica se aferraba al sufrimiento, él sabía que era masoquismo, pero hasta cierto punto lo disfrutaba. Disfrutaba poder sentir. Tantos años frente a escenas desgarradoras habían mermado su capacidad de sufrir y ese sentimiento que le atenazaba el pecho cada vez que pensaba en ella le producía el efecto de una droga a la que se resistía y al mismo tiempo se sentía atraído.

—Kevin, ¿cómo fue con Nasrim?

—¿De qué hablas?

—Estuviste con ella. Cuéntame, por favor.

—No deberías seguir pensando en ella. Olvídala, es lo mejor.

—No comprendes… necesito saber. ¡Es un favor que me debes!

—No te debo nada. Siempre creí que te debía algo pero no es así. Cuando fui a verla no sabía que ustedes se amaban. En realidad ni siquiera era cierto, porque ella nunca sintió nada por ti ni por mí, Danny.

—Por favor… solo dime qué pasó ese día. ¿Qué sentiste, qué sintió ella?, ¿fue…?

Kevin dio un profundo suspiro. No sabía qué decirle, si le decía la verdad era probable que Daniel se sintiera peor. Si no le decía nada, seguiría sufriendo como un condenado a muerte. ¿Podía la amistad superar la más violenta de las barreras? Eligió mentir.

—Ese día fui a su casa sin decirte nada porque presentía que tú en algún momento me tomarías la delantera, y yo, no sé por qué, estaba seguro de que ella me prefería a mí. Sé que me comporté de manera egoísta, Danny, no sé qué me sucedió. El ambiente en el que nos desenvolvíamos era tan… estéril de sentimientos. Necesitaba estar con ella, no sé si porque encontré en Nasrim un nexo con el pasado en el que fui tan feliz, o porque ella se mostraba conmigo tan cautivadora, lo cierto es que estaba loco por ella, como supongo lo estabas tú, pero en ese momento, y quiero ser sincero contigo, no me importó. Cuando le dije que la amaba ella reaccionó de una manera inesperada. Dijo que lo sentía mucho, que le hubiera gustado compartir mis sentimientos pero que estaba enamorada de ti. Entonces yo en un arranque de celos, de desesperación, de rabia, la besé. Ella se resistió pero seguí adelante. Ya nada ni nadie podía detenerme, enloquecí, Danny, le arranqué la ropa y la penetré como un salvaje. No sé qué me sucedió, jamás había hecho algo así. Ella no reaccionó como esperaba. Probablemente supo que no podía defenderse y me dejó hacer. Se comportó como una muerta, una miserable muerta, ni siquiera soltó un gemido de dolor, nada, ¿comprendes? Absoluta indiferencia. Me miraba con sus enormes ojos en los que no podía caber más desprecio. Eso fue lo que ocurrió, amigo, es la primera vez que pienso en ello con detalle, pues desde ese momento quise olvidarlo. Por eso me fui a desactivar bombas, porque no podía vivir con la vergüenza de mirarte todos los días a la cara. ¿Estás satisfecho ahora? Eso es lo que sucedió.

—El amor puede llegar a enloquecernos, Kevin. Lo siento.

Pero no era cierto. No lo sentía, si bien en un momento dado él le había sugerido a Nasrim que estuviese con Kevin, porque creía estar tan seguro de su amor que no importaría que él tuviese esa especie de regalo de su parte, muy en el fondo deseaba que aquello no hubiera ocurrido. Pero eso no cambiaba nada. ¿O era ella quien lo había sugerido? Ya no estaba seguro de nada. El amor que nublaba su mente en aquellos días lo hizo olvidarse de todo. Hasta de sus principios.

—Lo último que me dijo antes de que saliera de su vida para siempre fue que no te dijera cómo habían sido las cosas. No lo comprendí hasta después, cuando regresé a la base y…

—Ya no hablemos más de eso —propuso Daniel.

Kevin sintió el fuerte apretón de su mano sobre la suya y supo que todo estaba como debía ser. A Daniel le rodaban un par de lágrimas sobre el rostro. Conmovido, al mismo tiempo que sentía que su fuero interno se apaciguaba por no tener ya que imaginar más cómo había sido el encuentro de Nasrim con Kevin. Pero entonces comprendió que no había sido idea de Ian, ella no lo había hecho por él sino porque Kevin la había forzado. ¿Por qué Nasrim le mentiría? ¿Por qué le dijo que lo había hecho por Ian? Una pregunta que quedaría en el aire, sin respuesta, y se conformó. Empezaba a cerrar ese capítulo de su vida. Quiso hacerlo. Fue a la ventanilla del otro extremo de la fila de asientos. Tenía ganas de salir del avión para respirar, después de muchos años deseó que no hubiera más guerras, había dado lo mejor por su patria, pero en el amor se sentía derrotado. Empezó a escribir el bendito informe para presentarlo a Charles Day y pediría su baja.

Kevin miró de reojo cómo Daniel escribía afanosamente. Satisfecho, pero sin reflejar sus sentimientos, comprobaba que las mentiras piadosas era las que hacían que la gente siguiera viva. Si le hubiera dicho a Daniel que cuando tuvo en sus brazos a Nasrim sintió por un momento que ella le entregaba no solo su cuerpo sino parte de su alma y que en esos instantes él había sido el hombre más feliz… no quería ni pensar en los resultados. Solo él sabía todo el sufrimiento que llevó a cuestas durante dos años. Y que aún en ese momento si la tuviera delante no sabría escapar de ella. Le pesaba admitirlo, pero todavía la amaba como un loco. Hizo bien en no acercarse a Nasrim mientras estuvo en Peshawar, pero pudo sentir su aroma, y ese solo recuerdo le rompía el corazón. Joanna llegó a sus recuerdos como una ráfaga. ¿Qué sentía por ella? Entonces comprendió que el deseo de ninguna manera es amor. Pero ese no era el momento para pensar en ello.

Tras unas horas de sueño despertó, al sentir que el avión empezaba a descender. Reconoció desde el aire la base aérea de Al Udeid, al oeste de la capital de Qatar, Doha, una base avanzada del Mando Central de los Estados Unidos. Un helicóptero los trasladó al aeropuerto de Qatar desde donde saldrían en un vuelo comercial hacia Londres. Los trámites aduaneros en ese país se pasaron por alto. Qatar alberga la mayor base militar estadounidense de todos los países árabes, a instancias del propio Emir de Qatar, el sheij Hamad bin Jalifa Al Zani, quien se comprometió a pagar todos los gastos militares norteamericanos si accedían a incrementar el número de soldados estacionados allí de manera permanente. Gracias a ello, el director del aeropuerto cursó órdenes a la línea aérea Qatar Airways, propiedad de la familia real, para que los dos distinguidos oficiales norteamericanos ocupasen asientos en primera clase. Aquello se estaba convirtiendo en una costumbre para Kevin Stooskopf. Estuvieron merodeando un rato por el aeropuerto a pesar de que podían usar las lujosas instalaciones que les correspondían. Hacía media hora Ian Stooskopf había estado allí, y cuando Kevin entró al baño y fue a lavarse las manos, percibió el olor de su hermano. Era inconfundible, lo reconocería en cualquier parte. Para Kevin no había olores malos u olores buenos, simplemente cada persona tenía un olor que lo distinguía del resto y dentro de la multitud de olores que se mezclaban en un lugar tan público como un baño, supo que estuvo en ese baño justo frente al espejo donde él estaba parado.

¿Qué personalidad habría adoptado? Kevin cerró los ojos y trató de ponerse en el lugar de su hermano. Si él fuese Ian, sin duda trataría de verse muy diferente. Por su escaso cabello, podría llevar una peluca o un peluquín sin despertar sospechas, y escogería un color más oscuro, un castaño que hiciera juego con unos ojos marrones. El uso de lentillas podría ser otra opción segura; para él debía ser fácil tener varios pasaportes, no necesariamente con la nacionalidad norteamericana.

Alguien accionó la tapa y tiró un papel en el recipiente de la basura; el olor se acentuó. Alzó la tapa y en el fondo encontró un gorro negro de tela. Era el olor de su hermano; ya no le quedaban dudas. Lo guardó en uno de los bolsillos de su uniforme de campaña. Fue a verificar los vuelos que habían salido hacía poco hacia América; el más reciente había sido uno a Montreal. ¿Y si hubiese adoptado la nacionalidad francesa? El idioma oficial de Canadá era el inglés, pero también el francés, y mucha gente lo habla, sobre todo en zonas como Quebec y Montreal. Conocía la manera de pensar de Ian, era meticuloso y ordenado, si había escogido Montreal era por su francés perfecto, aunque no se quedase más que unas horas en ese país.

Una de las ventajas de Qatar Airways era su espléndida primera clase. Un baño privado con ducha para cada uno les permitió aprovechar las horas de vuelo. Kevin se afeitó y después de muchos meses se reconoció en el espejo. Daniel por su parte hizo lo propio.

Una vez afeitado y aseado, Kevin se sintió mejor. Debía procurar que sus amores frustrados no interfiriesen con el objetivo de su misión, para él su trabajo no había terminado. Sentía el deber de llegar hasta el final; por alguna extraña razón se sentía responsable de lo que su hermano pudiera hacer.

 

Ian despertó media hora antes de llegar al aeropuerto Pierre Elliot Trudeau, de Montreal.

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