Nota del autor

El argumento de La biblioteca perdida se cimenta en la roca sólida de la historia genuina y juega con misterios históricos auténticos lo bastante interesantes como para fascinar a cualquiera por derecho propio.

La antigua Real Biblioteca de Alejandría

Los detalles proporcionados en la novela sobre este milagro del mundo antiguo son exactos, como lo es también ese aire general de misterio que envuelve el destino final del extraordinario legado literario egipcio. Se fundó a instancias de Ptolomeo II Filadelfo en algún momento a principios del siglo III a. C. La inversión y la rápida expansión de la misma parecen formar parte del intento del nuevo régimen por crear una gloria y un legado egipcios superiores a los de los primeros faraones. La biblioteca establece vínculos entre las antiguas religiones, filosofía, ciencia y las artes, y así se convierte en el archivo del conocimiento de la Antigüedad. La orden según la cual los bibliotecarios podían confiscar cualquier texto escrito en poder de los visitantes de Alejandría para copiarlo y añadirlo a la biblioteca data probablemente del reinado de Ptolomeo III Evergetes. Forma parte de la señera historia de la institución.

El esfuerzo traductor de los bibliotecarios gozó de gran renombre en aquel tiempo e incluso ha conservado su prestigio hasta el día de hoy. Ptolomeo II les encargó a ellos la traducción al griego koiné de las escrituras hebreas y, según la tradición, la misma fue realizada por una comisión de setenta traductores escribas. Estos textos en griego pasaron a ser conocidos como Biblia Septuaginta, que en latín significa «de los setenta», y durante dos generaciones fue la versión conocida en todo el mundo. Es la versión citada por Jesucristo y sus discípulos, y conserva todavía su vigencia: para muchos cristianos del mundo sigue siendo la base del Antiguo Testamento.

La biblioteca real se convirtió en un gran centro docente y los nombres de sus bibliotecarios aún inspiran a historiadores y eruditos, como ocurre con Eratóstenes, Apolonio de Rodas, Aristófanes de Bizancio, etcétera. En la novela se asevera que no se conoce qué dimensiones llegó a alcanzar la institución y eso es rigurosamente cierto, como también lo es la información según la cual el objetivo inicial fue conseguir cuanto antes medio millón de rollos. Esa cifra se habría visto rápidamente ampliada merced al saqueo de la biblioteca de Pérgamo en el siglo I d. C. por parte de Marco Antonio, que donó los 200.000 pergaminos obtenidos a la Real Biblioteca de Alejandría.

Kyle, Emily y Wexler manejan diferentes teorías sobre la destrucción y desaparición de la institución. Todas ellas son hipótesis barajadas a día de hoy por los eruditos. La otrora popular creencia de que fue quemada por César en el transcurso de su estancia en Egipto resulta sencillamente imposible, tal y como señala Emily, dado que muchos documentos atestiguan que la misma continuó durante muchos años después. La novela explora dos posibilidades, a saber: el saqueo de la biblioteca por el comandante en jefe árabe ‘Amr ibn al-’As alrededor del 652 d. C. y la destrucción de los centros paganos de enseñanza en Alejandría por parte del patriarca Teófilo durante el siglo IV d. C. Dichas hipótesis son también las más populares entre los expertos en el momento actual, pero lo cierto es que la desaparición de la antaño gran biblioteca sigue siendo uno de los misterios de la Antigüedad. Todo cuanto se sabe es que a partir del siglo VI deja de haber menciones a la misma.

La nueva Bibliotheca Alexandrina[9] en el actual Egipto

La novela menciona una serie de detalles rigurosamente ciertos sobre la historia y dimensiones de dicho edificio. Esta estructura tuvo un coste de casi 220 millones de dólares. Fue inaugurada el 16 de octubre de 2002, y es casi tan impresionante como su homónima de antaño. Tiene capacidad para albergar ocho millones de volúmenes.

El diseño ha corrido por cuenta de la empresa noruega de arquitectura Snøhetta, a la que la Unesco confió un nuevo monumento en honor a la cultura y la historia egipcias. El diseño de su cubierta es cilíndrico, en homenaje a Ra, dios egipcio del Sol. Ese disco de 160 metros de diámetro simboliza el sol naciente, ya que los jeroglíficos egipcios representan al astro rey como un sencillo disco. En la fachada hay textos escritos en ciento veinte idiomas de todo el mundo. Tiene un diseño anguloso que desciende hasta un estanque de agua, cuya pretensión es simbolizar el mar. Solo el suelo de su principal sala de lectura tiene 70.000 metros cuadrados. Tal y como observa la guía en la visita guiada de Emily, la Bibliotheca Alexandrina alberga por separado una colección cartográfica de mapas antiguos y modernos, tiene un ala consagrada a materiales multimedia y libros científicos avanzados, un departamento especializado en la restauración de manuscritos e incluso una extensa colección de textos en braille. El complejo cuenta con un planetario y ocho museos separados que albergan más de treinta colecciones especiales.

La afirmación de la guía puede sorprender a algunos lectores, pero lo cierto es que allí está depositada la única copia completa y la reserva externa del Archivo de Internet, aunque desde 2002 dicho archivo cuenta con otros centros. La nueva biblioteca recibió una donación de unos doscientos ordenadores con una capacidad de almacenamiento superior a los cien terabytes, valorados en unos cinco millones de dólares. Contiene instantáneas de todas las páginas de Internet entre 1996 y 2001, realizadas cada dos meses. El proyecto Archivo de Internet ha seguido en activo desde entonces y pretende convertirse en un archivo dinámico de todo Internet y conseguir que esté públicamente disponible para toda la eternidad. La nueva biblioteca es uno de sus principales centros de datos.

La inspiración para una de las tramas principales de este libro fue, precisamente, esta confluencia entre la antigua Real Biblioteca y el trabajo volcado hacia el futuro de la nueva.

Los palacios reales de Topkapi y Dolmabahçe en Estambul

Estos dos soberbios testimonios del reinado de los sultanes en Turquía se hallan fielmente descritos en La biblioteca perdida, son tan inconfundibles y difieren uno de otro exactamente como lo perciben los sentidos de Emily.

Ambos son una enorme atracción turística en la actualidad, pero aunque el palacio de Topkapi sea con diferencia el mejor reflejo de la auténtica cultura real otomana, visualmente resulta mucho más impactante el de Dolmabahçe, una edificación más tardía del siglo XIX. Arquitectónicamente es un tanto grotesco, ya que principalmente juega con el deseo de impresionar a los visitantes occidentales y no mantiene más estilo que el suyo propio. Se trata de un edificio abrumador en el pleno sentido del término, con una superficie de 110.000 metros cuadrados donde pueden verse las famosas escaleras de cristal Baccarat y un gran vestíbulo en donde pende el mayor candelabro del mundo, un behemot de setecientas cincuenta lámparas, regalo de la reina Victoria de Inglaterra.

En el interior de dicho palacio se halla el dormitorio de Mustafá Kemal Atatürk, el padre fundador de la Turquía moderna. El reloj de la mesa sigue detenido en las 9.05 a.m., señalando así la hora exacta de su muerte, acaecida el 10 de noviembre de 1938. Y eso mismo ocurrió con todos los relojes del palacio durante muchos años. A los aficionados a la historia les complacerá saber que, al menos hasta donde yo sé, el mobiliario sigue exactamente como entonces.

La iglesia de la Universidad Santa María la Virgen

y la biblioteca Bodleiana en Oxford

Me complace decir que la iglesia de la Universidad Santa María la Virgen sigue intacta y se alza orgullosa en el centro de esa ciudad inglesa, tal y como ha hecho desde el siglo XIII. Es una imagen espectacular y su torre ofrece una de las mejores vistas de la ciudad. El edificio tiene una historia señera y ha sido un monumento capital en la historia religiosa de Inglaterra y el desarrollo posterior a la Reforma. El cardenal Newman predicó desde ese púlpito antes de sembrar el descontento por abandonar el anglicanismo en favor de la Iglesia católica romana, y también John Wexley, una figura clave en la historia del metodismo, hasta que se lo prohibieron por su tono demasiado provocador.

La iglesia sirvió también como tribunal. Pueden advertirse agujeros en las columnas del interior allí donde una vez se alzó una plataforma para celebrar el juicio de los obispos Latimer y Ridley y el arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer, ahora conocidos como los «mártires protestantes de Oxford», que fueron quemados en plena Broad Street por no aceptar las enseñanzas de la Iglesia católica. Obviando esos tristes momentos de la historia, los cristales tintados y las tallas de la iglesia son magníficos por derecho propio.

La biblioteca Bodleiana, la más importante de la Universidad de Oxford, es una de las grandes instituciones de enseñanza en Occidente. Cuenta con miles de túneles y cámaras subterráneas que discurren por debajo del centro de la ciudad, eso es cierto, aun cuando no puedan usarse para realizar las cosas que yo he descrito en mi libro.

La biblioteca perdida
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