65

12.20 p.m.

—¿Yo…? ¿De qué habla? ¡A mí no me ha preparado nadie! —exclamó Emily, cuyo corazón había latido desbocado antes de detenerse bajo el efecto de la última revelación de Athanasius.

—¿Cómo iba a saberlo? —replicó el egipcio—. El punto clave de la preparación de un candidato es que no lo sabe, no hasta el fin, hasta que ha demostrado ser digno. Normalmente, el plazo de preparación son cinco años y el candidato solo tiene conocimiento de la biblioteca y de la Sociedad durante los últimos seis meses.

—Pero yo…

—Usted no había llegado a ese estado, doctora —la interrumpió Athanasius—, porque su candidatura no había recorrido ni un año.

—¡Un año! —Emily no podía creer que aquel grupo la había estado observando durante tanto tiempo—. Pero, para empezar, ¿quién ha sido mi mentor todo este tiempo?

—En circunstancias normales jamás se habría enterado, doctora Wess, pero las circunstancias presentes son cualquier cosa menos normales. Creo que usted conoce muy bien a su mentor, el que la ha vigilado y preparado. Era el jefe. El Custodio en persona.

Dicho esto, el egipcio se quedó un momento en silencio. Solo podía tratarse de una persona.

—Arno Holmstrand. —Abrió los ojos asombrada. Emily había supuesto la identidad del Custodio cuando Athanasius empezó a hablar de la Sociedad, pero ahora estaba segura—. Arno Holmstrand era el Custodio.

La expresión de su interlocutor se suavizó al oír ese nombre.

—Sí, doctora Wess. Él fue su mentor, el Custodio, un buen hombre. —Pronunció las últimas palabras con verdadera emoción.

Si Athanasius hubiera expresado de palabra sus sentimientos, ella se hubiera unido a él, ya que la mención del nombre de Arno la removía por dentro. Y esa pena cobraba una nueva dimensión después de enterarse de que Holmstrand participaba en su vida, a pesar de que ella no lo sabía. Pero en aquel momento la principal emoción de Emily era el entusiasmo, aunque entremezclado con el miedo y la confusión. Su participación en los hechos de los dos últimos días no había sido casual ni accidental. La Sociedad no la había perdido de vista durante el último año y Holmstrand, su Custodio, la había vigilado y preparado durante ese mismo tiempo.

Pero ¿para qué? ¿Qué pretendían que hiciera? Una parte de ella le decía que metiera el rabo entre las piernas y saliera de allí pitando, pero otra, más fuerte, se sentía envalentonada ante esta nueva información. Si iba a convertirse en una Bibliotecaria, debía saber en qué consistía su papel.

Se volvió hacia Athanasius.

—Normalmente, ¿qué viene a continuación? Tras este elaborado programa de reclutamiento, ¿cómo hacen su trabajo los Bibliotecarios? Nada de cuanto ha dicho salva el hecho de que reunir y guardar información resulta bastante complicado si no sabes dónde está la biblioteca.

—Todos los meses entregamos al Custodio un paquete con el fruto de nuestro trabajo.

—¿Un paquete?

—Sí, ya sabe, paquetitos con lazo y todo. —Emily se negó a creer semejante cosa, pero el egipcio se adelantó a cualquier comentario de incredulidad, y dijo—: No se los enviamos por correo, claro está. Podrían quedar al descubierto, es demasiado arriesgado. Son… recogidos. Cada mes reunimos la información recabada y la dejamos lista para la… recogida.

—¿Dónde?

—El punto de entrega depende de cada Bibliotecario. Se nos dice dónde, cuándo y cómo debemos depositar nuestras contribuciones dentro de nuestro proceso de reclutamiento. Luego, todos los meses enviamos los paquetes tal y como está prescrito. El Custodio asigna un equipo de tres Ayudantes a cada Bibliotecario, son personas a las que el Bibliotecario no conoce ni ve, pero su responsabilidad es velar por el trabajo del Bibliotecario y recoger los paquetes en el punto de entrega. Los acuerdos son personales y se perfilan durante el reclutamiento. Y así es como se idearon también para usted.

Emily rehuyó la mirada al oír ese comentario al tiempo que hacía lo posible para evitar la incomodidad que la situación le producía. Le entraban sudores fríos y se le ponía la carne de gallina cada vez que especificaba aspectos relativos a su persona. El resto de los elementos ya impresionaban bastante de por sí, en especial las continuas referencias al secretismo y a esa responsabilidad hecha a medida dentro de una estructura reglamentada. Los Bibliotecarios no solo ignoraban la localización de la biblioteca y las identidades de sus compañeros, sino que ninguno de ellos parecía conocer el conjunto. Cada miembro de la Sociedad se limitaba a recoger datos específicos y entregarlos. Y quedaba fuera de su alcance conocer el significado de los mismos o saber cómo encajaban con otro material.

La biblioteca y su Sociedad la impresionaban mucho, pero la sudoración y las palpitaciones le imploraban que no se callara, y al final fue incapaz de no decirlo. Se sentó en el borde de la silla y preguntó con absoluta sinceridad:

—¿Por qué una fuerza del bien está rodeada de tanto secretismo?

Su anfitrión acogió con gesto amable la pregunta y la actitud de la mujer occidental, pero el cansancio pareció hundirle las facciones.

—La búsqueda de la verdad tiene sus adversarios, doctora Wess, y la posesión de una gran verdad genera enemigos aún mayores. —Miró a su interlocutora en busca de una señal de complicidad—. Somos reservados porque tenemos un enemigo.

No había terminado de pronunciar esas palabras cuando el silencio sobrecogedor de los subterráneos se vio interrumpido por un golpe sordo al otro lado de la puerta. A Emily se le hizo un nudo en la garganta y se levantó de un salto. Athanasius le tapó la boca antes de que pudiera decir una palabra.

—No haga ningún ruido.

La biblioteca perdida
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
imagen1.html
imagen2.html
imagen3.html
martes.html
prologo.html
miercoles.html
Capitulo01.html
Capitulo02.html
Capitulo03.html
Capitulo04.html
Capitulo05.html
Capitulo06.html
Capitulo07.html
Capitulo08.html
Capitulo09.html
Capitulo10.html
Capitulo11.html
Capitulo12.html
Capitulo15.html
Capitulo16.html
Capitulo17.html
Capitulo18.html
Capitulo19.html
Capitulo20.html
Capitulo21.html
Capitulo22.html
Capitulo23.html
Capitulo24.html
Capitulo25.html
jueves.html
Capitulo27.html
Capitulo28.html
Capitulo29.html
Capitulo30.html
Capitulo31.html
Capitulo32.html
Capitulo33.html
Capitulo34.html
Capitulo35.html
Capitulo36.html
Capitulo37.html
Capitulo38.html
Capitulo39.html
Capitulo40.html
Capitulo41.html
Capitulo42.html
Capitulo43.html
Capitulo44.html
Capitulo45.html
Capitulo46.html
Capitulo47.html
Capitulo50.html
Capitulo51.html
Capitulo52.html
Capitulo53.html
Capitulo54.html
Capitulo55.html
Capitulo56.html
viernes.html
Capitulo58.html
Capitulo59.html
Capitulo60.html
Capitulo61.html
Capitulo62.html
Capitulo63.html
Capitulo64.html
Capitulo65.html
Capitulo66.html
Capitulo67.html
Capitulo68.html
Capitulo69.html
Capitulo70.html
Capitulo71.html
Capitulo72.html
Capitulo73.html
Capitulo74.html
Capitulo75.html
Capitulo76.html
Capitulo77.html
Capitulo78.html
Capitulo79.html
Capitulo80.html
Capitulo81.html
Capitulo82.html
Capitulo83.html
Capitulo84.html
Capitulo85.html
Capitulo86.html
Capitulo87.html
Capitulo88.html
Capitulo89.html
Capitulo90.html
Capitulo91.html
Capitulo93.html
Capitulo94.html
Capitulo95.html
Capitulo96.html
Capitulo97.html
Capitulo98.html
Capitulo99.html
Capitulo100.html
Capitulo101.html
Capitulo102.html
Capitulo103.html
sabado.html
Capitulo105.html
Capitulo106.html
Capitulo107.html
Capitulo108.html
Capitulo109.html
Capitulo110.html
Capitulo111.html
domingo.html
Capitulo113.html
Capitulo114.html
Capitulo115.html
Capitulo116.html
Capitulo117.html
Capitulo118.html
Capitulo119.html
Capitulo120.html
Capitulo121.html
epilogo.html
notaautor.html
agradecimientos.html
notas.xhtml