14

Washington DC, 11.30 a.m. EST (10.30 a.m. CST).

Jason vio salir del edificio de oficinas Eisenhower al sujeto con un carísimo maletín. Sus andares de largas zancadas exudaban confianza. Con su ridículo traje de raya diplomática y un cabello demasiado repeinado, encajaba a la perfección con la persona representada en la fotografía que tenía en la mano. «Un tipo con una elevada opinión de sí mismo», pensó Jason para sus adentros. Ese simple hecho explicaba que fuera a disfrutar de lo que se avecinaba, dejando a un lado la justicia de la causa y la necesidad del acto. Hacía solo media hora que había llegado desde el medio oeste con escala en Nueva York, pero no le importaba el previsible retraso. Un advenedizo arrogante como ese se merecía lo que iba a hacerle.

Cuando el joven dobló la esquina a la altura de West Executive Avenue, Jason se levantó del banco del parque, se metió la foto en un bolsillo y se guardó el periódico doblado debajo del hombro. Anduvo con aire despreocupado detrás de su objetivo a lo largo de dos manzanas. Entonces, Forrester cruzó H Street y dobló por I Street, tal y como Jason sabía que iba a hacer.

La vigilancia de Mitch Forrester se había prolongado durante meses. Otro amigo, Cole, había sido asignado al vicepresidente y él había sabido situarse en el ambiente profesional de ambos hombres. Forrester repetía sus hábitos al final de la jornada de trabajo con la precisión de un mecanismo de relojería. No tenía coche y en vez de tomar el metro o el autobús prefería recorrer a pie las catorce manzanas que separaban la oficina de su apartamento. Jason supuso que aquello era también un acto de vanidad destinado a mantenerse en forma y dejarse ver por el mayor número posible de personas.

Ese día, como todos los demás, callejeaba por Washington, siguiendo un trayecto sinuoso que le llevaba desde el distrito político del Capitolio hasta un vecindario pijo situado al norte de Washington Circle Park, donde había alquilado un apartamento en un edificio de Newport Place, cuyo precio era muy superior a lo que podía permitirse el asistente de un político. Por tanto, contaba con dinero proporcionado por la familia.

Jason acortó la distancia existente entre él y Forrester conforme se alejaban del centro de DC, repleto de hostiles cámaras de vigilancia y patrullas de agentes de paisano. Las posibilidades de ser cazado persiguiendo a un objetivo en un barrio residencial eran notablemente menores, de modo que, cuando se aproximaron al edificio de apartamentos, se situó a diez metros escasos del político arribista y se pegó a él cuando se detuvo en la puerta para pasar su tarjeta por el lector electrónico de la entrada.

—Perdone —le espetó, adoptando con desenvoltura el papel de un inquilino que se ha olvidado la llave—. No me lo puedo creer. Mira que dejarme dentro la tarjeta… ¿Podría dejarme pasar? Mi mujer está en el trabajo y también tengo dentro el móvil. ¡Menudo bobo estoy hecho!

Jason interpretó a las mil maravillas el papel de vecino desesperado pero aun así amistoso.

Mitch observó al desconocido. Jason percibió la breve vacilación por parte del joven, una reacción bastante lógica si se tenía en cuenta que jamás le había visto por el complejo, pero, a pesar de ello, confiaba en engañarle sobre la base de que el asistente no conocería a la mayoría de los vecinos y su habilidad para hacerle picar el anzuelo con su papel de inquilino nervioso.

—Ningún problema —acabó por contestar Mitch.

—Muchísimas gracias. —Jason resplandeció agradecido. Dejó que Forrester mantuviera abiertas las dos hojas de la entrada y anduvo hacia el ascensor. Su objetivo vivía en el cuarto piso, así que iban a ir por el mismo camino—. Subo al sexto —le explicó mientras pulsaba el botón de llamada. Las puertas del ascensor se abrieron de inmediato—. Usted primero.

Mitch entró en el ascensor, pulsó el 4 en el tablero y después el 6, una nueva deferencia con el vecino que acababa de conocer.

Forrester sintió cómo una hoja de cuchillo le entraba por la espalda en cuanto se cerraron las puertas. La sensación de cuatro dedos de acero perforándole la piel y abriéndose paso entre las costillas fue tan extraña que en un primer momento no acertó a adivinar qué estaba sucediendo. Jason agarró al jovenzuelo por los hombros con la mano libre para impedir que se moviera.

—Escuche con atención —le dijo en voz baja y controlada, pero con una escalofriante firmeza al mismo tiempo—. En este momento, el cuchillo está en su riñón. Vivirá mientras la hoja se quede donde está. En cuanto tire y lo saque, tendrá treinta segundos antes de morir desangrado.

De inmediato Mitch se vio invadido por el pánico, sentimiento que le llegó entremezclado con la confusión.

—¿Qué…? No entien…

—Nada de preguntas —le atajó Jason—. Haga lo que yo le digo y entonces tal vez me vaya y le deje el cuchillo en la espalda, listo para que se lo saquen en el hospital. ¿Lo pilla?

Mitch jamás había experimentado un terror semejante al que le embargaba en aquel momento y solo fue capaz de gruñir una afirmación cuando el dolor causado por la hoja en las vísceras le traspasó todo el cuerpo.

—Bien —dijo Jason con calma tras pulsar el botón de stop en el panel a fin de detener la cabina del ascensor—, ahora quiero que me cuente todo lo que sepa sobre ese pequeño complot del vicepresidente.

La biblioteca perdida
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
imagen1.html
imagen2.html
imagen3.html
martes.html
prologo.html
miercoles.html
Capitulo01.html
Capitulo02.html
Capitulo03.html
Capitulo04.html
Capitulo05.html
Capitulo06.html
Capitulo07.html
Capitulo08.html
Capitulo09.html
Capitulo10.html
Capitulo11.html
Capitulo12.html
Capitulo15.html
Capitulo16.html
Capitulo17.html
Capitulo18.html
Capitulo19.html
Capitulo20.html
Capitulo21.html
Capitulo22.html
Capitulo23.html
Capitulo24.html
Capitulo25.html
jueves.html
Capitulo27.html
Capitulo28.html
Capitulo29.html
Capitulo30.html
Capitulo31.html
Capitulo32.html
Capitulo33.html
Capitulo34.html
Capitulo35.html
Capitulo36.html
Capitulo37.html
Capitulo38.html
Capitulo39.html
Capitulo40.html
Capitulo41.html
Capitulo42.html
Capitulo43.html
Capitulo44.html
Capitulo45.html
Capitulo46.html
Capitulo47.html
Capitulo50.html
Capitulo51.html
Capitulo52.html
Capitulo53.html
Capitulo54.html
Capitulo55.html
Capitulo56.html
viernes.html
Capitulo58.html
Capitulo59.html
Capitulo60.html
Capitulo61.html
Capitulo62.html
Capitulo63.html
Capitulo64.html
Capitulo65.html
Capitulo66.html
Capitulo67.html
Capitulo68.html
Capitulo69.html
Capitulo70.html
Capitulo71.html
Capitulo72.html
Capitulo73.html
Capitulo74.html
Capitulo75.html
Capitulo76.html
Capitulo77.html
Capitulo78.html
Capitulo79.html
Capitulo80.html
Capitulo81.html
Capitulo82.html
Capitulo83.html
Capitulo84.html
Capitulo85.html
Capitulo86.html
Capitulo87.html
Capitulo88.html
Capitulo89.html
Capitulo90.html
Capitulo91.html
Capitulo93.html
Capitulo94.html
Capitulo95.html
Capitulo96.html
Capitulo97.html
Capitulo98.html
Capitulo99.html
Capitulo100.html
Capitulo101.html
Capitulo102.html
Capitulo103.html
sabado.html
Capitulo105.html
Capitulo106.html
Capitulo107.html
Capitulo108.html
Capitulo109.html
Capitulo110.html
Capitulo111.html
domingo.html
Capitulo113.html
Capitulo114.html
Capitulo115.html
Capitulo116.html
Capitulo117.html
Capitulo118.html
Capitulo119.html
Capitulo120.html
Capitulo121.html
epilogo.html
notaautor.html
agradecimientos.html
notas.xhtml