43
4.55 p.m. GMT
Los acontecimientos posteriores a la revelación de Emily se sucedieron a gran velocidad. Pagó una módica cantidad por tener el honor de dar una vuelta por los jardines del University College y entrar después en el antiguo recinto. Una vez dentro de sus muros de piedra caliza, atravesó los cuidados jardines y se fue directa al recinto de la antigua capilla. El enorme edificio se alzaba junto a la gran residencia de estudiantes. Las dos impresionantes estructuras quedaban ocultas a la visión del público general gracias al diseño amurallado del propio college.
Emily entró en la capilla con un propósito singular. Cada peculiaridad del hermoso interior —las estatuas de los antiguos directores en la antecapilla, donde también había unas pantallas de madera magníficamente tallada y una vidriera estupenda de Van Linge, datada antes de la guerra civil— llamaba su atención como potencial indicador que permitiera localizar el símbolo de la biblioteca, uno como el dibujado por Arno en su carta. En cualquier otro día se habría demorado delante de todos y cada uno de los detalles del espacio sagrado, disfrutando del significado histórico y religioso de aquellos que conocía e intentando averiguar más de los que no. Se había pasado toda la vida obrando de ese modo en capillas e iglesias, imbuida por la creencia de que era casi sacrílego permanecer cerca de algo antiguo y no desvelar su significado. Pero no en el día de hoy.
No tenía la menor idea acerca de la forma en que se revelaría el emblema: ignoraba si sería una zona reluciente en una vidriera, estaría tejido en una tela o tallado en madera. Pero sentía con todo su ser que estaba en algún rincón de aquel lugar. Contempló por enésima vez la tercera hoja de Arno, donde podía verse la pequeña divisa en lo alto de la página, las letras griegas beta y eta rodeadas por un pequeño marco ornamental.
Cruzó el trascoro de madera y se adentró en la capilla principal, donde había un puñado de visitantes: unos pocos estaban de pie, observando boquiabiertos el lugar, y el resto se hallaba sentado en los bancos, orando en diferentes actitudes de recogimiento. Ella pasó junto a ellos en dirección al altar, donde estudió con detenimiento hasta el último detalle, pero no localizó nada que guardara el menor parecido con el símbolo de la carta. Se giró a la derecha y recorrió con la mirada la pared, las bancadas, las ventanas e incluso los suelos a medida que avanzaba por el pasillo. «Nada». Anduvo de vuelta al altar y lo examinó de nuevo antes de repetir el proceso por el lado izquierdo. «Nada otra vez».
Frustrada, alzó el cuello para contemplar la techumbre de estilo casi gótico que diseñó George Gilbert Scott para la capilla: líneas fuertes, curvas ampulosas e imponentes, arcos ojivales. El techo soportó el escrutinio en silencio sin revelarle absolutamente nada.
Emily bajó la mirada y centró su atención de nuevo en el altar, el punto más despejado de la capilla. Esta se hallaba aislada del espacio principal por el típico trascoro ornamentado de separación entre el coro y la nave. En este caso era de una oscura madera tallada con primor. Los tallistas de alguna generación previa habían creado sobre la recia madera un entramado de follaje que parecía liviano como el aire, cuyo efecto únicamente quedaba estropeado por la capa de polvo gris que cubría las zonas a las que resultaba difícil llegar, así como unos cuantos arañazos y marcas de siglos atrás, testimonio de que la capilla había sido un lugar de culto muy activo.
Se puso a examinar el trascoro y enseguida atrajo su atención una de las zonas garabateadas del rincón. Esa sección algo más tosca solo era visible desde un extremo del altar, donde ahora estaba ella, por lo que habitualmente no era vista por visitantes ni fieles. Desde su posición podía advertir que no estaba más afectada por las marcas que otras zonas, pero estas eran más recientes a juzgar por el tono más luminoso de las mismas. Se acercó un par de pasos y entonces los rasgos cobraron una forma más coherente. Y lo que parecían ser cuatro tachaduras se convirtió en una forma rectangular hecha con cierta tosquedad y las líneas picudas resultaron ser…
… Letras y palabras rodeadas por líneas grabadas con tosquedad, y un pequeño signo. El signo.
Emily lo había encontrado.
Burdamente tallado en la madera había un símbolo idéntico al de la carta: las dos letras griegas debajo de la marca de abreviatura dentro de un recuadro ornamental. El sencillo emblema sin pretensiones que representaba «nuestra biblioteca». Debajo del mismo, grabada en la madera dentro del pequeño recuadro, había una serie de palabras inconexas.