MURCIA LLUVIOSA: SÍ QUE ES HERMOSA

 

 

Hace tiempo que no escribo, lo sé. Y es algo que no me gusta pues por cada día que pasa más me cuesta apretar las teclas del teclado (válgame, señores, la redundancia) y más son las excusas que a mí misma me pongo para no escribir.Siempre tengo la ideal, la perfecta, esa que me convence a la primera y me creo, sabiendo al mismo tiempo que no es cierta, que lo único que estoy intentando es no encontrarme con mis letras, lo que significa encontrarme conmigo misma y reflexionar. Pero como he dicho al principio, no es fruto del azar, está sobradamente motivado. Y esto último no es ningún invento mío.

Saben que amo Cartagena y amo Murcia. Amo mi tierra y la nombro y patrocino con orgullo allá por donde voy. Su gastronomía, sus costumbres, su habla y su gente. Sus playas, su campo, monte, huerta. Todo. Pero hoy me descubro, del todo.

Murcia (refiriéndome a toda la Región) tiene para mí un grandísimo defecto: su casi eterno verano. Respeto y admiro a quienes orgullosos por estas fechas gozan la llegada de las altas temperaturas,yo no comparto ni un ápice de ese sentimiento. Los habemos, murcianos, para los que el verano se convierte en un auténtico infierno, y nunca mejor dicho. Murcia es poco recomendable para mi salud en verano, señores, lo que me genera una sensación de decaimiento, hastío y desgana que hacen que ya en mayo me ponga ansiosa y nerviosa, ambas cosas. En el gen murciano no va el amor por el calor exacerbado e inhumano. Y si va, entonces no amo Murcia como yo pensaba.

Siempre comento, entre conocidos, que si económicamente fuese posible, me largaba en mayo y volvía en octubre. Al norte de España o directamente al extranjero, mi enamorado Londres, por ejemplo. Quererme marchar de mi tierra tanto tiempo por no poder aguantar vivir en ella es duro. Pero sobretodo, triste. Y hay estudios que demuestran que este calor (con el agravante humedad) es muy gravoso y perjudicial para un número relevante de enfermedades. Así que no es oro todo lo que reluce y 39 grados, sí, son suficiente calor, son mucho calor que muchos murcianos no aguantamos.

He aquí mi decaimiento y desgana. Sufro de astenia pero veraniega. Lo que hace, fíjense ustedes, hasta que en ocasiones se me agríe el carácter. No me gusta la playa, sufro de bajones de tensión, me pongo nerviosa con el trajín y me aburro como un

Reflexiones de una treintañera universitaria
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