primer trabajo remunerado, ya era mayor. O al menos eso pensaba yo. Me saqué el tan ansiado carnet de conducir y estrené aquel c3 con la pegatina de una margarita al que tanto cariño le tuve. Entonces sí fui libre de verdad, aunque en realidad muy prisionera de mi misma.

-2007: qué año tan raro pero a la vez especial. Resulta que un chaval muy alto y rubio, bastante callado, de vez en cuando iba por la empresa en la que trabajaba a reparar algún ordenador o directamente el servidor de ésta. La primera vez que tuve conciencia de él fue gracias/por culpa de un monitor roto y una trola como la catedral de Murcia que su jefe me había echado por teléfono. La “bronca” se la comió él junto a su compañera. Pero no crean, no soy tan brava como aparento, bueno, sí lo soy pero la bravura dura poco. Y de la bronca surgió un café, del que surgió una cita, de la que surgió un noviazgo y del que surgió, sin yo imaginarlo en un primer momento (pero ni por asomo), una boda.

-2008: si mientras le estoy pegando  la susodicha  “bronca” al larguirucho de pelo rubio baja un ángel del cielo y me dice al oído que es mi futuro marido y padre de mis hijos el ángel, aún con toda su buena intención, se lleva otra “bronca” por listo. Es sencillamente espectacular cuando, pendiente de otros problemas y calentamientos de cabeza, tienes delante tu futuro y no eres capaz de verlo. Luego piensas: si hubiese puesto todo el énfasis que le ponía a mis problemas a lo que tenía delante…

En navidad y con frío, como a mí me gusta, me casé. Y mi vida cambió, radicalmente, de un extremo a otro. Y a los que tan pelmas se pusieron con el tema de casarme en diciembre les diré que lo hice porque básicamente me salía de los orificios nasales y otros, pues la que se casaba, era yo. Quien tenía que estar estuvo, el que no quiso, hizo bien. También es verdad que otros sobraron.

-2010: hice lo que siempre pensé que sería incapaz: traer a una persona al mundo. Me convertí en madre, título que ostentaré toda mi vida. Y fui capaz de serlo, a base de trasnoches y llantos, los que me han hecho más fuerte, lo que ha incrementado mis niveles de paciencia, sensatez y madurez pero sobretodo, de amor. Es lo más difícil que he hecho en mi vida y lo va a ser por siempre.

-2011: volví a la universidad y una de mis mejores amigas se casó. Empezamos a hacernos mayores todas.

Reflexiones de una treintañera universitaria
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