Yo no sé si algún día seré madreabuela, de momento solo estoy en el primero de los escalones. Lo que tengo claro es que a lo que mi caso concierne me están dejando el pabellón muy alto. Pues en mi caso, mi madreabuela, madre de la que estas letras escribe y abuela de mi hija, además de ejercer tal cargo con nota muy alta, es esposa, madre de otros dos hijos y mujer trabajadora, es decir, está en activo.
Solo puedo que estarle agradecida y pedirle que se dedique más tiempo a ella y a su marido, sé de sobra que de madreabuela está ahí y solo tengo que toser para que aparezca.

Gracias a todas las madreabuelas por hacernos la vida más fácil. Son muchas las madreabuelas que hay en este país y de muchos tipos. Mueven la vida diaria de todos los hogares españoles, y todos lo sabemos. Vamos, por ello, también a ponerlo en valor.

Me podría haber esperado una semana y al día de la madre para escribir estas líneas pero no, una es madre y madreabuela los 365 días del año, así que hoy me ha parecido un día perfecto.

Y me van a permitir que dedique estas líneas a dos supermadreabuelas: a la mía, a la que adoro y sin la cual no sería nada, aparte de por su ardua tarea de madre y ahora de abuela porque me dio la vida y eso, ese mérito, es exclusivamente suyo. A la otra supermadreabuela la valoro si cabe con más objetividad, valoro todo lo que hace por amor a su dos-escalones-prole desde la distancia, lo que me reafirma en la idea de que su labor, su ayuda y su presencia han sido y son claves para dos personas a las que tengo un especial cariño. Por no poner su nombre pues podría molestarle, diré que el Rojo es el color de su vida y de su sangre. A buen entendedor, en este caso entendedora, pocas palabras bastan.

Es su tesón y su empuje lo que hace que evolucionemos y que, los errores del pasado, queden en meras anécdotas. Qué vivan las madreabuelas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reflexiones de una treintañera universitaria
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