manera. O es que acaso el mejor remedio
para su malestar no ha sido en ocasiones meterse bajo la ducha y
dejar el agua correr sobre su cabeza y cuello. Sana, de eso no les
quepa la menor duda.
Iba sola con mi móvil, entusiasmada grabando el sonido del agua para mandárselo a algunos amigos y familia; ese sonido tan ensordecedor pero a la vez agradable y calmante…
Por la tarde visité Riópar Viejo, donde los primeros habitantes establecieron su morada. Las vistas, indescriptibles. Un horizonte que difícilmente olvidaré.
Quiero agradecer al personal del Hotel Spa Riópar su trato exquisito pues sentirse como en casa cuando uno está fuera es vital. Así mismo al alcalde de Riópar quien, por obligaciones totalmente justificadas, no pudo recibirme. Habrá una segunda vez, no lo dude.
Pero sin duda alguna, y con el mayor de los méritos, agradecer que casi minuto a minuto y pese a estar a 150 km. de distancia hiciese de guía indicándome qué ver y qué no y preocupándose, que es lo más importante, de que estando sola allí todo estuviese correcto y a mi agrado. Este no es otro que Ángel Santamaría, de Pedro Muñoz (Ciudad Real). Gracias, Ángel.
Y para finalizar, me van a permitir que les dé un consejo, no siendo muy partidaria de darlos: si necesitan desconectar, soledad, trabajar con concentración o simplemente pasar unos días en familia, no hace falta que vayan a la otra punta de España, que cojan un avión y marchen por Europa o América. Tenemos pequeños paraísos a la vuelta de la esquina, como aquel que dice, y no lo sabemos.
Señor alcalde, potencie lo que tiene, que no es poco. Los paraísos deben ser por todos conocidos, y este que ustedes tienen ha de ponerse más aun de relieve y darse con énfasis a conocer. Les queda aún por hacer. Fíjense qué atrevida, tengo consejo hasta para el alcalde, pero ciertamente es la verdad y una percepción no solo mía sino de muchos, lugareños incluidos a los que pregunté y con los que charlé. Potencien sus chorros de vida.