—¿Dónde está Olivia? —Zack estaba en la iglesia y consultó su reloj por tercera vez en otros tantos minutos.

—Estoy seguro de que está en camino —le aseguró Quinn.

—Llega tarde. —A Zack le había preocupado que Olivia tuviera miedo y se echara para atrás el día de su boda. Ya había cambiado toda su vida por él: se había ido a vivir a la otra punta del país, y aceptado un empleo en el laboratorio criminal del estado con un salario más bajo. Cuando volvieran de su luna de miel, Zack se iba a cambiar al turno de día, por lo que ambos tendrían el mismo horario de trabajo.

Zack planeaba pasar todas las horas libres que tuviera con su maravillosa esposa.

Había considerado dejar su trabajo con la intención de encontrar un empleo en Virginia. Tenía un buen currículum y unas buenas referencias. Lo importante es que estuvieran juntos.

Pero Olivia no le había dejado abandonar el cuerpo de policía. Le había dicho que quería trasladarse a vivir a Seattle y empezar de nuevo. Habían hablado de ello la semana después de que Hall hubiera entrado en casa de Olivia, y juntos decidieron que formarían un hogar común en Seattle.

Aquello había ocurrido hacía tres meses. Pero durante los últimos dos días, Olivia había empezado a distanciarse de Zack. Esa mañana, ni siquiera la había visto antes de irse a la iglesia; Olivia se había marchado muy temprano a casa de Miranda para vestirse para la boda.

A Zack le preocupaba que ella hubiese cambiado de idea, que se arrepintiese de los sacrificios que habían hecho para estar juntos.

Tenía que encontrar una manera de solucionarlo; como fuera. No estaba dispuesto a permitir que Olivia no fuera feliz.

Diez minutos tarde.

El móvil de Quinn sonó, y sonrió avergonzado hacia el pequeño grupo de personas que se habían reunido para asistir a la boda.

—Discúlpame —le dijo a Zack. Un minuto después, había colgado—. Zack, era Miranda. Olivia no quiere salir de su habitación.

Durante los cinco minutos que tardó en llegar a casa de Quinn, Zack sintió una opresión en el pecho.

¿Qué sucedía? ¿Estaba asustada? ¿Se arrepentía de sus decisiones? ¿No lo amaba?

Ambos tenían sendos matrimonios fracasados a sus espaldas, pero al menos Zack sabía lo que había hecho mal. Había sido joven, idiota y presuntuoso. El trabajo había sido lo primero y más importante para él, y su ex esposa había sido la segunda y lejana prioridad. Zack había aprendido de sus errores, y no estaba dispuesto a cometer las mismas equivocaciones con Olivia.

Cuando Zack conoció a Greg, este no le había gustado. Bueno, para ser absolutamente honrado consigo mismo, se había sentido un poco celoso. Pero Olivia le había explicado que se casó con Greg porque resultaba cómodo, eran amigos y a ella le gustaba su compañía. El amor no había entrado en la ecuación.

—No era la clase de amor profundo que siento por ti. Puede que fuera un amor distinto —le había dicho.

Aquello había atenuado sus celos.

Pocos minutos después, aparcaba delante de la casa de Quinn Peterson. Zack recorrió el camino delantero a grandes zancadas, pero antes de que pudiera tocar el timbre, Miranda abrió la puerta. Si no hubiese estado tan preocupado por Olivia, le habría dicho algún cumplido: estaba preciosa.

—¿Dónde está?

—Arriba. En el cuarto de invitados.

Zack no llamó a la puerta; entró sin más.

—Olivia, ¿qué sucede?

No estaba vestida. Su traje colgaba de la puerta del cuarto de baño. Estaba peinada y maquillada… o lo había estado. En ese momento, unos surcos de color le atravesaban el rostro; se había quitado la mayor parte del maquillaje con un pañuelo de papel.

Zack dio un paso titubeante.

—Liv… si he hecho algo, lo siento.

Olivia rompió a llorar, y Zack la rodeó con sus brazos y la abrazó.

—Liv, cariño. Dime qué pasa. Juntos podemos hacer frente a lo que sea. Ya lo sabes.

Ella negó con la cabeza.

—Por favor, Liv…

Desde que habían decidido casarse, Olivia lo había planeado todo para ese día. Pero dos días antes, su vida había dado un vuelco, y ya no sabía cómo manejarla. Tampoco sabía cómo decírselo a Zack.

—¿Es por Seattle? ¿Te arrepientes de haber dejado Virginia?

Ella sacudió la cabeza. ¿Cómo podía siquiera pensar en eso? Habían hablado del tema durante días antes de decidir que no tenía ninguna raíz en Virginia. A los pocos amigos que tenía los podría visitar en vacaciones.

—¿Es el laboratorio criminal? ¿No te gusta el nuevo trabajo?

—No —dijo Olivia con voz ronca, y se sorbió la nariz. La realidad es que le encantaba su nuevo empleo. No todo el equipamiento era tan bueno como el del FBI, pero su puesto era todo un desafío; tenía que estar en el escenario del crimen a menudo y le encantaban sus colegas.

—¿Se trata de mí?

—No, Zack. Soy yo. Estoy embarazada.

La cara de Zack lo dijo todo: estaba atónito.

—Eso no es ningún problema —dijo él lentamente—. No pasa nada. No hemos hablado de tener hijos, pero a mí me encantan. Bueno, no he tenido ninguno propio, pero aprenderemos juntos. —Hizo una pausa y le acarició la mejilla—. Por mí no hay ningún problema, Liv. ¿Te preocupaba que me enfadase? Cariño, hacen falta dos para hacer un bebé. Ese pequeño sujeto es responsabilidad mía tanto como tuya. Es nuestro. No se me ocurre nada mejor.

Olivia negó con la cabeza, y su cara se vio surcada por nuevas lágrimas.

—Yo no puedo…

—No entiendo.

—¿Y si le ocurre algo? No puedo protegerlo todos los días a todas horas. No paran de asesinar niños. ¡Si hasta los secuestran de sus propias cunas! ¿Cómo voy a traer un hijo al mundo, sabiendo que puede morir?

—Oh, Liv. —Zack la atrajo entre sus brazos, y ella se aferró a él con el cuerpo temblándole.

—Olivia, Olivia. Todo cuanto puedo prometerte es que querré a ese niño con todo mi corazón. Que haré todo lo que esté en mis manos para protegerlo y mantenerlo a salvo. Es todo lo que puede hacer un padre.

—Estoy aterrorizada. No sé cómo responderé.

—Tú no… ¿Estás pensando en interrumpir el embarazo?

Ella negó con la cabeza.

—No, no, no es eso. Es solo que no sé qué hacer, Zack. Tengo miedo.

Zack la besó en la frente y le levantó la barbilla.

—Olivia, serás una madre increíble. Tienes una capacidad de amar infinita. Y daremos juntos todos los pasos. Amaremos y protegeremos a esa criatura. —De repente, soltó una carcajada—. Vamos a ser una familia.

Olivia intentó tranquilizarse. No sabía si podría hacer aquel trabajo; ignoraba cómo manejar las innumerables emociones que pugnaban en su interior.

Zack le puso la mano en el vientre. Por primera vez desde que se había enterado de su estado, Olivia sintió que la paz la invadía. Respiró hondo.

Seguía estando asustada. Sabía demasiado sobre la maldad y lo que podía ocurrir. Pero con Zack, tal vez tuviera la fuerza suficiente para aceptarlo día a día.

—Te amo tanto, Zack.

Él la besó y la abrazó con fuerza.

—Te quiero, Liv. A ti, y al pequeño sujeto que llevas dentro. Eternamente.

—Eternamente —repitió ella, sujetándolo muy cerca de ella. Sus temores se desvanecieron un poquito. Con Zack, podría hacerlo.

—Bueno, ¿te vas a casar conmigo? —preguntó Zack.

—¿Ahora mismo?

Él miró su reloj.

—Ahora mismo.

—¿Puedo vestirme? —Olivia reprimió algo entre una risita y un sollozo.

—Por supuesto. Pero no te voy a perder de vista. ¿Necesitas ayuda?

Olivia se limpió las lágrimas.

—No, pero puedes mirar.

Zack se sentó en el sofá y sonrió.

—Esto va a ser divertido.