Zack Y Olivia no hablaron mucho durante el trayecto desde casa de los Davidson. Ya era más de mediodía cuando llevaron de vuelta a su hogar a Amanda y a Brenda. De ahí, se fueron a la comisaría, donde la dibujante mostró su trabajo, aunque este era demasiado vago para que fuera utilizado por los telediarios. El hombre podría haber sido cualquiera, y la dibujante no estaba segura de que Sean hubiese recordado suficientes detalles.
Lo único que Sean describió bien fue el tatuaje. Cuando Olivia vio el dibujo, supo sin ningún género de dudas que era el mismo tatuaje del hombre que mató a Missy.
Brian Harrison Hall tenía uno idéntico en su brazo.
—El hombre de California que acaba de ser excarcelado tenía un tatuaje igual a este —dijo Olivia—. Un testigo lo identificó por su tatuaje.
Zack estudió su copia del dibujo.
—Un águila azul. California… —Echó una mirada a la pizarra—. Eso fue hace treinta y cuatro años. La primera víctima. —Hizo una pausa y miró a Olivia—. Hablamos acerca de que este asesino probablemente no trabaje con un compañero, pero ¿y si él y ese otro tipo…? ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Hall?
Olivia asintió con la cabeza sin sorprenderse de que Zack se acordara.
El detective dio unos golpecitos sobre el dibujo del tatuaje.
—Bueno, consideremos esto detenidamente. Supongamos que Hall fuese inocente… y apuesto a que lo era. Si hubiese sospechado de nuestro tipo, habría dicho algo al respecto, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Así que Hall es inocente, pero es demasiada casualidad que dos hombres de más o menos la misma edad y complexión, con el mismo tatuaje, que vivían en la misma ciudad y con acceso a la misma camioneta no se conocieran.
—¿Quiere decir que podrían haberse conocido, aunque Hall no tuviera nada que ver con el asesinato? —Olivia cayó en la cuenta. Aquello tenía sentido.
—Exacto. —Zack se levantó y empezó a dar vueltas por la sala—. Pongamos por caso, debido al tatuaje, que sirvieran juntos en Vietnam. ¿Cuándo fue licenciado Hall? —Zack cogió una carpeta y empezó a hojearla.
—El 10 de abril de 1972 —dijo Olivia quitándole la carpeta. No quería que Zack viese todos los detalles que contenía. Ella había escrito solo los nombres de pila de las víctimas en la pizarra. Si él escarbaba demasiado, vería que la primera víctima compartía apellido con ella.
Zack la miró asombrado.
—Buena memoria.
Olivia no hizo ningún comentario; se había aprendido de memoria el expediente del caso de Missy.
—Apostaría lo que fuera a que nuestro asesino sirvió con Hall en Vietnam. Tal vez fueran licenciados al mismo tiempo. Y puede que no se llevaran bien entre ellos.
—¿Está sugiriendo que nuestro asesino le tendió una trampa a Hall?
—Todo es posible en este punto. Pero creo que debemos seguir con la suposición de que se conocían, y eso nos da algo con lo que seguir. —Cogió el teléfono y marcó una extensión—. No va a ser fácil conseguir los registros militares, pero creo que su gente probablemente pueda conseguirlos más deprisa.
Al teléfono, Zack dijo:
—¿Jefe? Aquí Travis. Mire, creo que necesitamos ponernos en contacto con la oficina de Seattle. Tenía intención de llamarle esta mañana, pero con lo de la búsqueda de Amanda Davidson… Sí, bueno… Dos cosas. La primera, es que la agente St. Martin y yo tenemos la teoría de que nuestro asesino sirvió en Vietnam y que debió de ser licenciado alrededor de abril de 1972… Pongamos entre finales de 1971 y octubre de 1972. Segundo, ¿recuerda las marcas en los brazos de las víctimas? Doug Cohn habló anoche con varios laboratorios, y en sus víctimas aparecían las mismas marcas. Doce pinchazos. Necesitamos que algún experto nos ayude a descubrir qué podrían significar.
Zack escuchó un momento antes de continuar.
—De acuerdo, llame y arréglelo; luego, haga que se pongan en contacto conmigo y con la agente St. Martin, y les informaremos de lo que hemos descubierto hasta el momento. —Colgó.
—¿Sabe una cosa? —dijo Zack—. Después de que el jefe presente la petición a Seattle, tal vez debería trabajar como enlace con su gente. No tengo ningún problema al respecto. He conocido a muchos federales que engañaron a este Departamento, pero usted ha estado fantástica. No tendría ni la mitad de lo que tengo, si no lo hubiese aportado usted.
—Yo… —¿Qué podía decirle a eso? Respiró hondo—. Zack, creo que debería explicar…
—Olvide eso… Tengo una idea.
—¿Cuál?
—Hacer que Hall colabore.
Olivia entrecerró los ojos.
—No entiendo.
—El tipo que acaba de ser excarcelado. Apuesto a que sabe perfectamente a quién estamos buscando. Aunque no haya pensado en ello, probablemente dará con un nombre, si le hacemos las preguntas adecuadas… Tales como: ¿conocía a alguien que hubiese servido en Vietnam que estuviera en Redwood City con usted? Muchos de esos tipos salían juntos. Entonces el ambiente no era favorable al ejército. Apuesto a que lo conoció o puede darnos un par de nombres de tipos con un tatuaje parecido.
Olivia no supo qué decir. Sí, la idea era brillante. Era casi seguro que Hall tendría nombres. Pero la mera idea de verlo después de haber testificado contra él, entonces y en cada una de las vistas de su libertad condicional, le aterrorizaba.
Pero había que hacerlo. Era la mejor pista que tenían.
—Llamaré a la oficina del fiscal del distrito y les pediré que se pongan en contacto con el abogado de Hall —dijo Olivia.
—Mientras hace eso, iré a hablar con Doug Cohn para ver qué está ocurriendo con los expedientes de los laboratorios sobre esas doce marcas.
Zack pasó por su lado y le dio un apretón en el hombro. El gesto se volvió íntimo cuando sus dedos le masajearon el cuello.
—Estamos cerca, lo puedo sentir. ¡Ánimo!, y cuando atrapemos a ese bastardo la invito a cenar a un restaurante con vistas al lago Union.
Y dicho eso, se marchó.
Olivia dejó que se marchara. Podía haberlo detenido y haberle contado la verdadera razón de su presencia allí, pero no lo hizo. Solo estaba ganando tiempo.
Buscó en su agenda el número de la oficina del fiscal del distrito del condado de San Mateo, de la que Hamilton Craig era el titular. La pasaron de un despacho a otro hasta que, al final, alguien le dijo que el fiscal no se podía poner y se ofreció a ayudarla.
Olivia no quería hablar con nadie que no conociera, así que colgó y encontró el número del móvil de Gary Porter.
Gary era el policía, ya jubilado, que había investigado el caso de Missy, y acudido a todas las vistas de la condicional para oponerse a la puesta en libertad de Brian Hall. No solo había apoyado a Olivia todas las veces que esta había testificado en contra de la concesión de la condicional a Hall, sino que había sido la figura paterna de la que ella careció durante el juicio inicial. Sus padres estaban tan consternados y turbados por el dolor, que apenas si fueron conscientes de que Olivia estuviera en la misma sala, por no hablar de lo que había tenido que pasar contándoles a los abogados y al juez lo ocurrido el día que desapareció Missy.
Con independencia de lo que ocurriese con aquel caso, aunque perdiese su trabajo o a sus amigos o el respeto de Zack, jamás lamentaría su decisión, si le había evitado a Amanda Davidson el dolor emocional que ella había sufrido de niña.
Gary respondió al tercer tono.
—Gary, soy Olivia St. Martin. ¿Cómo estás?
—Podría estar mejor.
—¿Qué sucede?
El policía hizo una pausa.
—¿No recibiste mi mensaje? Te dejé uno en el teléfono de tu casa y otro en el de tu oficina hace dos días.
—No. No lo he recibido. No… no estoy en Virginia en estos momentos.
—Hamilton Craig fue asesinado a tiros. La policía cree que sorprendió a un ladrón en su casa.
—¿Hamilton? ¿Está muerto?
Olivia apoyó la frente en la mano, y sintió la piel repentinamente húmeda por el sudor. No podía imaginarse al animado fiscal del distrito, que para ella había sido más importante que la vida misma cuando era niña… muerto. Esa era la causa de que la hubieran mareado en la oficina del fiscal del distrito.
—El funeral es esta noche.
—Cuánto lo lamento.
—Si no era por lo de Hamilton, ¿para qué me llamabas?
—Podría haber una pista en el asesinato de Missy.
Hubo un largo silencio.
—¿Ah, sí?
—De una manera un tanto extraoficial he estado ayudando en otro caso que guarda un asombroso parecido con el de Missy. Pensamos que quizás Hall conozca al asesino de Missy. —Olivia le explicó lo de los tatuajes, lo que había visto el testigo de Seattle y la teoría de Zack de que el asesino había luchado en Vietnam con Hall, y de que tal vez le había tendido una trampa o al menos lo conocía cuando le robó la camioneta.
Gary no dijo nada durante un buen rato.
—¿Gary?
—¿Estás en Seattle ahora?
—Sí.
—No sabía que hubieses conservado tu condición de agente de campo.
Olivia no respondió.
—No tienes que decir nada. ¿Qué quieres que haga?
—En la oficina del fiscal del distrito me han estado mareando (no me dijeron nada de lo de Hamilton), y no conozco a nadie más allí. Necesito que alguien se ponga en contacto con el abogado de Hall para ver si podemos interrogarlo.
—¿Quién? ¿Tú?
—O el detective con el que estoy trabajando o alguien de allí. Yo no, no, personalmente. Sé que no debo estar cerca. Aunque creo que Hall colaborará, ¿no te parece? ¿Acaso no querría saber que alguien le tendió una trampa para enviarlo a la cárcel?
—Tienes razón, Hall picará. ¿Vas a venir tú también?
—Lo dudo. —Quería ir, pero en cuanto el FBI local entrara en acción, se le ordenaría que volviera a Virginia—. Pero lo voy a intentar. Simplemente, no asistiré al interrogatorio.
—Me pondré en contacto con la oficina de Hamilton y pasaré la información. Estoy seguro de que colaborarán. ¿Cómo puedo ponerme en contacto contigo?
—Llámame al móvil. O mejor todavía, diles que llamen al detective Zack Travis, del Departamento de Policía de Seattle. —Le proporcionó el número de Zack, se despidió y colgó.
Olivia ocultó la cara en sus brazos y respiró hondo. Su vida estaba entrando en una espiral de descontrol, pero estaban mucho más cerca de encontrar al asesino de Missy. Y eso valía algo. Aunque Zack la enviase de vuelta a Virginia o Rick Stockton la despidiera, ella no podría dejar de valorar lo que había aportado a la investigación. Tenía que centrarse en eso.
El teléfono de la mesa de la sala de reuniones sonó.
—Dígame —respondió.
—Liv, soy Zack. Baje al laboratorio. El genio Doug Cohn acaba de averiguar lo que significan las marcas; no se lo va a creer.