El cielo adquirió una increíble tonalidad azul oscuro instantes antes de que un tenue resplandor perfilara las montañas por detrás del hotel del Afluente Norte.

Chris Driscoll se tomó un minuto para observar la salida del sol desde su escondite entre los árboles, en la cara noroccidental de la propiedad. Un año después de que Bruce matase a su madre, y antes de que Chris se enterase de que la había asesinado a puñaladas, se habían trasladado a vivir a una caravana en las afueras de Grand Junction, Colorado. La caravana estaba mugrienta y tenía un inconfundible olor a humedad, pero las montañas del exterior enmarcaban el antro en el que vivían, y el aire era tan frío, vigorizante y límpido, que Chris y Angel habían pasado al aire libre todo el tiempo que Bruce les permitía.

A menudo, cuando Bruce estaba durmiendo la mona, Chris llevaba a Angel hasta el extremo opuesto del camping de caravanas y contemplaban el amanecer.

Un amanecer muy parecido al de ese momento.

«Angel, lo siento tanto. Te amaba más que a nada en el mundo, más que a mí mismo».

El parpadeo fugaz de una luz desvió la atención de Chris del amanecer y la llevó al porche del hotel. Los dos agentes se habían encontrado y se estaban fumando un cigarrillo.

Consultó su reloj. Parecía que hacían rondas de treinta minutos. Chris esperó a que terminaran de fumar. Cinco minutos después, uno de los agentes se dirigió al sur, para inspeccionar la carretera y la parte más alejada de la pradera. El otro volvió a rodear el edificio para hacer lo propio con el perímetro posterior y las construcciones anexas.

Bien. Observaban un horario. Esperaría a que hicieran una ronda más para comprobar la ruta de los agentes, y entonces tomaría posiciones.

• • •

Olivia se dio la vuelta de lado y se metió dentro de algo muy cálido y duro.

Zack Travis.

Sonrió. La última noche había sido increíble. Eso era un eufemismo; nunca había tenido un orgasmo semejante, ni se había comportado de manera tan licenciosa ni se había excitado tanto.

Jamás le había importado el sexo; en ese momento, ocupaba el primer puesto de su lista… si es que iba a ser siempre como lo de esa noche.

Observó a Zack dormir; la barba de un día hacía que pareciese más un pirata que un poli. Dormía solo con la sábana, aunque la habitación estaba helada. Tenía su propio termostato interior. Olivia sintió el calor que se desprendía del cuerpo de Zack.

En su boca se dibujó una sonrisa; era feliz. El pensamiento la sobresaltó.

Se levantó de la cama en silencio y encontró su camisón en el suelo. Se lo puso por la cabeza, y descalza, salió de la habitación para buscar a las hermanas Krause y poder recuperar su ropa.

La aurora ya coronaba la montaña. Un vistazo a su reloj le indicó que eran más de las siete. La búsqueda de Driscoll ya había empezado, y el jefe de la policía del condado llegaría a las siete y media para recogerlos a ella y a Zack.

El aroma de un exquisito café la arrastró hasta la cocina, situada en la parte posterior del hotel. El hotel del Afluente Norte se parecía más a una casa descomunal que a un hotel comercial. A Olivia le gustaba, y se preguntó si, cuando todo terminase, ella y Zack podrían volver a pasar un largo y relajado fin de semana.

La idea la reconfortó.

Una de las hermanas Krause estaba atareada en el mostrador cuando Olivia entró en la cocina. El piloto del helicóptero —¿Josh?— estaba sentado a una gran mesa de roble redonda, tomándose una taza de café y un enorme bollo de arándanos.

—Siéntese —dijo la señorita Krause señalándole la mesa con la mano.

—Esto… ¿me preguntaba si ya estaría lista mi ropa? El jefe de la policía del condado no tardará en llegar, y quisiera estar preparada.

—Oh, pues claro. Sígame. Está en la lavandería. Hay también un baño donde se puede cambiar.

Olivia siguió a la señorita Krause por un corto pasillo. Su ropa estaba pulcramente doblada encima de una mesa situada enfrente de una lavadorasecadora industrial, con los zapatos, bien bruñidos, encima.

—Los pantalones estaban rotos, y mis habilidades para la costura son más bien escasas, pero la costura debería aguantar hasta que pueda llevarlos a un sastre en la ciudad.

—Muchas gracias por tomarse tantas molestias.

—No ha sido ninguna molestia en absoluto. De verdad. Solo doy gracias a Dios porque esa pobre niñita esté bien. —La mujer echó un vistazo a través de la ventana y puso ceño—: Ese pobre agente.

Olivia siguió la mirada de la señorita Krause a través del cristal. Había conocido al agente Will Jeffries la noche anterior, cuando este había llegado para vigilar el hotel. Olivia no creyó que Driscoll fuera lo bastante tonto para aparecer donde había gente, pero Quinn y Zack habían insistido.

—¿Qué sucede? —preguntó Olivia. Jeffries estaba en el extremo opuesto de la propiedad, cerca del establo. Parecía estar perfectamente e inspeccionaba el perímetro, como se le había ordenado.

—Lleva inspeccionado el terreno toda la noche. Le preparé un termo con café y se lo llevaré.

—Esto, perdonen, ¿señorita Krause?

Un hombre alto y de edad avanzada estaba parado en el umbral de la lavandería.

La señorita Krause se dio una palmada en la sien.

—¡Oh, señor Crenshaw!, cuanto lo siento. Me había olvidado de que usted y la señora Crenshaw tenían que coger un vuelo esta mañana temprano. Con todo lo que ha sucedido… —Agito la mano—. Le pondré el desayuno en cuanto me ocupe del agente de ahí fuera.

—Me encantaría llevarle el termo al agente Jeffries, señorita Krause —dijo Olivia—. Me vestiré y me reuniré con usted en la cocina.

—Es usted un cielo, querida. Gracias.

La señorita Krause condujo a su huésped por el pasillo. Olivia utilizó el baño para cambiarse, dobló el camisón prestado y lo dejo encima de la mesa de la lavandería. De regreso a la cocina, se fue peinando el pelo con los dedos.

La señorita Krause le entregó el termo con una amplia sonrisa y dijo:

—Les tendré preparado el desayuno a usted y a su gente en unos minutos, querida.

—No es necesario —dijo Olivia, aunque el olor del crepitante beicon y las naranjas hizo que le sonaran las tripas. La comida había sido última prioridad desde que había llegado a Seattle.

—Tonterías. Estará listo. Beth ya ha subido a avisar a su compañero y a esa pareja de casados tan guapos. Ah, y he visto al agente entrar en el establo hace un minuto.

—Gracias, señorita Krause. —Olivia no iba a discutir por la comida. La necesitaba. Cogió el termo y salió al porche.

• • •

Zack se dio la vuelta para atraer a Olivia hacia él, pero su brazo solo sintió una zona caliente en las sábanas. Abrió los ojos y arrugó el entrecejo.

—¿Liv?

Se levantó, se puso los calzoncillos y luego los vaqueros. Olivia no estaba en la habitación, pero supuso que habría bajado a coger su ropa o reunirse con su amiga Miranda.

Oyó que alguien llamaba a una puerta al otro lado del pasillo. Abrió la puerta y vio a Quinn fuera de su habitación. Quinn lo miró durante un instante con cara inexpresiva.

—¿Qué sucede? —preguntó Zack cerrando la puerta de Olivia detrás de él y atravesando el pasillo hasta su cuarto.

Quinn lo siguió dentro.

—Acabo de hablar con el jefe de la policía del condado.

—¿Está aquí?

—Llegará en quince minutos. El equipo de búsqueda encontró el rastro de Driscoll y creen que se dirige hacia aquí.

—¿Al hotel?

—Sí. Ha alertado a los agentes que están fuera, y otro equipo viene hacia aquí para proteger el edificio. Quería informarte primero, y luego bajar y hablar con las Krause y los huéspedes.

—¿Para qué vendría aquí? —Zack entró en el cuarto de baño, donde la noche anterior había aclarado su camiseta. La prenda colgaba con rigidez de la barra de la ducha, pero Zack se la puso e hizo unas ondulaciones con los hombros para estirarla.

—¿Si yo fuera él? Para robar un vehículo. Tal vez supuso que la policía seguiría su rastro y que no protegería ninguna propiedad de la zona. Esta es la residencia ocupada más cercana al lugar donde estrelló la camioneta.

—Lo cual significa que ha estado aquí.

—De reconocimiento —dijo Quinn—. Habría inspeccionado la zona antes de traer a ninguna de las niñas hasta aquí arriba. ¿Cuál es mi suposición? Que también mató a Jennifer y a Michelle por aquí. Posiblemente en el mismo lugar al que llevó a Nina.

—Enviaré a Doug Cohn y a su equipo de vuelta allí cuando el hotel esté protegido. Vamos.

—¿Dónde está Olivia?

—Creo que ha bajado.

—Mmm.

—Tienes algún problema conmigo y con Liv, ¿no es así?

—Ninguno en absoluto.

Zack no fue capaz de leer en la expresión del federal, así que desistió. Bajaron y entraron en la cocina, uniéndose a Miranda y Beth Krause de camino. Doug Cohn, su ayudante y Josh Field estaban sentados alrededor de la mesa. En la mesa del comedor anexo estaban sentados un matrimonio de ancianos y una pareja joven con un niño.

Kristy Krause sonrió alegremente mientras vertía el zumo de naranja recién exprimido en los vasos.

—Fue a llevar un poco de café al agente Jeffries.

Zack se puso tenso.

—¿Cuándo? ¿Adónde?

—Hará unos cinco minutos, al establo.

Zack y Quinn se miraron el uno al otro.

—Doug, Josh, proteged la casa —dijo Zack—. Que no salga nadie hasta que regresemos.

• • •

La puerta del establo estaba entreabierta, y Olivia entró; apestaba a heno y a estiércol.

—¿Agente Jeffries? —gritó—. Soy Olivia St. Martin. —No quería que el policía pensara que era un intruso.

¿Dónde estaba el agente? ¿No le había visto salir del establo? ¿O es que la señorita Krause se había equivocado?

En el lado opuesto del establo había otra puerta y también estaba abierta. Un caballo relinchó suavemente a su derecha. Se volvió, sonriendo al animal y alargó la mano para acariciarle el hocico.

—Eh, chico, ¿cómo estás esta mañana? Ojalá tuviera algo para ti, pero creo que la cafeína esta fuera de tu dieta.

El caballo respondió a la voz de Olivia con un relincho. Había seis caballos en los compartimientos, todos limpios y bien cuidados. Categóricamente, quería volver al hotel con Zack. Hacía años que no daba un paseo a caballo, pero había sido una de sus aficiones de siempre.

Olivia echó a correr por el establo hasta la puerta más alejada, deseando no haberse ofrecido a llevar el café. Hacía un frío helador, y no se había puesto una chaqueta.

Olió la muerte antes de verla.

Se dio la vuelta lentamente. Justo al lado de la puerta por su parte interior, en uno de los compartimentos, yacía sobre el suelo un cuerpo desnudo. Olivia contuvo la respiración, dándose cuenta de tres cosas de repente.

Que el agente Jeffries estaba muerto; le habían aplastado la cabeza con un objeto grande y contundente.

Que quienquiera que lo hubiera asesinado llevaba puesto el uniforme del agente.

Y que lo más probable es que el asesino fuese Chris Driscoll.

Tenía que avisar a todos los de la casa. Las hermanas Krause abrirían la puerta a un hombre uniformado sin pensárselo dos veces. Había dado dos pasos corriendo hacia la puerta cuando un brazo fuerte la agarró, la atrajo contra un pecho macizo y le puso una pistola en la cabeza.

—No diga una palabra.