El acto de escribir es una experiencia solitaria. Coger lo que apenas es el embrión de una idea y verla florecer en una novela de 400 páginas resulta excitante.
Pero en el proceso, el escritor suele buscar orientación en aquellos que poseen un conocimiento que trasciende sus posibilidades. Son varias las personas que han compartido amablemente su tiempo y experiencia conmigo para ayudarme a reunir los detalles de este libro:
Gary Olson, asesor de seguridad pública del estado de California, me ayudó en la investigación de las leyes californianas, en especial de la sentencia del Tribunal Supremo de 1972 que abolió la pena de muerte, lo que desembocó en la revisión de las condenas de 107 delincuentes.
Las escritoras de novelas románticas son inmensamente generosas con su tiempo y talento. En especial, quiero darles las gracias a Morag Pippin y Ann Schuessler por su información sobre Seattle y la isla de Vashon.
Una vez más, Wally Lind en el chat de Crime Scene Writers ha sido una referencia impagable para darle verosimilitud a los detalles forenses: el ex agente del FBI y escritor Rae Monet me respondió a una infinidad de extrañas preguntas a cualquier hora del día y de la noche; y Lillian Peck, encargada de información y reclamaciones de los juzgados de Seattle, contestó a múltiples preguntas sobre ordenanzas, internamiento y transporte de presos. Cualquier imprecisión es de mi exclusiva responsabilidad.
Por tantísimo apoyo emocional necesario, quiero dar las gracias a mi amiga Karin Tabke y a nuestras socias del blog murdershewrites.com.
Quiero mostrar mi especial agradecimiento a Jan, Sharon y Ami, que leyeron los primeros capítulos y me hicieron las preguntas difíciles; a mi fabulosa agente, Kimberly Whalen, cuyo entusiasmo es contagioso y a quien siempre le gustó Zack; y a mi sabia editora, Charlotte Herscher, que me ayudó con entusiasmo a darle forma a este relato. Además, quiero darle las gracias a todo el equipo de Ballantine por su apoyo y estímulo, sobre todo a Dana Isaacson, Jilly Hailparn, Kim Hovey y Signe Pike.
Y lo más importante de todo, quiero expresar mi reconocimiento a los padres de niños asesinados que, con gran dolor y sacrificio personales, luchan por mantener la atención pública sobre sus tragedias familiares, a fin de conseguir las reformas legales a nivel nacional para combatir los crímenes contra la infancia.
Y por último, a los investigadores dedicados a la resolución de los casos de agresiones sexuales que dedican sus vidas a resolver los crímenes contra los seres más inocentes y vulnerables de nuestra sociedad.