Zack se quedó a pasar la noche, y el lunes bien temprano acompañó a Olivia en un ligero desayuno con Quinn y Miranda Peterson.
—Te llevaré al aeropuerto —dijo Zack.
—No puedo dejar que hagas eso —dijo Quinn.
—¿Perdón? —Zack le lanzó una mirada desafiante. ¿Qué problema tenía Quinn?
—Está bajo protección federal. La acompañaré en el vuelo.
Zack paseó la mirada de Quinn a Olivia y dijo lentamente:
—¿Qué está pasando?
—Bueno —dijo Quinn—. Miranda, creo que deberíamos salir un momento.
—¿Qué está pasando? —repitió cuando los Peterson se marcharon.
—Creo que no te lo he dicho… Lo siento. Se trata de Hall.
—¿Hall?
—La policía cree que ha matado a dos hombres que estuvieron relacionados con su proceso en California. Piensan que va a ir a por mí.
—¡Mierda, Olivia! —Pegó un puñetazo en la mesa—. ¿Te han amenazado y no me dices nada?
—Ocurrió todo muy deprisa. No sabemos dónde está… puede que haya huido del país. Encontraron su coche en el aeropuerto de San Francisco. Lo que pasa… es que el especialista en perfiles del FBI cree que está buscando venganza por haber sido encarcelado. Hamilton, Gary Porter, y ahora yo. La protección de los federales es solo una precaución. Hall apenas tiene dinero, posee antecedentes y se han distribuido su fotografía y su descripción entre toda la policía del país. Es solo cuestión de tiempo el que lo detengan.
—¿Antes o después de que intente asesinarte?
Zack la arrancó de su silla de un tirón. Olivia se sobresaltó, pero a él no le importó.
—En las últimas setenta y dos horas casi te matas en una caída en las montañas de las Cascadas, has sido tomada como rehén por un asesino en serie, ¿y ahora un sospechoso de asesinato podría andar tras tus pasos para vengarse? ¿Y crees que te voy a perder de vista siquiera sea un minuto?
—Yo…
Zack la besó intensamente con la boca abierta. Se apartó con el corazón latiéndole a toda velocidad.
—Me trae sin cuidado lo que Quinn Peterson acabe haciendo; donde vayas, iré yo, con o sin protección de los federales.
• • •
Llegaron a Virginia pasadas las seis de la tarde. El agente Tim Daly fue a recibirlos al aeropuerto y tomó el relevo de Quinn; Zack pareció tomarse la situación con calma. Daly los trasladó en coche a la pequeña aunque elegante casa de dos pisos de Olivia en Fairfax.
A Olivia le dio vergüenza enseñarle su casa a Zack. Aunque la vivienda era elegante, y los muebles eran caros, estaba vacía. Era insulsa. No era un hogar; no tenía plantas naturales, ni fotografías, ni nada que dijera que un ser humano realizado y satisfecho vivía allí. Incluso las estanterías, que albergaban unos pocos libros, la mayoría decorativos, estaban ordenadas. Los manuales que Olivia utilizaba para trabajar estaban en su despacho. Las maquetas de las casas de las nuevas promociones inmobiliarias tenían más personalidad que el hogar de Olivia, aunque llevaba viviendo allí tres años.
El agente Daly recorrió la casa.
—Bien, la casa es segura —dijo mientras bajaba las escaleras—. El director Stockton ha dicho que hoy se lo tome con calma, pero que piense en estar en el laboratorio mañana a las ocho en punto de la mañana, para dar parte.
—¿El director Stockton? —preguntó Zack.
—Está al mando del laboratorio del FBI —le explicó Olivia, aunque se sintió incómoda al tener que mencionarlo ante Zack; en realidad, todavía no habían hablado de lo que ella hacía para el FBI.
—¿Café, Tim? —preguntó Olivia.
—Eso sería fantástico, doctora St. Martin.
—Solo tardaré un par de minutos.
—No se dé prisa —dijo el agente, y se sentó.
Olivia recorrió el corto pasillo hasta la cocina y empezó a hacer el café. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de la nota que había sobre el frigorífico.
Arrugó el entrecejo hasta que reconoció las pequeñas y perfectas letras de molde de «Greg».
Abrió la nota y la leyó.
—¿Qué es eso? —preguntó Zack.
—Una nota de Greg.
—¿De tu ex marido, Greg?
—Sí. —Olivia sonrió—. Ayer me trajo unas cuantas cosas de la tienda, después de que Rick le dijera que iba a volver.
—¿Tiene la llave de tu casa?
Olivia miró a Zack. El tono de su voz era extraño… aunque su cara no expresaba nada.
—No entiendo —dijo Olivia.
—¿Este es el mismo Greg que realizó las pruebas de ADN fuera de las horas de trabajo y que sabía lo que estabas haciendo desde el principio?
—Ya te expliqué eso —dijo con lentitud Olivia. Había creído que habían superado su mentira.
De repente, se sintió terriblemente cansada y se dejó caer en una silla, con la cabeza entre las manos.
—No puedo vivir así.
—Así, ¿cómo?
—Contigo dudando y cuestionándome a todas horas.
—No estaba haciendo tal cosa.
—¿No? —Ella lo miró—. ¿Por qué te molesta que Greg supiera lo que estaba haciendo?
Zack movió los pies y pareció avergonzado.
—Liv, si crees que no confío en ti, estás muy equivocada.
—Entonces, ¿qué?
Zack no dijo nada. Olivia repasó los comentarios de Zack mentalmente.
—¿Es porque Greg tiene llave de mi casa?
Zack suspiró.
—No caí en la cuenta de que estuvieras tan unida a tu ex marido.
Olivia casi suelta una carcajada, pero Zack parecía encontrarse tan incómodo que no tuvo corazón para hacerlo. Se levantó y lo besó en la mejilla.
—Zack, Greg y yo somos amigos, y lo vamos a ser siempre. Pero es a ti a quien quiero.
Zack la atrajo hacia él, la besó y la abrazó.
—Muchos matrimonios no acaban en amistad. Llevo años sin hablar con mi ex esposa. Lo último que supe, es que estaba viviendo en Los Ángeles. Con su tercer marido.
—Lo siento.
—Yo no. Aquello fue un error. Los dos nos dimos cuenta antes de nuestro primer aniversario. —Zack la miró—. ¿Qué ocurrió con tu matrimonio?
—Queríamos cosas distintas.
—¿Lo sigues queriendo?
La tensión irradiaba del cuerpo de Zack. Olivia se dio cuenta de que aquello era importante para él.
—No como te quiero a ti.
—Eso no es una respuesta.
—No te pongas celoso, Zack. Greg y yo éramos amigos antes de casarnos, y seguimos siéndolo. Lo quiero porque ha sido una parte de mi vida en la que he podido confiar durante años. Además, tenemos muchas cosas en común.
»Pero —continuó—, confundí la amistad y el respeto mutuo con el amor. De hecho, no creo que entonces fuera capaz de amar a alguien de verdad. No había querido a nadie en toda mi vida, pero estaba cómoda con Greg, y pensé que ese era un motivo suficiente para casarme con él. Y no lo fue.
—No pretendía parecer celoso, Liv. Es solo que todavía tengo que saber muchas cosas sobre ti. —La besó—. Y estoy deseando empezar.
Un ruido procedente de la entrada de la cocina hizo que Olivia pegara un respingo.
Tim Daly se aclaró la garganta.
—Esto, lo siento, doctora St. Martin. Solo venía a servirme el café.
Olivia se ruborizó y le hizo una seña para que se apartara.
—Yo se lo serviré.
Mientras servía el café a los tres, Zack comentó:
—Bonita casa.
—Bueno, ahora que la miro, me parece que necesita algunos arreglos.
—No pasas mucho tiempo aquí.
Olivia negó con la cabeza y lo miró.
—Esta casa se parece a mí.
—No, Liv, no se parece en nada.
Ella se volvió hacia él.
—Sí, era como yo: fría, estéril, desprovista de emociones… hasta que apareciste en mi vida.
Zack extendió la mano hacia ella, y Olivia se hundió en su abrazo.
Estar entre los brazos de Zack; eso sí que era estar en casa.
• • •
Poco después de las diez, otro agente del FBI. Pete Hoge, sustituyó a Tim Daly.
—Voy a inspeccionar el perímetro —dijo Hoge—. Mantenga la puerta cerrada con llave hasta que vuelva.
Olivia lanzó una mirada a Zack, al que parecía divertirle la situación. Zack cerró con llave y echó el pestillo tras Hoge y atrajo a Olivia entre sus brazos.
—En cuanto consigamos que ese tipo se tranquilice, te voy a llevar arriba y te haré el amor. —La besó.
Olivia sonrió.
—¿Otra vez, detective? Estoy impaciente.
Cinco minutos después, Hoge llamó con los nudillos a la puerta, y Zack le franqueó la entrada, cerrando con llave tras el agente.
—Todo parece en orden —dijo Hoge.
—Sírvase en la cocina lo que necesite —le dijo Olivia.
—Gracias, doctora St. Martin. —Hizo un gesto con la cabeza hacia Zack y se dirigió a la cocina por el pasillo.
—Casi solos —le susurró Zack a Olivia al oído—. Vayamos arriba.
Subieron las escaleras de dos en dos, y Olivia abrió la puerta que había al final del pasillo. Zack la cogió, cruzó el umbral con ella en brazos y la tumbó sobre la cama.
Permaneció observándola fijamente durante un largo minuto. Había estado a punto de perderla… dos veces. Primero, a manos de un asesino. Bajó la mirada involuntariamente hacia el oposito color carne del cuello de Olivia, y se le encogió el corazón. Había estado tan cerca de la muerte, sentada en aquel coche con Christopher Driscoll.
Y acto seguido, también había estado a punto de perderla por culpa de su estúpido orgullo. Al repasar mentalmente la última semana y todo lo que había ocurrido en el caso y entre ellos, se dio cuenta de que Olivia había sabido trabajar en equipo. Había sido un activo, y él debería haber sido el primero en reconocerlo, en lugar de sentirse traicionado porque ella no se hubiese presentado como debía.
Si se hubiese alejado de ella para siempre, en ese momento sería medio hombre. Olivia lo completaba de una forma que él no había sabido que necesitaba hasta que ella había entrado en su vida.
Zack se tumbó al lado de Olivia y apoyó la cabeza en la mano. Le apartó el pelo con ternura de la frente y le besó la piel suave y aterciopelada. Luego, le pasó levemente un dedo por el pequeño vendaje del pecho.
—¿Cómo te encuentras?
—Deja de preocuparte por mí. Estoy bien. Un poco dolorida, pero de verdad que me encuentro bien.
—¿Sabes?, me alegro de que no seas agente del FBI. No creo que pudiera soportar el que estuvieras en la línea de fuego cada día.
Olivia se rio.
—La mayoría de los agentes no están en la línea de fuego todos los días.
—Con que sea una vez en la vida ya es suficiente.
—Estoy de acuerdo. Además, me gusta mi trabajo en el laboratorio.
—¿Qué es lo que haces, exactamente? —Zack jugaba con el pelo de Olivia. No podía mantener las manos lejos de ella. Y tampoco quería.
—Analizo las pruebas indiciarias, entre otras cosas. Por ejemplo, en un caso en el que trabajé antes de ir a Seattle, comparé las fibras de una alfombra encontrada en los tres cuerpos arrojados en Minnesota, y confirmé que todas las víctimas habían sido envueltas en la misma alfombra de fabricación industrial, llegando a determinar el número de lote y el fabricante. Gran parte de lo que hago consiste en determinar las pruebas que se han de presentar en juicio.
—Parece interesante, aunque tedioso. —Zack la besó en la mejilla.
—Puede ser, pero es de lo más excitante cuando todo empieza a encajar.
El teléfono de la casa de Olivia sonó, y ella extendió la mano para cogerlo.
—¿Hola?
Zack oyó una voz masculina al otro extremo de la línea.
—Olivia, soy Greg. ¿No te habré despertado, verdad?
Ella se incorporó y dijo:
—No, en absoluto. Gracias por la compra.
Zack se puso en pie. Aunque sabía que no había nada entre Olivia y su ex marido, no se sentía cómodo escuchando su conversación privada.
—Voy a inspeccionar la planta baja y a hablar con Hoge —le susurró a Olivia.
Ella asintió con la cabeza, y Zack se marchó.
Bueno, puede que él siguiera teniendo algo de celos, pero ya lo superaría.
Olivia frunció el ceño cuando Zack cerró la puerta del dormitorio; confió en que él no siguiese dudando de su relación con Greg.
—Olivia, ¿estás ahí?
—Lo siento, Greg. ¿Estarás en la reunión con Rick mañana? —Olivia tenía que informar formalmente de sus actividades a su jefe, y confiaba en que la cosa no pasase de una amonestación. Sin embargo, fuera cual fuese el castigo, no era decisión de Rick. En última instancia, la investigación pasaría a una comisión disciplinaria, que tomaría las medidas pertinentes.
—Ya he entregado mi informe esta mañana. ¿Te encuentras bastante bien?
—¿Qué te hace pensar que no?
—Tal vez el haber sido tirada de un coche en marcha o acuchillada. Escoge lo que quieras.
Olivia lanzó un suspiro.
—Definitivamente, no estoy hecha para el trabajo de campo. Pero, de verdad, estoy entera y apenas tengo dolores. —Eso no era del todo cierto, pero no estaba dispuesta a decirles a Greg o a Zack que se sentía algo más que un poco maltrecha.
—Me puedo pasar por la mañana y recogerte.
—No te preocupes. Rick me ha puesto protección, y ellos me llevarán al trabajo.
—Rick me dijo que ha venido contigo un poli de Seattle.
Los chismes viajan rápido, pensó Olivia.
—Así es.
—¿No es algo infrecuente?
—En realidad, no.
Se produjo un silencio. Olivia se sintió manifiestamente incómoda, pero no quería explicarle a Greg lo de Zack por teléfono. Se lo contaría al día siguiente, en persona.
—Estoy cansada. Creo que es hora de que me acueste —le dijo a Greg—. Gracias de nuevo por traerme las provisiones.
—Siempre a tu disposición, Olivia.
Olivia apretó el botón de colgar, dejó el teléfono en el cargador y bostezó. Estaba agotada. Aunque no le importaría darse un baño caliente. Tal vez Zack quisiera unirse a ella. Sonrió ante la idea y se dirigió al baño contiguo. Abrió el agua, añadió algunas sales de baño y se dirigió hacia el armario empotrado del dormitorio para coger la bata.
Al pasar, rozó la cama, y algo la agarró por el tobillo.
Cayó violentamente sobre la alfombra, y su breve grito fue silenciado por el golpe, que la dejó sin respiración.
Entonces, alguien salió a rastras de debajo de la cama y le inmovilizó el cuerpo contra el suelo con el suyo. Por el rabillo del ojo, Olivia vio una mano que aferraba una pistola.
Hall.
Olivia golpeó el suelo con los puños con la esperanza de que Zack pudiera oírla, aunque el suelo enmoquetado amortiguó el sonido.
—¡Deja de hacer eso! —le ordenó Hall en un sordo susurro—. Deja de hacerlo ya. Vuelve a hacer más ruido, y te pego un tiro.
Pese al terror que la invadió, Olivia percibió un atisbo de miedo en la voz de Hall. Tenía que saber que había policías en la casa; había estado escondido bajo la cama mientras ella y Zack hablaban.
Olivia tuvo un estremecimiento, sintiéndose ofendida e incómoda ante la idea de que Hall hubiese estado espiándolos en aquel momento de intimidad.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó ella.
—Todo es culpa tuya. —Hall se apartó de ella rodando de costado, pero sin dejar de apuntarle con el arma—. Eres una maldita puta. Tú me has convertido en un asesino. ¡Tú me has hecho esto!
Olivia se dio cuenta de que no tendría que hacer ningún ruido para alertar a Zack, pues Hall estaba empezando a levantar la voz.
Ella se incorporó lentamente, al tiempo que se apartaba de él.
—Tú no me quieres matar —dijo Olivia mientras hacía un repaso mental de los objetos que había en la habitación. No había nada letal. Su pistola, que rara vez utilizaba, estaba metida en su maleta.
«Una torpeza, St. Martin». Había confiado en que Zack y los agentes la protegieran; y tenía que protegerse a sí misma.
—Brian, ahora tienes que ser listo.
La ignoró.
—Bien, esto es lo que vamos a hacer —dijo Hall—. Vamos a salir de aquí, y me llevarás a tu banco. Entonces, habremos acabado.
Olivia tuvo un estremecimiento. Iba a matarla después de conseguir algún dinero. Y ella no estaba dispuesta a convertirse en rehén de nuevo. Una vez en la vida era más que suficiente.
Hall echó un vistazo por la habitación.
—Tu novio está a punto de volver. ¿Cómo podemos salir de aquí?
A Olivia le habría resultado difícil tomarse en serio a Hall, allí sentados en el suelo, mirándose el uno al otro, sino hubiese sido por el hecho de que él tenía una pistola y le estaba apuntando con ella.
Y porque había asesinado a Gary y a Hamilton.
—No quieres hacer esto —dijo Olivia—. No quieres volver a la cárcel.
—No sé. Quizá sí quiera —replicó Hall—. Comida gratis, películas, poco trabajo. ¿Por qué no habría de querer volver a la cárcel? Fuera, no tengo ninguna vida.
—De acuerdo. Bien, yo puedo arreglarlo. —De no haber estado tan asustada, se habría reído. No tenía nada que «arreglar»; Hall ya había asesinado a dos personas—. Trabajo para el gobierno federal. Tengo muchos amigos en puestos importantes. Entrégame la pistola, y podemos hablar sobre la cárcel a la que le gustaría ir.
Hall negó con la cabeza.
—No lo has pillado. Mi vida se ha acabado. Tú me la robaste. Cuando salí, me encontré con que no tenía nada. Soy demasiado viejo para hacer cualquier cosa. Hasta mi propia madre cree que soy culpable. ¡Pero no lo soy!
Con independencia de los crímenes recientes que Hall había cometido, Olivia sintió lástima por él. Había estado en la cárcel bastante más de la mitad de su vida y ya no sabía cómo actuar en el mundo real.
—Brian —dijo Olivia en voz baja—. Realmente me siento fatal por lo que ocurrió después de que mi hermana fuera asesinada. Espero que comprendas que yo solo era una niña pequeña. Lo único que vi fue el tatuaje. Todo lo demás se basó en las pruebas.
Hall apretó los labios.
—Lo amañaron todo.
—No, nadie amañó nada. Pero tiene razón; deberían haber buscado otros sospechosos. No fueron suficientemente concienzudos. —Hacía treinta y cuatro años, carecían de las herramientas para ser tan concienzudos como lo son las fuerzas policiales en el siglo XXI. Pero aun así, Hall había provocado parte de sus problemas, al mentir a la policía sobre su paradero la noche del secuestro de Missy.
Aunque Olivia no estaba por la labor de recordarle eso.
—Brian, escucha. Hiciste algo bueno el otro día en California. Ayudaste a atrapar a Driscoll, y ayudaste a salvar la vida de una niña. Eso vale mucho.
Hall estaba de espaldas a la puerta, pero Olivia vio cómo la hoja se abría lentamente un par de centímetros.
Zack estaba al otro lado.
—¡Ese cabrón de Chris Driscoll! ¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Cómo fue capaz de tenderme una trampa así?
—Driscoll era un enfermo asesino, y sin duda alguna te tendió una trampa. Pero tal vez no hayas oído las noticias. Ha muerto. Lo han matado a tiros hoy en el exterior del palacio de justicia.
Hall asintió con la cabeza.
—He oído las noticias. Se lo tenía bien merecido, el maldito pervertido. Yo no soy como él. No soy un asesino.
—Tú no eres como Driscoll —convino Olivia. Y al decirlo, se dio cuenta de la diferencia entre los dos asesinos. Driscoll obtenía un inmenso placer asesinando. Hall había asesinado a Hamilton y Gary rápidamente y en silencio, y en una oscuridad relativa.
Pero Olivia todavía no estaba a salvo. Hall había hecho casi cinco mil kilómetros para matarla. Aunque cuanto más tiempo lo mantuviera hablando, mayores eran sus posibilidades de salir con vida. Por el rabillo del ojo, Olivia vio que Zack entraba en silencio en la habitación.
—Te diré qué vamos a hacer. Baja el arma, y haré todo lo que esté en mis manos para que vayas a la cárcel que desees. A cualquier cárcel del país. Sabes dónde están las buenas cárceles, ¿verdad? Instalaciones nuevas, camas confortables, buen clima…
—He oído hablar de esa que hay en Texas. Uno de los trasladados hablaba de ella.
—Exacto.
—Aunque tengo algunos colegas en Folsom.
—A la que quieras.
Zack miró a Olivia a los ojos. Aunque tenía una pistola apuntando a la cabeza de Hall, si Zack disparaba, aquel podría abrir fuego sin dificultad.
—No te creo —dijo Hall—. No puedes hacer eso. No tienes medios de que me metan en una cárcel federal. Solo intentas engañarme.
Olivia había creído que casi había convencido a Hall de que aceptara. ¡Había estado tan cerca!
—Brian, ¿qué puedo hacer o decir para que me creas?
—Nada. Mentirías sin pestañear. ¿Cómo crees que he llegado a esto? No maté a nadie, y nadie me creyó… Ni siquiera mi propia madre, incluso ahora, después de que las pruebas demostraran que no hice nada malo.
Se sorbió la nariz, y su cuerpo se agitó.
Olivia ladeó la cabeza a la derecha, y Zack asintió con la cabeza. Él estaba a unos cinco centímetros de Hall. Hacía diez minutos, Olivia había maldecido los suelos enmoquetados; en ese momento sintió gratitud hacia ellos.
—No sé qué hacer. —Hall parecía derrotado.
Entonces, Olivia se echó rápidamente hacia la derecha, y Zack placó a Hall por detrás, le agarró la mano con la que sujetaba el arma y se la golpeó contra la mesilla de noche.
—¡Ahhh! —gritó Hall, y su pistola cayó al suelo.
Olivia se arrastró a toda prisa por el suelo y cogió el arma de Hall, mientras Zack lo tiraba al suelo boca abajo y se arrodillaba sobre su espalda para esposarlo.
—¡No es justo! —gritó Hall—. Me has mentido de nuevo.
Parecía un niño enfurruñado.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó Olivia.
—No hables con él, Olivia. No merece la pena.
Ella negó con la cabeza.
—No, quiero saberlo.
Hall parecía escéptico, pero preguntó:
—¿De verdad puedes ayudarme a ir a una cárcel decente? ¿Una en la que den buena comida y tenga televisión y puede que hasta videojuegos?
—Sí, de verdad que puedo —dijo Olivia—. Conozco gente que puede conseguirlo. Y lo arreglaré por ti, Brian.
Pete Hoge entró en la habitación y levantó a Hall, sujetándolo de los brazos.
—Lo pondré bajo custodia federal —dijo el agente—, mientras arreglan su extradición a California.
—¿Custodia federal? —La cara de Hall se iluminó—. ¡Eh!, ¿de verdad piensa que puedo ir a una cárcel federal? Esas están aún mejor que el lugar de Texas del que me habló mi amigo. He oído que dan una comida realmente buena.
Hoge parecía a punto de golpear a Hall en la cabeza. Zack le dio una palmada en la espalda.
—Lléveselo.
Olivia observó como Hoge se llevaba a Brian Hall de la habitación y se dejó caer sobre la cama. No sabía cómo iba a ser capaz de volver a dormir sin mirar primero debajo de la cama, igual que si fuera una niña.
Zack le quitó la pistola de Hall y se la metió en la cinturilla del pantalón. Olivia se había olvidado de que la tenía en la mano.
Él se sentó a su lado y le rodeó los hombros con el brazo.
—¿Estás bien?
Olivia asintió con la cabeza.
—¿Sabes?, Hall me da un poco de pena. Bueno, le odio por lo que le hizo a Gary y a Hamilton, pero… —Meneó la cabeza. ¿Cómo podía explicarse?—. No puedo evitar preguntarme si habría llegado a matar de no haber estado antes en la cárcel.
—Se vio atrapado en el juego de otro. Detesto la idea de que los contribuyentes tengan que hacer frente a su factura durante los próximos veinte o treinta años, hasta, que la diñe.
—Mató a un policía, Zack. Podrían condenarle a muerte.
—Nos ayudó a encontrar a Driscoll. Casi seguro que un buen abogado le conseguirá la perpetua sin reducción de condena.
—Que es lo que él quiere. —Olivia apoyó la cabeza en el hombro de Zack.
—Parece que tengas un imán para el peligro —dijo Zack besándola en lo alto de la cabeza.
—¿Yo? —Olivia soltó una carcajada, y eso le hizo sentirse mil veces más ligera—. Bueno, Zack, en realidad soy una persona aburrida.
—¿Se supone que eso es un atractivo? —bromeó él.
Olivia sonrió contra el pecho de Zack, y entonces oyó algo que parecía agua corriendo. Se levantó de un brinco.
—¿Qué sucede?
—¡Mi baño! —Olivia corrió hasta el cuarto de baño. El sumidero, aunque cubierto, funcionaba, pero aun así el agua se estaba desbordando de la bañera. Cerró el grifo, y se paró en medio de dos centímetros de agua caliente.
Zack se acercó y la rodeó con los brazos.
—¿Ibas a tomar un baño sin mí?
—Había planeado invitarte a que me acompañaras.
—Bien. —Zack la hizo girar sobre los talones y la besó en la frente, la nariz y los labios. Olivia suspiró y se apoyó en él.
—Todavía tenemos unas vacaciones por delante, querida —le dijo Zack—. Sin contar hoy.
—Confiemos en que el descanso de nuestras vacaciones sea menos accidentado —dijo ella, sonriendo.
Los dos miraron el agua que cubría todo el suelo del baño y se echaron a reír.
Una sirena atravesó la noche, y Zack suspiró.
—Vamos a tener que postergar lo de ese baño durante un rato.
Olivia se desabrochó la blusa y la dejó caer al suelo.
—Arréglalo tú. Yo ya he tenido bastante Hall por esta noche. —Olivia se quitó la ropa y se metió en la bañera llena—. Si no te importa, te esperaré aquí.
Con cuidado de no mojarse el vendaje del pecho, Olivia se sumergió en el agua caliente y suspiró.
—No cambies de idea. Volveré en cuanto haya echado a todos a patadas de la casa.
Olivia sonrió cuando Zack salió corriendo de la habitación.
Veinte minutos más tarde estaba de vuelta; entró desnudo en la habitación.
Ya podían empezar sus vacaciones oficialmente.