CONSTANTEMENTE MÍA

 

Óscar

 

Jamás se había sentido tan bien perder la libertad.

Ningún hombre nunca en la historia se había sentido como yo lo hacía. Ningún hombre había jamás amado a una mujer como yo amaba a Andrea. Nadie podría ninguna vez de ningún modo en ningún tiempo y mucho menos en esta vida, igualar mi amor por ella.

Osar a prometerme en matrimonio había sido la mejor de las aventuras al lado de la compañera perfecta, quien sería mi esposa y amante el resto de nuestras vidas.

Bajé de la camioneta y entré al edificio. Yo ya ni siquiera necesitaba tocar, accedía con el permiso previamente otorgado desde hace catorce años de amistad. Entré al apartamento, el recibidor estaba vacío y en orden, los platos parecían recién lavados y todavía se distinguía el aroma a panqueques recientemente hechos. Del otro lado del corredor se percibía el ruido de las voces de una película animada. Caminé hasta la segunda habitación, la puerta estaba entreabierta, mi mano quedó pegada a la perilla cuando escuché el murmullo de la voz de Diego dirigiéndose a Valentina. Agudicé el oído.

—Sabes, si tu madre no me hubiera engañado con mi mejor amigo —escuché que le susurraba— tal vez tú serías mi hija. Tendrías una vida mucho mejor, tu madre sería mi esposa, serías incluso la niña más mimada de todo el mundo. —Valentina estaba atenta a él, sin embargo, por su expresión parecía no entender del todo las palabras de su tío. —. Pero tu madre me engañó, y decidió cambiarme...

Mi palma golpeó la puerta y ésta se abrió por completo, Diego se levantó de la cama acobardado cuando me vio.

— Sal de la habitación, Diego —pedí, o más bien, ordené.

—¿Papito, por qué le guitas a mi tío? – Preguntó Valentina rascándose un ojo y sosteniendo a su muñeca favorita con la otra mano.— Estamos viendo la Bella y la Bestia y él me cuida bien, mira –se levantó y mostró que no tenía ningún rasguño.

— No pasa nada, mi amor. Quédate aquí un momento y termina de ver tu película, ahorita regresamos. Tío Diego y papá —dije enfatizando la palabra— tenemos que hablar cosas de adultos.

—¿Gritarás como cuando puppy murió? –Asentí— ¿Me tapo mis oídos? –se tumbó de espaldas en la cama cubriéndose las orejas.

Salí hecho una furia con Diego a mis espaldas, di la vuelta para enfrentarlo.

— ¿Si tu madre no me hubiera engañado con mi mejor amigo?—cité. ¿Tendrás una vida mejor? ¿Serías mía? ¿Tu madre me engañó? —Bramé — ¿Qué crees que estás haciendo? —dije furioso—. ¡Cabrón, tiene cuatro años! Eso no se le dice a ningún niño. ¡Es mi hija y no tienes derecho a reclamarle o contarle nada acerca de lo que pasó entre nosotros tres!

Diego se acercó a mí tratando de amedrentarme, el aire que sacó por la nariz lo sentí en la mía, su pechó rozaba contra el mío cada que subía y bajaba. Amenazándonos en silencio, nos miramos persistentemente a los ojos.

—Sabes perfectamente que todo lo que te he dicho es verdad, Óscar. Esa niña no es mía por un día —alzó un dedo mientras gritaba: ¡Un día! ¿Tienes idea del infierno que he vivido? Sabes que aún amo a Andrea, verte a ti con ella y Valentina, me está matando en vida. ¿Crees que es fácil? Dime, ¿crees que lo es? Amar tanto a una niña pensando que pudo haber sido mi hija pero es de mi mejor amigo, ¡que se acostó con la mujer que era mi prometida!

— Sí, después de hacerla reír el día de su maldito cumpleaños mientras tú, llevabas semanas completas follando a otra mujer que no era tu prometida. ¿Qué te queda hacer ahora? —pregunté—. Ella te esperó, amigo. Esperó algo de ti que nunca le diste, y tú te casaste.

—¿Y cómo se suponía que iba a estar con ella? ¡Tú siempre estarías en medio! Iba a ser una constante tortura para los tres y lo sabes, yo con la chica que mi mejor amigo amaba. Me casé con Karen porque la quiero y necesitaba olvidarme de Andrea. Lo nuestro nunca volvería a ser lo mismo, dejó de serlo cuando durmió contigo.

— ¿Entonces por qué lo estás reprochando ahora? —Resoplé enojado — Diego, fuimos mejores amigos, pero enserio, esto yo no lo planeé. Y me parece realmente una apuñalada por la espalda que le digas a mi hija que contigo tendría una vida mejor. ¿No crees que sea un buen padre? ¿Entonces por qué nos mientes? Si no nos quieres en tu vida, no tienes que seguir fingiendo que así es. A como yo lo veo, será mejor que nos alejemos.

Avancé hacia el cuarto para ir por mi hija y largarme de ahí lo más rápido posible, Diego me detuvo al poner su mano sobre mi hombro

—No te lo estoy reprochando, maldita sea. No te había dicho nada porque no quiero que apartes a Valentina de mi vida y a Andy menos, ahora que somos amigos. Ni te quiero perder a ti, entiéndelo. Andrea fue y siempre será un gran amor, lo sabes. Sé que te ama, lo veo en sus ojos, y no tienes idea de cuánto eso me enfurece, también sé que la haces feliz y eso me alegra. Sólo…, no las apartes, porque realmente no se qué haría si pierdo a los tres.

— ¿Entonces? —Pregunté desesperado.— Diego, me estás diciendo que te duele vernos juntos pero te destrozaría que nos fuéramos, ¿entonces qué quieres? No puedo borrar lo que hice, ya está hecho. Y sí, por supuesto que entiendo lo que sientes. Lo lamento pero...

—¿Te sentías así al verme a mí con ella? — Hice una mueca al recordar la miseria de esos tiempos.— ¿Lo hacías? —Suspiré y luego afirmé con la cabeza.—Ya nuestro destino está marcado. Tú tienes lo que siempre quisiste y yo me tengo que conformar con lo que la vida me dejó. Aunque no lo creas, quiero a Karen a pesar de todo y Andy, siempre será Andy.

La puerta principal se abrió detrás de nosotros y ambos dirigimos la atención a Andrea que acababa de llegar.

—Hola—dijo ella sonriendo— Te has tardado mucho. — El rostro de Diego y el mío se contrajeron por la tensión.— ¿Quién se murió?

—No pasa nada. —dije con media sonrisa—. ¡Valentina! —grité esperando a que ella viniera.

Valentina salió caminando de la habitación con su mochila rosa colgada de los hombros y su abrigo rojo junto a sus muñecos entre las manos, al momento en que vio a su madre saltó a sus brazos.

—¡Mami! —chilló de alegría.

—¿Te divertiste, cielo? —mi hija sonrió, Andrea beso su mejilla.— Gracias por cuidar a la nena. —le dijo a Diego.

—No hay problema —contestó él sin atreverse a mirarla.

—Mami, ¿sabías que a mi tío Diego le gustas mucho?— los ojos de Andrea se agrandaron y sus mejilla se volvieron rosas. Ella centró su atención en el otro hombre.

— Sí, bueno..., ya sabes. — Diego se evadió. Puse los ojos en blanco.

—Oh —gimió algo incomoda— Tu tío es lindo, pero eso está casado. —Diego arqueó una ceja y luego ella me miró a mí.— Papá es guapo — me guiñó un ojo.

— Papi es muy guapo. —dijo Vale y alzó los brazos para que yo la cargara.

—Bien, es hora de irnos.

Una vez que tuve sostenida en brazos a Valentina, Andrea se acercó a Diego y lo abrazó envolviendo sus  manos detrás de la espalda de él.

— Dudo realmente que quiera saber por qué Vale ha dicho tal cosa. —Diego concordó con ella. — Te quiero, y me hiciste muy feliz, pero estoy con Óscar ahora y lo amo. Voy a casarme con él pronto.

Diego se paralizó al instante.

—Andy, tenemos que irnos. — me acerqué a ellos cuando me di cuenta de que Diego no iba a soltarla. Él la sostuvo entre sus brazos un poco más. Andrea se despidió de él acariciando su cuello y besando su mejilla.

—Te quiero, Andy. — dijo él.

—Yo también. — aceptó ella. Y no sentí ni una pizca de celos. Había ganado, me había quedado con la chica.

Salimos del edificio, yo con mi hija acurrucada en mi pecho. Bostezó y con una voz somnolienta, dijo despacio:

— No sé, tú eres mi papá y aunque amo a mi tío... —volvió a bostezar. —te amo más a ti.

Escucharla decir eso, me hizo tan feliz que casi me pongo a llorar ahí mismo. La abracé con fuerza y con los dedos de Andrea entrelazados con los míos, no encaminamos al auto.

Dejamos a Valentina dormida en el asiento con el broche de seguridad y nos subimos a la parte de enfrente.

—Oye…

—Qué pasó. — la miré de reojo mientras encendía el auto.

—Te Amo.—su voz jamás se había escuchado más autentica.

—Gracias.— por primera vez en mucho tiempo, me sentía en paz. Ella miró confundida.

—¿Gracias? ¿Por qué?

—Por amarme, cuando fácilmente pudiste seguir queriéndolo a él.

Si no hubiera estado ya enamorado de ella, la mirada que me dieron sus ojos me habría flechado en ese momento.

—Quién diría que terminaríamos juntos luego de todo lo que pasó. Tenemos una niña preciosa que es la combinación perfecta de nosotros, tenemos una casa llena de animales, tutús y zapatillas de ballet por todos lados. ¡Somos un desastre! — Rió suavemente — Pero no imagino mi vida de otra forma. Puede que una parte de mí siempre esté unida a Diego, y como le dije allá arriba, siempre le tendré un cariño especial. No obstante, pensando y analizando todo, creo que es notable, o al menos para mí, que siempre fuiste tú. Al momento de conocerte, fui mas tuya de lo que alguna vez fui por nadie. De verdad, aunque suene absurdo. Piénsalo, lo fácil que era estar juntos y los ratos que compartíamos riéndonos por lo mucho que nos divertíamos. —pasó los dedos por mi cabello. —. Me encanta ver lo mucho que has cambiado y madurado durante todo este tiempo. Te conocí como un hombre sin preocupaciones y ahora eres un gran padre. Disfruto tanto los días contigo. ¿Sabes cómo son mis días contigo?

Negué con la cabeza.

—¿Exasperantes? — Ella sonrió.

—Un día con Óscar Castañeda es siempre algo nuevo, desde poder admirar tus tatuajes mientras duermes, hasta que te despiertas en las mañanas y me descubres mirándote y me abrazas muy fuerte. Me paso el día entero pensando: ¿Y ahora que estará haciendo? ¿En qué andas, Óscar? ¿Por qué no me has llamado? Entonces me llamas y me haces sonreír. Amo todo de ti. Amo tu risa, tu cabello, tus tatuajes, tu cuerpo, tu sonrisa de idiota también. —Tomó aire. — Amo verte jugar con Valentina y verte tocar el teclado, amo la forma en que me conoces, amo que me consientas, amo todos y cada uno de tus defectos y virtudes. Te Amo a ti y cada una de tus pequeñas cosas.

El instante en el que un hombre se enamora, queda condenado hasta la eternidad. Yo ya me había acostumbrado a la absoluta delicia de vivir en el infierno desde el segundo en que puse mis ojos sobre ella.

—Casémonos mañana.—pedí. Andrea me miró, temerosa.

—Eso es imposible, Óscar.

—No, no lo es. Quiero casarme contigo lo más pronto posible.—tomé sus manos.

—De acuerdo. Emmm…, iremos en dos semanas al registro civil y haremos lo de la iglesia en un mes, ¿te parece? —ofreció. Sonreí ante su entusiasmo.

—Siempre y cuando tú seas la novia.

Hasta que el sol se congele
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