TE QUIERO
Andrea
Apagué el televisor, Sofía tomó en brazos a Valentina que se había quedado dormida entre nosotras. Estaba recolectando la basura que habíamos dejado alrededor de la sala cuando escuchamos unos desesperados pero al mismo tiempo, cabe destacar, dudosos golpeteos. Sofía me pasó a Valentina y se asomó por la mirilla. Me regaló una sonrisa pícara y luego abrió la puerta.
Me sorprendí al ver a Óscar delante de mí.
—Hola— Él me miró y sonrió al verme con Valentina en brazos.— ¿Puedo cargarla?—preguntó con un brillo diferente en sus ojos.
Luego de pensarlo un poco dejé que la sostuviera, él la tomó y la abrazó, cerró fuertemente sus ojos al mismo tiempo que suspiraba. Lucía como si fuera un alivio para él tenerla en sus brazos.
Sofía lo dejó pasar, Óscar fue directo al sillón donde se sentó con Valentina acurrucada en su pecho. La sostuvo con firmeza y cariño, y también con un toque de posesividad.
—Creo que ustedes dos tienes que hablar. —dijo Sofía, interrumpiendo el mágico momento de Óscar al quitarle a Valentina del regazo. Nos pareció incluso, escucharlo gruñir.
Sofía y Valentina desparecieron por la puerta de su habitación, dándonos a Óscar y mí, un momento a solas.
—¿Qué estás haciendo aquí, Óscar?
Óscar, que estaba sentado con la cabeza inclinada hacia abajo y los codos apoyados en sus rodillas como si hubiera sido derrotado, alzó la vista y me miró. Sus ojos, tan obscuros como los recordaba, me ordenaron que por favor lo escuchara con atención; así me senté frente a él.
—Sé que tú no me conoces…—comenzó a decir, pero lo interrumpí.
—Por supuesto que te conozco— afirmé.
—No, Andy, tú no me conoces de verdad. Tú nunca te has detenido a ver más allá del chico al que conociste una mañana en tu trabajo, o aquel sujeto al que te presentaron después de que terminara de tener sexo con la mejor amiga de su hermana. — aparté de mi cabeza la incomodidad que sentí al escucharlo decir eso. Yo sí lo conocía, ¿cómo se atrevía él a pensar que no lo hacía? — Soy mejor que eso. — Lo sé. — Pero si hay algo que quiero que sepas, es que esa hermosa y perfecta niña que hicimos juntos, a pesar de que no la conocía hasta ahora, me ha cautivado…y la amo, por el simple y sencillo hecho de que tú le diste la vida. Y tal vez pienses que soy un irresponsable inmaduro que no vale más que una lata vacía, pero te miro a ti y miro a mi hija— murmuró— porque ella es mía, y quiero estar en sus vidas. Jamás he anhelado algo con tanta desesperación, nunca he querido proteger algo con tantas ganas.
Óscar se incorporó y fue a sentarse a mi lado.
— Óscar, yo no… —suspiré y señalé con la cabeza el camino por donde Sofía se había llevado a mi hija. — Esa niña en mi vida.
Envolvió mis manos con las suyas y me miró con determinación.
— No quiero que busques un padre para ella, porque yo soy él. Yo quiero ser su padre y aunque no lo creas, puedo ser su padre. —apretó nuestras manos y dijo: — Vas a mudarte a mi casa.
—¡¿Qué?! —liberé mis manos y me puse de pie, él hizo lo mismo.
—Tengo una casa ahora. Vendí el departamento y conseguí una buena casa. Te juro que a ti y Valentina no les va faltar nada. —negué eufóricamente con la cabeza. — Sí, Andrea, sí. No te estoy pidiendo que tengamos una relación, que juguemos al papá y la mamá o algo por el estilo. Sé que necesitas tu espacio y voy a respetar eso, lo juro, podrás hacer lo que quieras y… —carraspeó con disgusto — podrás salir con quien quieras también, lo único que te pido es que me dejes tener a Valentina bajo mi techo.
—Óscar…
—Por favor, Andy. Quiero ser su papá.
—Pero tú eres su papá.
Y él me había dado lo que nadie más pudo, una hija.
Mi cuerpo no había sido creado para darle vida a alguien más. Al momento en que ingresé a la universidad me di cuenta de que una de mis grandes aspiraciones sería convertirme en madre, pero después de que me embarazara de Miguel por segunda vez a los veinte años y lo perdiera de nuevo a las pocas semanas, los doctores dijeron que tal vez mi matriz no había madurado del todo. Hace cinco años, cuando Diego y yo perdimos al bebé a causa de otro aborto espontáneo, declararon que yo no podría nunca completar un embarazo ya que mi cuerpo no estaba en condiciones. Entonces llegó Valentina y fue ahí donde empecé creer en los milagros. Yo, Andrea, finalmente podría ser mamá. Y eso se lo debía a Óscar, no a Diego.
—¿Lo perdí para siempre, verdad?— Óscar comprendió mi apresurada pregunta, desvió su mirada y asintió lentamente.
—Diego te ama —Aseguró—, pero sabe que ninguno de los dos estará feliz cuando Valentina y yo estaremos siempre en medio de su relación. Realmente lo lamento, Andy.
—No importa.
Me tomó de los hombros mirándome fijamente a los ojos.
—Claro que importa, es de tu felicidad sobre la que hablamos.
—Pero, ¿qué pasa si no estoy segura de dónde puedo encontrar esa felicidad? Mírame, Óscar, soy una madre ahora, no puedo estar yendo y viniendo de una relación como si fuera una adolescente.
—Siempre me tienes a mí. Para lo que sea. Siempre. Lo juro.
¿Cómo seguir hablando cuando alguien dice algo como eso?
Nos miramos sin decirnos nada más. Los dos habíamos tenido suficiente.
—Me voy.
—No tienes que hacerlo. —dije, centrando la vista en su pecho. Me jaló contra él y me abrazó, una mano en mi cabello y otra en mi cintura.
— Te quiero, Andy. Te veré mañana a primera hora. — besó mi frente.
—También te quiero. —susurré una vez que la puerta principal había sido cerrada desde el exterior.
Óscar, te quiero.
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Óscar
De una patada cerré la puerta del apartamento. Diego me estaba mirando desde el sofá.
— ¿Y?
— ¿Y qué, Diego?
— ¿Le dijiste?
— ¿Qué se supone que le dijera? — La quiero, Diego. No hay más que decir.
—Lo que se supuestamente sientes por ella.— él se cruzo de brazos y me miró desafiante.
Dejé caer los hombros.
—No, y no lo haré. No puedo llegar y gritarle: ¡Hey! Estoy enamorado de ti desde que entré a la librería. — me quité la chaqueta negra y la dejé caer a mis pies. — No puedo decirle que todo ese tiempo las estúpidas escenas de celos que yo tenía contigo, en realidad eran con ella. No puedo simplemente llegar y admitir que no he olvidado el día de su cumpleaños, pensará que dormí con ella porque era mi plan y no fue así. No me atrevo a decirle que quise tantas veces arrancarle los labios cuando me hizo pucheros, las ganas que tenía de abrazarla siempre que la veía, o lo bien que me siento cuando estoy con ella. La amo, Diego. Te juro que la amo. La amo más de lo que tú alguna vez llegaste a hacerlo.
Diego se levantó de su asiento y avanzó hacia mí. Estaba dispuesto a empezar otra pelea si era necesario, pero tenía que decirle la verdad.
—Eso ya ni siquiera importa. Ella jamás me amará a mí. Yo no soy tú.