El tamiz
Estas eran dos hermanastras. Un día, su madre les mandó a buscar agua [a la fuente], y les dijo:
―La que me traiga agua comerá hoy carne con su padre.
A la que no era su hija, le dio un tamiz, y a su hija le dio un botijo. La hija regresó al rato con el botijo lleno de agua. Mientras tanto, a la otra, al cruzar el río para ir a por agua, se le cayó el tamiz y se lo llevó la corriente. Así que empezó a correr, a correr y a correr hasta que lo perdió de vista. Y entonces se encontró con un pastor y le preguntó:
―Por favor, ¿ha visto un tamiz bajando por el río?
Y el pastor le respondió:
―No. No he visto un tamiz, pero pregúntaselo a aquel segador.
Se acercó al segador y le preguntó:
―Por favor, ¿ha visto un tamiz bajando por el río?
Y el segador le contestó:
―No. Pero acércate a aquella casa y pregúntale a la tía Alegría.
Al llegar a la casa, la niña empezó a gritar:
―¡Tía Alegría!, ¡tía Alegría!
Y rápidamente salió una ogro de la casa que gritó:
―¡A quien me ponga hoy alegre, Dios le alegrará!
Al acercarse, la niña dijo:
―Soy yo, tía Alegría. Por favor, ¿ha visto un tamiz bajando por el río?
Y ella respondió:
―Sí, en mi casa lo tengo. Entra conmigo a cogerlo. Pero dime, ¿por qué puerta quietes entrar? ¿Por la de las agujas o la de madera?
Y ella dijo:
―Como no tengo ni padre ni madre, entraré por la puerta de las agujas misma.
Y ella dijo:
―No, hija mía, entra por la puerta de madera ―y le dijo también―: ¿Dónde quietes bajar, al silo del oro o al silo de las serpientes?
Y ella dijo:
―Como no tengo padre ni madre, bajaré al silo de las serpientes.
Y ella dijo:
―No, hija mía, baja al silo del oro ―y le dijo otra vez―: ¿En qué burro te quietes montar, en el burro cojo o en el que tiene cuatro patas?
Y ella dijo:
―Como no tengo ni padre ni madre, me montaré en el burro cojo.
Y ella dijo:
―No, hija mía, te montarás en el burro que tiene cuatro patas.
Le dio el tamiz, la llenó de oro, la montó en el burro que tenía cuatro patas, y [la niña] se marchó a casa. La madrastra la vio desde lejos toda brillante, con ropa nueva y muy limpia, y le preguntó:
―Ay, hija mía. Pero ¿dónde te habías metido? Estábamos muy preocupados por ti.
La madrastra le mandó que le contase todo lo que le había pasado. Y a la mañana siguiente mandó a las dos niñas a por agua. A su hija le dio el tamiz, y a su hijastra le dio el botijo. La hijastra volvió con el botijo lleno de agua. Mientras tanto, a la otra, al cruzar el río para ir a por agua, se le cayó el tamiz, y se lo llevó la corriente. Así que empezó a correr, a correr y a correr hasta que lo perdió de vista. Y entonces se encontró con un pastor y le preguntó:
―Por favor, ¿ha visto un tamiz bajando por el río?
Y el pastor le respondió:
―No. No he visto un tamiz, pero pregúntaselo a aquel segador.
Se acercó al segador y le preguntó:
―Por favor, ¿ha visto un tamiz bajando por el río?
Y el segador le contestó:
―No. Pero acércate a aquella casa y pregúntale a la tía Tristeza.
Al llegar a la casa, la niña empezó a gritar:
―¡Tía Tristeza!, ¡tía Tristeza!
Y rápidamente salió una ogro de la casa que empezó a gritar:
―¡A quien me ponga hoy triste, Dios le entristecerá!
Al acercarse, la niña dijo:
―Soy yo, tía Tristeza. Por favor, ¿ha visto un tamiz bajando por el río?
Y ella respondió:
―Sí, en mi casa lo tengo. Entra conmigo a cogerlo. Pero dime, ¿por qué puerta quieres entrar? ¿Por la de las agujas o la de madera?
Y ella dijo:
―Como tengo padre y madre, entraré por la puerta de madera.
Le dijo ella:
―No, tú entrarás por la puerta de las agujas ―y le dijo también―: ¿Dónde quieres bajar, al silo del oro o al silo de las serpientes?
Y ella dijo:
―Como tengo padre y madre, bajaré al silo del oro.
Y ella dijo:
―No, tú bajarás al silo de las serpientes ―y le dijo otra vez―: ¿En qué burro te quieres montar, en el burro cojo o en el que tiene cuatro patas?
Y ella dijo:
―Como tengo padre y madre, me montaré en el burro que tiene cuatro patas.
Y ella dijo:
―No, tú te montarás en el burro cojo ―y también le dijo―: ¿Quieres que te dé el tamiz?
Y la niña dijo:
―Como tengo padre y madre, dame mi tamiz.
La ogro no le dio el tamiz. La llenó de serpientes, la montó en el burro cojo y cuando estaba llegando cerca de su casa, su madre ya la estaba esperando. [La niña] estaba ennegrecida y picoteada por las serpientes. La madre empezó a preguntarle:
―¿Dónde te habías metido, hija mía, dónde te habías metido?
[La niña] abrió la boca para reírse y se le cayeron todos los dientes.
Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.
Alhucemas, 15 de agosto de 2002