[11] El invitado de Dios: cuando la hora del rezo sorprendía a cualquier persona por los campos, era permisible que ésta fuera a la casa más cercana a pedir que le dieran un poco de agua para hacer las abluciones previas al rezo. Quien pedía tal favor, lo hacía en nombre de Dios y por lo tanto podía llamarse a sí mismo "invitado de Dios".<<