El erizo y el zorro

Mahjouba

Iban un buen día el erizo[10] y el zorro paseando tranquilamente y de pronto pasaron por delante de un jardín repleto de muchas, muchas clases de árboles frutales. Ninguno de los dos pudo resistir la tentación de llenarse el estómago con unas frutas tan ricas y tan dulces, así que se colaron por la verja y se pusieron a comer y a comer, hasta que, de repente, el erizo se dio cuenta de que si comía más se le iba a llenar el estómago tanto que no iba a poder salir por la verja. Entonces dejó de comer e inmediatamente avisó al zorro que hiciera lo mismo. Pero su amigo estaba disfrutando tanto que no le hizo caso, y siguió comiendo y comiendo, y sólo al sentirse muy satisfecho, decidió marcharse, pero se llevó una gran sorpresa al comprobar que realmente no podía salir. Su estómago estaba tan hinchado que resultaba imposible. Y el zorro empezó a figurarse qué le podía pasar cuando lo descubriera allí el jardinero. Así que tuvo que pedirle consejo al erizo. Y el erizo contestó:

―Lo mejor es que no te preocupes. En cuanto llegue alguien al jardín, hazte el muerto.

Y cuando al poco tiempo llegó el jardinero, el zorro se hizo el muerto, el jardinero lo agarró por el rabo y lo tiró fuera del jardín.

Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.

Alhucemas, 6 de agosto de 2002

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