Yussef

Mahjouba

Este era un hombre que tenía varios hijos y que amaba especialmente al más pequeño, que era Yussef, a quien quería y mimaba mucho. Un buen día, se fueron todos los hermanos a pescar y, a la vuelta, al pequeño le entró tanta sed que les pidió a sus hermanos mayores que le llevaran a beber al pozo más próximo. Uno de los dos hermanos le contestó:

―Espera un poco, Yussef, que enseguida vas a beber agua.

Cuando llegaron al pozo, lo ayudaron entre todos a bajar, pero lo dejaron allí, pues le tenían envidia por el trato que le daba el padre y estaban deseando quitárselo de en medio. Así que Yussef empezó a gritar desde el fondo del pozo, aunque ninguno le hizo caso, y todos se fueron de allí. Cuando llegaron a su casa, lo primero que hizo el padre fue preguntar por él:

―Y vuestro hermano, ¿dónde se ha quedado?

Uno de los hermanos dijo:

―No sabemos dónde se ha quedado, cuando nos dimos cuenta ya no estaba con nosotros.

Pasó el tiempo, y Yussef aprendió a sobrevivir dentro del pozo, alimentándose de las raíces y del verdín que crecía en sus paredes. Y para dormir usaba trozos de cañas de bambú con los que se hizo una cama que flotaba en el agua.

Mientras tanto, el padre perdía la esperanza de encontrar a Yussef con vida. Aunque ya no creía que le fuera a encontrar, salía todas las mañanas a buscarlo por todas partes canturreando para ver si le escuchaba. Y así y así, al no encontrarle, le entró tanta pena que se quedó ciego.

Un día fueron a buscar agua al pozo los criados del rey, y se llevaron una gran sorpresa al encontrar a Yussef medio moribundo dentro del pozo. Lo sacaron rápidamente y se lo llevaron al palacio para cuidarlo. Y le cayó tan bien al rey que decidió darle trabajo y dejarlo vivir con sus criados.

Un día, como necesitaban trigo en el palacio, fueron a una de las plantaciones a comprarlo y casualmente la cosecha pertenecía al padre de Yussef. Yussef se dio cuenta desde el principio, pero se cuidó de pasar desapercibido delante de los hermanos. No dejaba de buscar al padre con la mirada: mientras hacía su trabajo, de vez en cuando alzaba los ojos y miraba a ver si localizaba al padre. Pero terminaron de cargar el trigo y el padre no había aparecido por ningún lado.

Sin embargo se las ingenió para volver al día siguiente por su cuenta a buscarlo: se olvidó adrede la balanza del peso y así tuvo una excusa para volver. Y eso es lo que hizo, y cuando volvió al día siguiente, llamó directamente a la puerta de su casa, se tapó con su chilaba, le abrieron y le hicieron pasar sin saber quién era. Buscó desesperado al padre y se lo encontró sentado en una esquina lleno de tristeza, se acercó a él, se sacó su pañuelo del bolsillo y le pidió a su padre que se lo pasara por la cara. Al oler el padre el pañuelo empezó a ver y gritó:

―Eres Yussef, mi hijo... ¡estás aquí!

―Sí papá, por fin estoy contigo.

Le contó todo lo que había pasado y el padre castigó muy duramente a todos los hermanos.

Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.

Alhucemas, 29 de julio de 2002

Cuentos populares del Rif
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml