El chico que quiso tener un problema
Este era Hamed, un chico que lo tenía todo y que se le antojó tener un problema,[24] así que se puso a repetirle a su padre constantemente que quería tener un problema.
El padre acabó por hacerle caso. Y le pidió que fuera al sur a traer cebada y le dio un burro, un caballo y un camello. Y el muchacho se fue. Y cuando volvía a casa, le salió Zusra por el camino. Y Zusra le preguntó:
―¿Y ahora qué, te como a ti o al burro?
Y el chico dijo:
―A mí no, por favor, a mí no ―y le entregó el burro y echó a correr.
Al rato le volvió a salir al paso Zusra, y le preguntó:
―¿Y ahora qué, te como a ti o al caballo?
El chico le dio el caballo y volvió a salir corriendo, y lo mismo pasó con el camello. En cuanto se lo dio, echó a correr, esta vez con más miedo que antes, porque ya no tenía nada que darle, así que se subió al árbol más alto que encontró mientras Zusra corría y corría para alcanzarle. Cuando Zusra llegó al árbol se sentó debajo y se dijo en voz baja:
―Como encuentre a Hamed le voy a dar un problema. Uno de verdad.
Hamed, al escucharla, se puso tan nervioso que se le cayó el turbante al suelo. Zusra descubrió así que estaba en el árbol.
¡Sopla, sopla viento del sur
y haz que Hamed se caiga!
¡No dejes de soplar
hasta que en mis brazos caiga!
Mientras Zusra gritaba estas cosas y Hamed había perdido toda esperanza de salir con vida, pasó una paloma y se posó junto al muchacho. Hamed le pidió al pájaro que fuera a ver a su padre y le dijera que viniera a ayudarle, que ya estaba harto de problemas. Y así lo hizo la paloma.
El padre reunió a toda la gente del pueblo y fueron en busca del chico. Viendo que venía tanta gente, Zusra no tuvo más remedio que huir, y Hamed se pudo librar de ella.
Pero al cabo de mucho tiempo, un día en que Hamed estaba jugando con sus amigos, pasó Zusra y lo reconoció, pero él a ella no. Ella se había transformado en una mujer muy bella. Todos la miraban, pero claro ella quería a Hamed, y para poder atraparlo, les propuso un juego:
―Voy a pelearme uno por uno con vosotros, y me casaré con el primero que me pueda tirar al suelo, ¿de acuerdo?
Todos querían pelearse con Zusra, claro, pero nadie pudo con ella. Sólo cuando le llegó el turno a Hamed, Zusra se dejó ganar.
Se casó con Hamed, se fueron a vivir a la casa de los padres del muchacho, y tuvieron una hija. Pasó mucho tiempo y el padre de Hamed empezó a notar que cada día faltaba una cabra. Así que decidió pasar la noche en el corral y esconderse entre las cabras para poder atrapar al ladrón. A media noche notó que alguien le tiraba fuertemente de la pierna y cuál fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que era Zusra. Y Zusra dijo:
―Sólo venía a ordeñar una cabrita para darle leche a la niña.
El padre de Hamed no se lo creyó, se apresuró a contarle todo a su mujer, y después huyeron muy lejos de allí. Ante la desaparición de los padres de Hamed, Zusra se percató de que la habían descubierto y dijo a Hamed:
―Mientras tú haces el pan, yo iré a buscar a tus padres, pero ten cuidado, porque como no lo hagas te comeré, como se quede crudo te comeré, y también te comeré como se queme.
Hamed comprendió entonces que aquella mujer que le estaba hablando era la misma que le había esperado tan impacientemente debajo de aquel árbol. Así que destapó el silo subterráneo que tenían en el porche y colocó una alfombra sobre la abertura. Cuando volvió Zusra, Hamed la invitó a sentarse en la alfombra. Zusra se cayó por el agujero y Hamed se apresuró a tirar a su interior toda la madera que pudo encontrar por allí cerca, y luego la prendió fuego mientras Zusta vociferaba:
―¡Ay de ti como dejes algún hueso mío sin quemar, te quedarás ciego para toda la vida!
Hamed buscó rápidamente a su hija y huyó muy lejos de allí. Encontró a sus padres y volvieron a su casa. El silo seguía ardiendo. Hamed lo destapó y le saltó una chispa justo en el ojo. Una chispa que le dejó ciego para toda la vida.
Y después de andar por aquí y por allí, me puse el calzado y se me rompió.
Alhucemas, 22 de marzo de 2002