Wilkie Collins (1824-1889), hijo del paisajista William Collins, nació en Londres. Fue aprendiz en una compañía de comercio de té, estudió Derecho, hizo sus pinitos como pintor y actor y, antes de conocer a Charles Dickens en 1851, había publicado ya una biografía de su padre, Memoirs of the Life of William Collins, Esq., R. A. (1848), una novela histórica, Antonina (1850), y un libro de viajes, Rambles Beyond Railways (1851). Pero el encuentro con Dickens fue decisivo para la trayectoria literaria de ambos. Basil inició en 1852 una serie de novelas «sensacionales», llenas de misterio y violencia pero siempre dentro de un entorno de clase media, que, con su técnica brillante y su compleja estructura, sentaron las bases del moderno relato detectivesco y obtuvieron enseguida una gran repercusión: La dama de blanco (1860),Armadale (1862) o La piedra lunar (1868) fueron tan aplaudidas como imitadas. Murió en Londres en 1889, después de una larga carrera de éxitos.

Los cuentos de detectives de Wilkie Collins son sobradamente conocidos y un reflejo en miniatura de los hallazgos de sus novelas: en «El diario de Anne Rodway», encontramos a una mujer que busca resolver la desaparición de su amiga; en «¿Quién mató a Zebedee?», la tenacidad de un policía le lleva a descubrir un secreto que le destroza la vida… Pero en «¿Quién es el ladrón?» («Who Is the Thief?»), la comicidad diluye el elemento melodramático que en los otros cuentos barnizaba una realidad sórdida en la que los crímenes se cometen esencialmente por avaricia y lujuria. Y cómica es también la aparición de un tema que, años después, será explotado una y otra vez: la dualidad entre el observador torpe y el auténtico detective, que sabe qué mirar y cómo interpretar las pistas, dotado de la ciencia de la deducción. El fatuo inspector Sharpin juega con entusiasmo ese ingrato papel que, años después, heredarán un sinfín de policías burócratas a los que los auténticos detectives instruirán con una combinación de paciencia y arrogancia.

«¿Quién es el ladrón?» se publicó en The Atlantic Monthly en abril de 1858 y después fue recogido en 1859 en el «Decamerón» de Collins, La reina de corazones, con el título de «Brother Griffith’s Story of the Biter Bit».