William E. Burton (1804-1860), hijo de un autor e impresor de literatura religiosa, nació en Londres. Aunque estaba destinado por la familia a una carrera eclesiástica, la muerte prematura de su padre lo condujo a probar fortuna como actor. En 1834, ya un actor conocido, emigró a Estados Unidos, donde alcanzaría renombre interpretando comedias suyas y de otros autores. Allí, además de actuar, montó obras y gestionó teatros y empezó a escribir sobre Shakespeare y otros temas. En 1837 funda en Filadelfia la revista Gentleman’s Magazine, en la que Edgar Allan Poe trabajó como editor durante un año.
Entre septiembre y octubre de 1837, Burton escribió y publicó «La cámara secreta» («The Secret Cell») en Gentleman’s Magazine. Esta circunstancia convierte este relato, desconocido hasta que en 2011 fue rescatado por el especialista Michael Syms, en el indiscutible precursor del género detectivesco. En 1841, cuatro años después, Edgar Allan Poe, que sin duda había leído «La cámara secreta», publicaría Los crímenes de la calle Morgue, narración seminal e influencia indiscutible en la literatura detectivesca hasta la aparición de las primeras aventuras de Sherlock Holmes.
Burton sitúa su relato en 1829, justo en el momento de la institución de la Policía Metropolitana de Londres y antes de la creación de Scotland Yard, el cuerpo de detectives de la policía. Como muchas de las historias criminales de la primera mitad del reinado de Victoria, se trata de un melodrama en el que coinciden herencias inesperadas, villanos desalmados, viudas y huérfanas desamparadas y caballeros de buen corazón. Uno de esos caballeros pide ayuda a un policía que resuelve el caso porque posee ciertas habilidades que aún no tienen nombre, trata los delitos como un enigma y se entrega sin límites a su resolución: porque, en suma, piensa ya como un detective.