Soldado

Esgrimiendo el cuchillo de monofilamento con cuidado, h_rd cortó el largo cabello de Rana Harter hasta una longitud de unos pocos centímetros.

Los reguladores de dopamina que la soldado había inyectado en la corriente sanguínea de su rehén eran autoperpetuables; la mujer seguiría aquiescente durante días. Tal y como especificaba el historial médico que h_rd había conseguido en la biblioteca, Harter padecía depresiones de bajo nivel crónicas. Cualquier sociedad decente la habría curado. Pero al Imperio le era útil el desorden sinestésico de Rana, su erudita habilidad matemática. La medicina imperial no era lo suficientemente sofisticada para curar a Harter y mantener el delicado equilibrio de su peculiaridad cerebral, así que la dejaban sufrir.

Sin embargo, para los rix este tratamiento era un juego de niños.

Harter aún sentía algunos efectos secundarios. Su atención parecía ir y venir, transcurriendo entre breves fugas de inactividad, con los párpados temblando levemente. Pero cuando se le enseñaba la placa de coronel seguía órdenes; los imperiales condicionaban bien a sus sujetos. H_rd puso a Harter a organizar los mechones de su cabello trasquilado según su longitud en la elegante mesa del reservado mientras ella se afeitaba su propia cabeza al cero.

El monitor portátil emitió un sonido, una orden de la mente compuesta. Un plano en la pantalla mostraba la ubicación de la estación médica del tren. Dejando a Rana Harter tarareando mientras trabajaba, la soldado rix se aventuró una vez más por los pasillos del tren. Como no había visto ninguna mujer calva en Legis, h_rd se cubrió la cabeza con la capucha del uniforme. Sabía que la ropa, el aseo y otros marcadores corporales se utilizaban para proyectar el estatus y la afiliación política, incluso fuera de la jerarquía militar del Imperio; una cabeza sin pelo podía llamar la atención. Qué extraño. Estos humanos a-rix rechazaban la Mejora, pero aún así jugaban con células muertas y pedazos de tela y cuerdas.

La estación médica cobró vida cuando entró, con sus ojos rojos proyectando un haz de láseres a lo largo de los nuevos rasgos de su cráneo calvo. Unos segundos después de que se tomaran las medidas, la estación suministró dos agujas de nanos especialmente programados y otro juego de instrucciones: el mapa llevaba a la bodega de almacenamiento del tren. H_rd forzó fácilmente la cerradura de la misma y se procuró un bote de plástico inteligente de reparación y otro de gelatina de petróleo.

De vuelta en el compartimiento, administró el plástico inteligente con una de las agujas y lo extendió en la ordenada pila de mechones provenientes del pelo de Rana Harter. El plástico, ahora con nanos, se retorció unos pocos minutos, produciendo un aumento de la temperatura considerable en la pequeña habitación. La mesa desprendía delgados hilos que se tejían solos en los cortes del pelo. Estos etéreos filamentos se extendieron, consumiendo el montículo de plástico de reparación y creando una telaraña que cubría toda la mesa. Durante un rato la red onduló lentamente, como si estuviera catalogando, planeando. Entonces su movimiento se aceleró. Toda la masa se contrajo en una cúpula sólida, un hemisferio lechoso al que oscilaban los cabellos. La superficie del plástico bullía con las terminaciones del pelo rojo de Rana Harter, que salían y volvían a zambullirse en el montón como si unos dedos fantasmales estuvieran tejiéndolos siguiendo algún complejo diseño.

Alivió la mente de la soldado observar cómo se desarrollaba el elegante y minúsculo proceso. En este tren abarrotado, era demasiado consciente de la enorme masa de humanidad a-rix que la rodeaba. Podía olerlos, oír la fática charla de sus bocas, sentir su artesanía en las curvas bulbosas y texturas afelpadas de este supuestamente lujoso compartimiento, reforzado por el concepto extravagante de la privacidad. Las naves y estaciones orbitales rix que siempre habían sido su hogar eran espartanas y puras: alegres con las limpias líneas de la funcionalidad, la eficiencia de espacios íntimamente compartidos, la perfección evidente del diseño de una mente compuesta. Estos humanos a-rix buscaban la alegría en el despilfarro, la ornamentación, el exceso.

Naturalmente h_rd sabía que el desorden de esta sociedad era un mal necesario; las confusas ineficiencias de la humanidad subyacían a una auténtica mente artificial. Alexander había emergido de la confusión electrónica de este planeta, al igual que los pensamientos de h_rd surgían de un ineficiente entramado de tejido nervioso. Pero ella era una rix, y la habían educado para ver el todo. Estar atrapado entre las hordas que gobernaba Alexander era como descender de las visiones sublimes de un museo de arte a los repugnantes olores de una fábrica de pintura aceitosa.

La mujer rix apartó su mirada de los gráciles movimientos programados del plástico y volvió al trabajo.

Ordenó a Rana Harter que se desnudara. Cortó las uñas de manos y pies de su rehén rápidamente, guardándolas en pequeñas bolsas de plástico como si se trataran de pruebas de un crimen.

Entonces h_rd desplegó la cama y ordenó a Rana Harter que se tumbara. Extrajo una pequeña unidad de cepillado del robot-camarero del compartimiento, el tipo de cepillo de electricidad estática y vacío que eliminaba pelos de animales de la ropa. La soldado hizo una pausa, preguntándose si debería atar a la mujer antes de continuar. No. Este paso serviría de prueba del poder de los reguladores de dopamina sobre su rehén.

Las duras cerdas de plástico del cepillo eran ideales para desfoliar la piel. H_rd frotó el dispositivo contra el estómago desnudo de Rana Harter con pequeños y energéticos movimientos, volviendo la epidermis de la zona en un rosa rubicundo y angustioso. La unidad de vacío consumió ansiosamente las células dislocadas, con su fiero chillido ahogando los pequeños y ambivalentes ruidos que emitía la mujer mientras h_rd trabajaba. Agotada la piel del estómago, h_rd se trasladó a los pequeños senos de su rehén, pero los movimientos de la mujer resultaron ser demasiado indomables. H_rd giró a Rana Harter y escudriñó la amplia extensión de su espalda, trabajando insistentemente en la piel más gruesa de sus brazos y piernas.

Pronto tuvo suficiente, con el depósito de vacío casi lleno. Vació cuidadosamente su preciosa carga sobre la mesa, humedeciendo su dedo meñique con saliva y sondando las grietas del mecanismo de vacío. Entonces h_rd aplicó el tubo de gelatina de petróleo a la segunda aguja de la estación médica y lo esparció sobre las células de piel. La mezcla se movió y se caldeó.

Quitándose sus ropas, h_rd se frotó su propia carne con la gelatina de petróleo, evitando las suelas flexormetálicas de sus pies, el hipercarbono visible de sus articulaciones de rodillas y hombros y el tejido metálico del despliegue de microondas de su espalda. Era una soldado, no un operativo de inteligencia, y nunca parecería humana cuando estuviera desnuda. Pero con un poco de suerte la seguridad de la base polar estaría saturada por las hordas de nuevos reclutas para realizar exámenes físicos completos. El camino de h_rd hasta el polo había estado bien cubierto y los imperiales estaban buscando un solo infiltrado en todo el planeta. Probablemente su identidad sería confirmada por comparación visual con el registro de Rana Harter, analizando genéticamente algunos mechones de cabello y leyendo el material genético de su plumaje térmico humano. Una vez activada, la nanointeligencia ahora incorporada en la gelatina de petróleo situaría las células cutáneas de Rana Harter en la media humana, proporcionando constantes pruebas ambientes de su identidad prestada.

Si las fuerzas de seguridad de la zona exigían un escaneo de retina u otro tipo de técnica arcaica y antigua como huellas dactilares o historiales dentales, la soldado tendría que abrirse camino a la fuerza y rápido.

En cuanto al rostro, Alexander había rastreado los registros de toda la estructura militar de Legis XV en busca de un parecido razonable (seleccionando también la experiencia en microastronomía de Harter y su vulnerabilidad a las drogas) y había intervenido para transferir a la mujer al polo. Por supuesto, la mente compuesta podría haber alterado cualquier registro electrónico para que coincidiera con la apariencia de h_rd, pero la memoria humana estaba más allá de su alcance. Existía la posibilidad de que alguien en la estación polar hubiera conocido en persona a Rana Harter.

La mente compuesta siempre era muy precavida. H_rd era su único recurso humano en el planeta, y era posible que tuviera que pasar por la mujer varios días, incluso semanas, mientras se preparaba para la transmisión. Al menos, pensó la soldado, no estaría sola. Tendría que llevar a Rana Harter con ella para reabastecer su suministro de células cutáneas.

H_rd vació el macuto de su rehén en el suelo y examinó los contenidos. La mayoría de las ropas de civil de la mujer no servirían a su mayor constitución, pero los amplios uniformes de la milicia la cubrirían adecuadamente.

H_rd echó un vistazo a la hora. El pelo ya debería estar listo.

En la mesa, el hemisferio de plástico se había calmado. Lo cogió cuidadosamente, pero ya se había enfriado a temperatura ambiente. Con un movimiento rápido la soldado le dio la vuelta, revelando el pelo de Rana Harter ahora insertado en el plástico.

Alzó la peluca hacia su cabeza afeitada, en la que encajó cómodamente, incorporando las mediciones exactas de la estación médica a su cráneo.

Alexander hizo que la ventana del compartimiento se volviera opaca hasta formar un espejo.

La mujer rix se miró a sí misma.

H_rd experimentó un breve trastorno cuando vio a Rana Harter mirarla desde el espejo, copiando sus movimientos. La peluca funcionaba a la perfección; los nanos incluso habían conseguido reconstruir el peinado de Rana Harter de la maraña de pelos. El parecido era escalofriante.

La soldado oyó un ruido procedente de la cama.

Su rehén se levantó lentamente, con una expresión confusa mientras tocaba su delicada piel. La expresión soñadora de la sobredosis de dopamina se acentuó un poco cuando se colocó al lado de h_rd, comparando su propia figura afeitada, desnuda y cruda con la de su suplantadora.

Habló con las crudas palabras de su dialecto imperial.

No está mal, proporcionó el software de traducción de h_rd. ¿Pero y los ojos?

La mujer rix observó en el reflejo sus ojos violetas y artificiales, y luego los de su rehén. Los ojos de Rana Harter eran castaños.

H_rd parpadeó.

Los ojos de la mujer se inundaron de lágrimas de la incesante abrasión de su piel. Ninguna cantidad de drogas podía suprimir las reacciones del cuerpo al dolor. La soldado se encogió de hombros. La muerte, suya o de otro, no era nada para ella comparada con la magnitud de los dioses compuestos de los rix. Pero no quería ningún tipo de tortura. Se giró hacia la mujer, alzando los dedos para apuntar a sus ojos, solicitando palabras a su software.

La mujer retrocedió; el miedo derrotando a la dopamina para estropear su beatífica expresión. Habló de nuevo.

Vas a coger mis ojos, ¿verdad?

H_rd agarró la muñeca de Rana Harter, firme pero suavemente.

—No —dijo. Conocía esa palabra.

La expresión de miedo no abandonó el rostro de la mujer. H_rd suspendió su solicitud anterior y pidió nuevas palabras.

—Solo tinte de ojos —dijo la mujer rix—. La estación médica lo hará para mí cuando estemos llegando.

—Ah.

La mujer dejó de intentar apartarse.

—Ahora hablemos. Por favor —dijo h_rd.

—¿Hablar? —repitió Rana Harter.

Una pausa; llegan nuevas frases.

—Tengo que aprender tu idioma. Mejor que esto. Tengamos una…

La palabra era demasiado larga, llena de sonidos mal articulados.

—¿Conversación?

—Sí. Quiero tu conversación, Rana Harter.