El diario de Sir Adam Wallace

Traducido por Logan W. Wallace

Anotación: 17 de octubre de 1330

Tres semanas han transcurrido desde que me acogió la Orden Militar de Caballería del templo de Jerusalén, habiendo sido descartado el nombre de templarios, según me han referido, desde la matanza perpetrada por Felipe el Hermoso. El caballero sacerdote MacDonald afirma que el linaje se remonta hasta el mismísimo San Columba, y sus artes curativas no me ofrecen duda. La fiebre ha remitido y estoy empezando a sentirme como antes. Buenas noticias, según me han dicho, pues necesitaré de todas mis fuerzas para lo que nos aguarda.

Anotación: 22 de octubre de 1330

Un largo día ha transcurrido y la noche ha caído sobre nuestro campamento.

Un viento tempestuoso agita las llamas de nuestra hoguera, que bailan en la noche, lo cual me dificulta escribir, pero estoy decidido a terminar la anotación.

Hemos pisado el estuario de Moray, justo antes del alba, ocho templarios, yo y el sagrado estuche de Bruce, colgado alrededor de mi cuello. Durante horas seguimos el río Ness en dirección sur, pero a mediodía las montañas se habían elevado a ambos lados. El camino empezó a presentar dificultades, pero jamás había visto un paisaje tan hermoso. Colinas esmeralda se estaban tiñendo de oro, rojo y púrpura, y se percibía el olor del invierno en el aire. El río se hizo más denso al doblar un curva, y MacDonald señaló el mismísimo lugar en que San Columba había salvado a un guerrero picto de una de las bestias que estábamos buscando.

Sigo siendo escéptico.

Al anochecer terminamos nuestro día de marcha, y llegamos a las orillas de un estrecho canal que se ensanchó alrededor de la boca del lago Ness. Esta era la primera vez que mis ojos contemplaban sus aguas oscuras, que corren hasta perderse en el horizonte. El cielo estaba muy nublado y gris, y retumbaban truenos en el valle. En busca de refugio, MacDonald me ordenó que acampáramos en el bosque, lejos de la orilla, no fuera que los dragones emergieran a la superficie y sintieran curiosidad.

La charla sobre dragones del templario, jovial al principio, ha empezado a inquietarme un poco en este ominoso entorno. Aunque todavía me niego a creer, la espalda de sir William se quedará cerca de mi lado mientras duerma.