Bien, el día que vi al monstruo fue a finales de septiembre, y yo volvía de Inverness. Llegué a lo alto de la colina, desde la cual se veía la bahía, eché un vistazo y vi un bulto grande. Lo más aproximado que puedo decirle es que parecía un barco volcado. Mediría unos diez metros de longitud, y sobresalía del agua casi tres metros. Era una mezcla de marrones, verdes y colores fangosos. Lo vi a saltos unos segundos, porque estaba conduciendo. Debí de verlo tres o cuatro veces más, y la última vez que miré había desaparecido. Pensé para mí: «Ahí está Nessie. Ya era hora de que lo viera, llevo viviendo aquí un año». Y entonces, algo en el fondo de mi cabeza me dijo: «No es tan solo Nessie, ha de ser el monstruo del lago Ness, en el que tanta gente ha invertido miles de libras para encontrarlo, y tú estás contemplando el maldito bicho». Casi me salí de la carretera, pero por suerte no lo hice, porque teníamos un coche nuevo. ¿Se imagina cuál habría sido la demanda del seguro?
Cuando llegué a casa, pensé: «Necesito un buen trago». Pero no había bebida en casa, de modo que pensé: «De acuerdo, un café bien cargado será suficiente».

Val Moffat,
residente del lago Ness,
septiembre de 1990.