Tengo cincuenta y nueve años de edad, y he vivido aquí toda mi vida. Cuando tenía catorce años, teníamos una granja en Drumnadrochit. Mi madre y mi hermano, ya fallecidos, iban en el coche conmigo, en dirección a Inverness. Yo estaba mirando el lago, cuya superficie se veía lisa y calma, cuando grité: «¡Para el coche!». Mi hermano frenó, y todos vimos el enorme alboroto que estaba teniendo lugar en el centro del lago, justo enfrente del castillo de Aldourie. El monstruo era de color marrón gris, enorme, del tamaño de un autobús. Dio una vuelta de campana, tal como lo digo, y cayó al agua. Se vio con toda claridad, y las olas que levantó eran de un metro de altura y llegaron a cada lado del lago.
Ronald Mackintosh,
marinero jubilado.
Estaba haciendo una llamada de rutina a mi oficina, utilizando la cabina de Brackla, cuando me volví y lo vi, en el agua y a unos cientos de metros de distancia: un cuello, una cabeza y un cuerpo ancho con jorobas que se movía de un lado al otro. No era de este mundo, como si un dinosaurio hubiera surgido del lago. Después de verlo, juré que nunca más me aventuraría en el lago Ness con una barquita.
Hamish Mackintosh,
mecánico del servicio de ayuda en carretera
de la Asociación Automovilística,
2 de febrero de 1959.