Capítulo 2
Flotar.
Solo flotar hacia la luz…
Mmm. Es tan relajante, cuando todo el dolor, la tensión y los temores de la vida se desvanecen por fin. En el vacío de la existencia, el alma flota…, flota con el río sedoso del paraíso.
Alegría, alegría, alegría, la vida es solo un sueño…
¿Mi vida fue un sueño?
Más bien una tormenta refrenada, cuya furia necesitaba desencadenarse desde hacía mucho tiempo.
Podríamos seguir el rastro de mis vientos de desesperación hasta el lago Ness y mi noveno cumpleaños, el día en que me ahogué por primera vez. Exacto, ya había muerto una vez, tan muerto como el pomo de una puerta…, hasta que mi salvador había llegado en la forma del mejor amigo de mi padre, Alban MacDonald, el único hombre al que conocí capaz de espantar a la propia muerte. Desde el momento en que me resucitaron, mi mente había albergado un secreto oscuro, que había reprimido para protegerme. Siempre estaba presente, seguía mi existencia como una sombra, pero si mi mente infantil había creado esta falsa realidad, ¿cómo podía saber que todo era mentira?
Diecisiete años después, todo estaba a punto de salir a la luz.
Jamás llegué a sentir las descargas eléctricas administradas por el médico; solo el fragor que resonaba en mis oídos y estrangulaba mis nervios con un dolor insoportable, que me dio la bienvenida al mundo de los vivos. Todas las células de mi cuerpo ardían como asaeteadas, cada vez que respiraba era una tortura, y tenía la sensación de que mi pecho se había hundido sobre mis órganos internos. Como un pez expulsado del agua, padecí convulsiones sobre la cubierta helada del Manhattanville, vomité agua de mar, solo y enloquecido mientras el médico se ocupaba de mí.
Inyectó una solución transparente en mis venas temblorosas, y una vez más me recluí en la oscuridad.
Columba tuvo que cruzar el río Ness. Vio en la orilla a un pobre individuo al que estaban dando sepultura los demás habitantes, los cuales le informaron de que, mientras estaba nadando poco rato antes, la víctima había sido atacada y mordida salvajemente por una bestia marina. Cuando san Columba se enteró de esto, ordenó a uno de sus acompañantes que atravesara a nado el río y le trajera una barca amarrada en la otra orilla. Al oír la orden de aquel hombre santo y memorable, Lugne mocu-Min obedeció sin más dilación, se quitó la ropa, a excepción de la túnica, y se zambulló en el agua. Pero el monstruo, cuyo apetito no había sido tanto saciado como acicateado por la presa anterior, acechaba en las profundidades. Al notar que Lugne agitaba las aguas de la superficie mientras nadaba, emergió de repente, y con la boca abierta y un gran rugido se precipitó hacia el hombre que nadaba en medio del Ness. Mientras todos los presentes, bárbaros y hermanos por igual, se quedaban paralizados de horror, san Columba alzó la mano e hizo la señal de la cruz en el aire, y después, invocó el nombre de Dios y ordenó a la bestia: «No seguirás adelante. No toques a ese hombre. Da media vuelta al punto». Al oír la orden, la bestia, como si tiraran de ella con unas cuerdas, se zambulló a toda prisa en las aguas del lago Ness. Los bárbaros paganos, sobrecogidos por la magnitud del milagro, adoraron al Dios de los cristianos.
De la biografía de san Columba
escrita por san Adamnan,
abad de Iona, 565 d. C.