Capítulo 30

Inverness

Brandy se fue a vivir conmigo aquella noche. Tras haber perdido su casa, todas sus posesiones terrenales y su forma de ganarse la vida, no le quedaba nada.

Dijo que le daba igual, mientras me tuviera a mí.

Eran casi las tres de la mañana, con el sol del verano ya insinuándose en el horizonte oriental, cuando nos metimos bajo las limpias sábanas del hotel, pero nuestros cuerpos entrelazados nos proporcionaron todo el calor que necesitábamos. Demasiado agotado para hacer el amor, me limité a abrazarla hasta que se durmió, y después me levanté de la cama y me senté ante el ordenador portátil.

Estaba agotado. El sueño tironeaba de mi cerebro, pero tenía demasiado miedo de dormirme. La intensidad de mis terrores nocturnos había aumentado, y después de lo ocurrido en la bahía de Urquhart, me encontraba demasiado exhausto para hacerles frente de nuevo. Las imágenes de cuando me había ahogado en la infancia habían sido sustituidas por algo nuevo, y esta visión era incluso más aterradora, porque no se trataba de mi pasado. La verdad era que tenía miedo de mi destino.

«Quédate despierto hasta el amanecer. Descansarás con más facilidad a la luz del día».

Me obligué a concentrarme pese a la fatiga.

Las últimas cuarenta y ocho horas habían sacado a la luz nuevas piezas del rompecabezas del lago Ness, pero daban vueltas en mi cabeza, y estaba demasiado cansado para pensar.

«Organiza tus pensamientos. Ponlos por escrito para verlos».

Activé el ordenador portátil y empecé a teclear.

Angus y Theresa.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

Calum Forrest da de comer al monstruo cada invierno.

La misión de los Caballeros Negros.

Adam Wallace.

El derrumbamiento del acuífero del mar del Norte a principios de los años treinta.

Calum Forrest coloca luces submarinas el invierno pasado.

Fugas de petróleo en el lago Ness.

Betabloqueadores encontrados en el torrente sanguíneo de una anguila.

La muerte de John Cialino.

Angus miente a posta sobre los salmones.

Contemplé la pantalla, después corté y pegué, y reorganicé mis notas en un simulacro de orden cronológico.

Adam Wallace.

Calum había afirmado que Adam Wallace fue el primer Caballero Negro. Era extraño que mi padre nunca hubiera hablado de él. Fuera cual fuese la misión primordial de los Caballeros, no cabía duda de que incluía la alimentación de las bestias que tanto mi padre como Calum llamaban drakontas.

Salto en el tiempo hasta la construcción de la A82, a principios de los años treinta. Según Calum y mi tesis inédita, dinamitar la cuenca había bloqueado un río subterráneo que permitía el acceso al mar del Norte, atrapando algunas bestias dentro del lago Ness. Tanto Alban como Calum habían confirmado que Nessie era el último de su especie en el lago. Calum había dicho que su difunta esposa y él alimentaban al monstruo en invierno. Lo cual era lógico, teniendo en cuenta que la población de peces del lago Ness en invierno no sería suficiente para sustentar a un depredador tan grande. Por supuesto, también era posible que la bestia se hubiera adaptado a los inviernos del lago Ness hibernando.

Como el lago Ness no abundaba en animales de dieciocho metros, el animal que mi padre había llamado drakonta debía de ser un mutante. En condiciones normales, las mutaciones pueden darse en uno de cada cien mil animales. Los betabloqueadores del torrente sanguíneo de la anguila disminuían el apetito sexual del animal. Si el drakonta era un mutante, debía de ser estéril, lo cual explicaba por qué no se había reproducido.

Fuera lo que fuese Nessie, era evidente que prefería habitar en las aguas más profundas del lago Ness…

… hasta el último invierno.

En algún lugar del Great Glen había una fuga de petróleo, y estaba llegando al lago Ness. Aunque el alguacil del lago y la EPA de Escocia aún no la habían localizado, había alterado la migración de peces de toda una temporada. Como los peces que iban a desovar solo podían entrar en el lago Ness desde el río Ness, eso significaba que el petróleo les estaba impidiendo la entrada antes de que llegaran al estrecho de Bona.

El petróleo también había alterado el comportamiento de la población de anguilas y del último drakonta del lago. Los Caballeros Negros estaban patrullando las orillas de noche, con la intención de proteger a los turistas de las nerviosas anguilas… ¿y de Nessie? ¿Era esa su misión?

No, tenía que ser algo más que eso.

El pasado invierno, a modo de precaución, Calum Forrest había reforzado la valla de su granja e instalado luces submarinas, además de…

«¡Para!».

Contemplé la pantalla del ordenador, y reelaboré esta última suposición en mi cabeza.

Sí, las luces de Calum tenían la misión de ahuyentar al animal, pero aquella valla era pan comido para algo tan enorme como Nessie. Yo había supuesto que la valla había sido reforzada, pero tal vez… tal vez era más nueva que el resto del perímetro.

Tal vez Calum se había visto obligado a sustituir la valla trasera el pasado invierno, después de que la bestia hubiera atacado a su rebaño de ovejas.

Pero Calum estaba furioso. No solo deseaba mantener a raya a Nessie, sino matarlo. «Mi esposa, Dios se apiade de su alma, a veces tenía que sustituirme».

¿Su esposa? ¿El monstruo había matado a su esposa?

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras tecleaba: «Investigar la causa de la muerte de la señora Forrest».

Calum habría podido matar a Nessie. Podría haber envenenado a una de las ovejas sacrificadas, o atraído a la bestia lo bastante cerca para dispararle, pero no lo había hecho. El juramento de los Caballeros Negros le había imposibilitado vengarse.

¿Qué misión podía ser tan importante?

¿Y qué había hecho mi padre para que le expulsaran de la Orden?

De modo que cabía la posibilidad de que Tiani Brueggert no fuera la primera víctima de Nessie, pues existían bastantes posibilidades de que el monstruo hubiera matado ya el pasado invierno. Angus era íntimo amigo de Calum Forrest. De una lealtad férrea, la muerte de la esposa de su amigo, de ser eso cierto, le habría perturbado. ¿Era ese el motivo de que le hubieran expulsado del Temple? ¿Angus había intentado matar a Nessie desobedeciendo las órdenes de Alban MacDonald?

Angus y Theresa.

Contemplé las palabras, y entonces, de repente, todo adquirió sentido.

¡La muerte de Johnny C. no era un accidente, Angus le había matado para estar con Theresa! Pero en lugar de declararse culpable de homicidio involuntario, mi astuto padre se había jugado el todo por el todo. Sabiendo que el animal existía, sabiendo que volvería a matar, Angus había inventado su «defensa Nessie», convirtiéndose en una leyenda local, al tiempo que obligaba a los Caballeros Negros a destruir al animal que había matado a la esposa de su mejor amigo.

Era un plan inteligente, a su manera sórdida, sembrado de peligros y recompensas. Si Angus podía demostrar la existencia del monstruo, sería declarado inocente y podría poseer a Theresa Cialino, compartiendo su herencia. Los dos amantes serían felices y comerían perdices, sin que Angus incumpliera su juramento de Caballero Negro.

Todo cuanto necesitaba mi padre era lograr que el jurado le declarara inocente. Para ello, necesitaba un experto en el caso, uno que no solo pudiera convencer al jurado de que el monstruo existía, sino que fuera en su busca.

Y por eso, después de diecisiete años de silencio, mi padre me había llamado… ¡para utilizarme de nuevo!

La ira hirvió en mis venas, contenida por el hecho de que mi declaración había revelado su mentira.

Miré mis notas, todavía rabioso.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

Un monstruo andaba suelto; el otro estaba sentado en una celda de la cárcel de Inverness, a la espera de que le pusieran en libertad para pasar el resto de su vida con su amante.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

Angus había contado con utilizar las cicatrices de mi infancia para escenificar su charada, pero sería mi investigación, mi testimonio, lo que tal vez acabaría enterrándole.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

¿Y cuál sería mi papel en el resto de este tremendo lío? Una vez muerto David, el Consejo de las Tierras Altas volvería a pedirme ayuda, pero a mí no me interesaba capturar a la bestia. Para mí, ya estaba bastante capturada en un lago de treinta y cinco kilómetros de largo. La clave consistía en encontrar la fuga de petróleo, cerrarla y devolver la biología del lago Ness a su estado normal.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

Seguí mirando las palabras.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

Anguilas y el mar de los Sargazos.

El hemisferio cerebral izquierdo tomó el control por fin y permitió que el engranaje mental se pusiera en movimiento.

—Jesús, ¿cómo he podido estar tan ciego?

Abrí el programa de la red de sónar y rebobiné hasta los registros del sónar pasivo del sistema. El ordenador tenía que haber grabado la firma del monstruo en el sónar aquella noche, pero yo había estado demasiado preocupado para escuchar.

Localicé la grabación y subí el volumen.

Bli-blupBli-blupBli-blupBli-blup

El corazón se me aceleró, y las implicaciones empezaron a dar vueltas en mi cabeza.

Bli-blupBli-blupBli-blupBli-blup

—Es… ¡es el Blup! ¿Por qué no me di cuenta? ¡Estaba ahí, delante de mis narices todo el tiempo!

Brandy se removió.

—¿Qué pasa, Zack?

Me senté en la cama.

—¡Lo sé, Brandy! ¡Sé lo que es Nessie! ¡No es un plesiosauro ni un dinosaurio, ni un esturión, ni un mito, ni siquiera un antepasado de las ballenas actuales, sino un precursor!

—¿Un precursor? —Brandy se sentó en la cama—. ¿Un precursor de qué?

—¡De la anguila!

—¿Una anguila? No… No es posible. Es muy grande.

—Son los caminos de la naturaleza. Los antepasados siempre son más grandes. Después, la evolución interviene, se adapta, lleva a cabo ajustes, basados en el entorno y la competitividad, y también en la disponibilidad de las presas. Las anguilas y estos…, estos drakontas, a falta de un nombre mejor, nacen en el mar de los Sargazos.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque Nessie no es el último drakonta, y no es un mutante, sino que su especie jamás se extinguió. Su especie todavía habita en los Sargazos. La marina los localizó con el sónar, los llamó Blups, pero nadie sabía qué eran. Fueron los blups, o sea, los drakontas, los que atacaron al calamar gigante. Al igual que las anguilas, desovan en el mar de los Sargazos, y después, los jóvenes se dejan llevar por las corrientes oceánicas de vuelta a Gran Bretaña y el resto de Europa. Al ser más pequeñas, las anguilas podían seguir el río Ness hasta el lago cada primavera. Las hembras más grandes se van en otoño, cuando son lo bastante mayores para reproducirse, pero sus primos mayores, los drakontas, siempre fueron demasiado voluminosos para acceder al lago mediante este río, y seguían el acuífero del Ness, un río subterráneo e inexplorado que corre desde el lago Ness hasta el mar del Norte. Pero el pasaje se hundió hace setenta años, cuando dinamitaron la A82…

—¿Y atrapó a Nessie?

—¡Sí! —paseé por la habitación de un lado a otro, pletórico de ideas—. Ha de ser una hembra. Las anguilas hembras crecen mucho, muchísimo más que los machos, de modo que lo mismo debe de suceder con los drakontas. Abandonan el lago Ness cuando están preparadas para desovar y regresan al mar de los Sargazos. Pero Nessie está atrapada, su reloj biológico se ha averiado. No puede desovar en aguas dulces, porque su ADN no lo permitiría, de modo que continúa creciendo, y cada vez se hace más grande. Es una mutante, Brandy, y ahora se ha convertido en un ser peligroso, pues padece lesiones cerebrales causadas por una fuga de petróleo.

—¿Petróleo? No entiendo.

—Hay un escape de petróleo en algún lugar del lago Ness. Yo diría que se está filtrando en el acuífero, por eso nadie lo ha descubierto. La anguila que me atacó también presentaba lesiones cerebrales. No es mortífero, pero afecta al comportamiento de los animales. El petróleo también impide que los salmones y otros peces entren en el lago. ¡Ha afectado a la cadena alimentaria, y alterado la dieta de Nessie!

—Santa María. ¿Cuánto vivirá, Zack? ¿Qué tamaño alcanzará?

—No lo sé. Las anguilas mueren después de desovar, una especie de aparato de aniquilación biológico. ¿Quién sabe qué pasará con estos drakontas?

—¡Caramba, Zack, lo has conseguido! Has solucionado el misterio, todo el mundo decía que lo harías. Pero cálmate, me estás volviendo loca. Ven a sentarte a mi lado.

Respiré hondo varias veces, y después me metí en la cama con ella y nos acurrucamos bajo las sábanas.

—¿Qué vas a hacer? ¿Convocar una conferencia de prensa?

—No lo sé. No sé de qué serviría en este momento. La ciencia es una cosa, pero tenemos un animal rabioso suelto por ahí. Y es… complicado.

—¿Qué quieres decir?

—Angus mintió. Nessie no mató a Johnny C. Angus conocía la existencia del animal y lo utilizó como coartada.

—Entonces, ¿asesinó a Cialino?

—Sí, y con premeditación. Si yo no presento esta prueba, Angus sale libre.

—Pero si dices la verdad, tu padre será declarado culpable.

—Y ahorcado, casi con toda seguridad.

Ella me acercó más a su cuerpo.

—Los dos estamos agotados. Duerme un poco antes de decidir lo que sea, una mente cansada no puede pensar bien.

—Estoy demasiado excitado para dormir.

Rodó de costado, y sus ojos me sedujeron mientras se ponía encima de mí y me introducía en su horno.

Hacer el amor calmó mi fiebre cerebral, al menos de momento. Cuando terminamos, Brandy recostó su espalda y nalgas contra mi pecho cayó dormida. La rodeé con el brazo y cerré los ojos, confortado por su calor y la llegada del amanecer.

Surco un cementerio de agua. Un destello de luz. Estoy en una caverna. Solo. Rodeado de oscuridad. ¡No estoy solo! La muerte me habla en susurros, gruñe en mi cerebro. ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!

Me levanté como un rayo en la cama, bañado en sudor.

Brandy intentó despertarme.

—¡Zack! ¡Mírame, Zachary! Solo era otra pesadilla más.

Me volví y la miré, consumido por el miedo, incapaz de encontrar la voz.

—¿Qué era? ¿Qué soñabas?

—Estaba en la madriguera del monstruo. Reinaba la oscuridad y hacía frío…, el frío de la muerte. Estaba helado hasta los huesos. Me rodeaba, susurraba en mi cerebro. No podía verlos, pero había algo que reptaba hacia mí, y mi piel y mi mente se erizaban ante su presencia. Me rodeaban… No podía escapar…

—¡Joder, estás temblando de pies a cabeza! —me apretó contra ella y me abrazó—. Solo era una pesadilla, Zack. Un mal sueño.

Estaba equivocada, por supuesto, porque yo sabía lo que era.

Tal como había dicho True, era mi destino.