Capitulo 39

Martes, 31 de agosto de 1999, 11:21 PM

Alcantarillas, debajo de Times Square

Ciudad de Nueva York

Khalil aún sentía las mejillas sonrosadas y radiantes de energía cuando se sentó a la mesa frente al Nosferatu. Había sido su segunda diablerie... y descubrió que era algo que realmente podía acabar gustándole.

¿Tendría aspecto de ansioso al mirar a aquellas ratas de cloaca que estaban sentadas a su alrededor?

Estaba explicándoles su receta personal para curar las heridas causadas por el Ojo de Hazimel. Por alguna razón, ninguno de sus compañeros olía demasiado bien. Mike, que estaba tecleando en su ordenador portátil todo lo que decía Khalil, tenía el mismo olor de siempre pero... había algo más. Otro, que parecía un muerto andante repleto de heridas en carne viva y colgajos de piel, olía de una forma vaga y extrañamente familiar. Los otros dos apestaban por completo, pero como eran Nosferatu y la reunión se estaba celebrando en un túnel del alcantarillado, no le había cogido por sorpresa.

Khalil se sentía orgulloso y disfrutaba del calor de la sangre, de modo que aquellos olores simplemente le provocaron una ligera incomodidad.

—Así que se aplica una generosa cantidad de saliva humana en una cataplasma confeccionada con semilla de mostaza y albahaca —explicaba Khalil—. La mostaza expulsará el veneno y la albahaca purificará la carne dañada por el Ojo. Una vez aplicada la cataplasma sobre el paciente, se debe dejar hasta la siguiente luna llena y... Abracadabra: la herida desaparecerá.

Mike preguntó:

—¿La siguiente luna llena? Y si la cataplasma se aplica justo en la noche de luna llena, ¿se curan instantáneamente las heridas o es necesario esperar a que transcurra otro ciclo lunar completo?

Khalil reflexionó unos instantes.

—Es mejor prevenir que curar. Yo diría que hay que esperar todo el mes. Supongo que nadie tendrá demasiadas ganas de tener que moverse con las heridas provocadas por el Ojo... pues si no consigues curarlas por completo, éstas te van comiendo por dentro.

Mike asintió y lo apuntó en el ordenador.

—¿Eso es todo?

Khalil cruzó los brazos y esbozó una pequeña sonrisa.

—A no ser que tengáis más preguntas.

Mike depositó un maletín sobre la mesa, lo abrió y se lo acercó al Ravnos. Khalil tocó los billetes. No quería demorarse demasiado contándolos de uno en uno, pero imaginó que habría una cantidad suficiente para satisfacer diversas necesidades durante algún tiempo. Cerró el maletín haciendo un gesto de aprobación y se levantó.

—¿Necesitas que alguien te lleve hasta la salida? —preguntó Mike.

—Conozco el camino —respondió Khalil—. Nos veremos por la ciudad.

Saludó al monstruo y abandonó las catacumbas. Mientras avanzaba por los empapados túneles, Khalil rió entre dientes. Estaba seguro de que su mentira había funcionado. Iba a salir de aquel lugar sin haberles dado nada en absoluto y con doscientos cincuenta mil dólares en las manos. El Ravnos imaginó a las ratas confeccionando la cataplasma... siguiendo las instrucciones falsas que les había dado.

Además, no tenía ninguna intención de quedarse en Nueva York. Desaparecería antes de que pudieran descubrir la estafa. Sólo pensaba quedarse un poco más... en cuanto hiciera las dos visitas que le faltaban, desaparecería de la ciudad siendo mucho más rico, mucho más fuerte y mucho más independiente que cuando llegó.

La visita número uno consistía en regresar al apartamento, donde le estaba esperando aquella adorable sangre Setita.