
Capitulo 35
Lunes, 30 de agosto de 1999, 10:40 PM
Morehead Park, Brooklyn
Ciudad de Nueva York
La cacería. Ramona había descubierto que una buena caza era la mejor forma de mantener la mente alejada de todo aquello en lo que no quería pensar... tanto de las cosas como de las personas. Era la segunda noche que lo hacía: intentaba mantenerse alejada del apartamento... y de Liz. Ramona era incapaz de mirarla. Las esposas habían resultado ser demasiado duras. Ninguna de las dos había sido capaz de forzar las cerraduras ni de limar aquel sólido metal. Ramona se había ido con la promesa de encontrar una lima más resistente.
Pero aún no había regresado.
Volvía a hacer una noche de verano, calurosa. Podía oler el sudor mortal, la sangre mortal... y eso era exactamente en lo que estaba intentando pensar, para olvidarse de los orgullosos aunque implorantes ojos de Liz.
Blasfemó para sus adentros. La pasada noche le había resultado más sencillo distraerse, pero esta vez no estaba demasiado hambrienta. Se movía por inercia... y no estaba funcionando.
El punto condenable de todo el asunto era que creía que podría aprender algo de Khalil, pero, ¿era justo privar a Liz de su libertad? Los muertos de Ramona exigían venganza, y existía la posibilidad de que su sire Tanner hubiera sobrevivido... de algún modo. ¿Pero era ésta la forma de ocuparse de todo lo que tenía que hacer?
Volvió a blasfemar. Se maldijo por su indecisión y maldijo a Tanner por haberla convertido en una depredadora. También maldijo a Khalil por la especie diferente de depredador que era y, finalmente, maldijo a Liz por ser una víctima... por haberse metido en medio.
La cacería. El olor de la sangre. Ramona se obligó a concentrarse. Aunque en el parque en el que se encontraba, en el que había pasado todo el día sumergida bajo tierra, no había demasiadas personas, pudo ver a una solitaria mujer sentada en un banco. Estúpida. Ramona hubiera preferido un hombre, como la pasada noche: se había alimentado de un proxeneta que necesitaría pasar varias noches en reposo antes de poder volver a abusar de sus chicas. Pero era evidente que esta mujer merecía un susto, por permanecer a solas en un parque de Nueva York durante la noche, sin importarle su seguridad. Puede que así fuera un poco más precavida en el futuro.
Ramona podía saborear su sangre mientras se acercaba en silencio a la mujer por detrás. Lentamente, su consciencia empezó a dar paso a los instintos de la cacería.
Entonces, la mujer se levantó. Se volvió hacia la Gangrel y la miró directamente a los ojos. Ramona se había agachado para saltar sobre ella... para impedir que cualquier grito lograra salir de su boca... pero los labios de la mujer ya se habían abierto, y no para gritar, sino para hablar:
—¡Ramona! —dijo la extraña, quizá más nerviosa de lo que le hubiera gustado.
Ramona se quedó helada. Había pensado que la mujer era mortal, pero ahora no estaba segura. La Gangrel intentaba mirar en todas direcciones a la vez. ¿Una emboscada del Sabbat? Ya había tropezado con ellos antes y Khalil les había suplicado atención...
—Ramona, necesitamos hablar contigo —dijo rápidamente la mujer—. Mi jefe desea hablar contigo.
La mujer (que era baja, de complexión misteriosa y cabello negro) respiraba acelerada. Respira, observó Ramona. Al fin y al cabo, era mortal. Y estaba asustada... o al menos estaba luchando contra una descarga de adrenalina. Entonces, Ramona descubrió algo más. Sobre su nerviosa respiración y los latidos de su corazón, logró oír otro sonido: un zumbido... no, ahora que sabía qué debía escuchar, descubrió que era una voz. Pero no se oía demasiado bien. Era muy débil y... electrónica.
Ramona observó más detenidamente a la mujer y vio el diminuto audífono. Alguien estaba hablando con ella. Quienquiera que fuera, él o ella, había advertido a la mujer de su proximidad. Una mortal que no contara con ningún tipo de ayuda no la podría haber oído.
—Tu jefe... —dijo Ramona, mirando a su alrededor e intentando penetrar en las sombras—. ¿Quién es?
—Hesha Ruhadze.
Ramona siguió examinando la oscuridad, pero su visión penetrante fue incapaz de detectar a nadie.
—Eh, Hesha —por lo menos no era el Sabbat... si es que la mujer estaba diciendo la verdad. Sin embargo, no tenía que ser del Sabbat para ser malo. Hesha podría haber oído que Khalil estaba revelando sus secretos al Sabbat, y puede que pensara que Ramona era su cómplice—. ¿Es de él la voz que se oye en tu oreja?
La mujer palideció mientras el zumbido se reanudaba, con rapidez y con furia.
—Oh, no... No exactamente.
—¿De quién es entonces?
El zumbido se hizo más fuerte. Era evidente que alguien estaba muy preocupado por lo que pudiera decir la mujer.
—Simplemente de unos amigos que me han acompañado para asegurarse de que regreso sana y salva.
Ramona vaciló. A pesar de los esfuerzos, no había sido capaz de localizar a aquellos "amigos". Supuso que, si tenían intenciones de atacarla, no habrían enviado a esa mujer a hablar con ella. Podrían haberle tendido una emboscada y haberla cogido desprevenida.
—Diles que salgan y se coloquen donde yo pueda verlos.
Oyó un zumbido mucho más intenso.
—No —dijo la mujer—. Quiero decir que no... van a hacerlo.
La mujer se llevó un dedo al audífono y escuchó con expresión de dolor.
—Pero garantizan que, si accedes a hablar con Hesha, no te sucederá nada.
—No acepto garantías de personas a las que no conozco.
La mujer frunció el ceño mientras el zumbido volvía a irrumpir. Se sacó el receptor del oído y dejó el aparato colgando de un alambre que salía de su cuello. El zumbido parecía estar muy enfadado.
—Me llamo Pauline Miles. Trabajo para Hesha. Mis amigos son Nosferatu. Ellos... y Hesha... garantizan tu seguridad.
Ramona se sentía perdida. Eran Nosferatu. Khalil se había reunido con ellos. Pertenecían a la Camarilla... y los Gangrel formaban parte de la Camarilla. Si fuera verdad...
—De acuerdo —respondió al fin. A juzgar por el constante y airado zumbido que salía del audífono, Pauline había hecho enfadar a alguien... y mucho.
Ramona la admiró por ello.