
Capitulo 16
Jueves, 5 de agosto de 1999; 3:54 AM
Un túnel de metro olvidado
Ciudad de Nueva York
Mike Tundlight cruzó una puerta de servicio y descendió unas escaleras, hasta llegar a un viejo pasillo que estaba desmoronándose. Abrió una puerta para bromear con algunos amigos que se habían reunido alrededor de una mesa de póquer. Su rostro ya no estaba pálido, sino que era de color blanco gusano; sus ojos estaban inyectados en sangre desde el iris. Tenía el cabello moreno y alborotado y su corta estatura y su cuerpo grueso eran, claramente, el resultado de una columna vertebral retorcida sobre sí misma. Todos los jugadores, excepto uno, compartían su monstruosa fealdad. Le devolvieron el saludo con alegría y continuaron con el juego. Mike introdujo la cabeza en otra sala con algo más de deferencia.
—¿Estás ocupado? —preguntó al ocupante de la sala.
Umberto se rascó una ceja (que no estaba encima de su ojo) y parpadeó ante la luz de la pantalla de su ordenador.
—Un segundo —sus dedos huesudos danzaron ágilmente sobre el teclado—. ¿Qué sucede?
Con una mano movió el ratón y con la otra señaló vagamente el desvencijado sofá que había junto a la máquina.
—Acabo de llegar del Sexton's.
—¿La gente guapa se ha quedado hasta muy tarde? ¿Hay alguna novedad?
—Diversas conversaciones sobre la guerra —dijo Mike mientras se sentaba—, pero eso no es importante. Por la tarde enviaré un informe. Sin embargo, entró un tipo que podría ser relevante. Era indo-paquistaní o algo similar... del sur de Asia. Iba con una amiga que se llamaba Ramona. Él, o ellos, buscaban una serpiente... y creo que se trata de la misma serpiente que estamos buscando nosotros. En verdad, parece que perdió su pista en la misma etapa del viaje.
Umberto apartó ambas manos del teclado y reflexionó.
—Si eso es realmente cierto, es muy interesante. ¡Cass! —gritó en dirección al pasillo—. ¿Puedes concedernos un minuto?
En el umbral apareció una mujer negra de piel rugosa. Llevaba diversas capas de sudaderas y faldas y en su puño izquierdo sostenía una baraja de cartas.
—Por supuesto. Me toca repartir. ¿Qué necesitas?
—Viste a los dos payasos que aparecieron en la catedral de San Juan la noche siguiente al disturbio. Descríbeselos a Mike.
Poco tiempo después, los tres Nosferatu estuvieron de acuerdo en que Khalil era el hombre del bar, además del de la catedral. Mike y Cass también creían que las dos mujeres que habían visto eran la misma... aunque una tenía una extraña herida abierta cuando merodeaba por la catedral. Sin embargo, estaban seguros de que no podía ser, de ningún modo, la que aparecía junto a Hesha en las fotografías que habían tomado en Nueva York. Umberto recopiló toda la información y se alejó por el pasillo. Mike Tundlight, Cassandra y una multitud creciente que esperaba para seguir jugando sintieron que sucedía algo importante (todos ellos eran expertos en atmósfera), y cuando Umberto regresó en menos de cinco minutos con nuevos y urgentes cometidos para todo aquel que se ofreciera voluntario, sus expectativas estuvieron más que satisfechas.
—Quiero un informe completo sobre Khalil y otro sobre la mujer. Si está vendiendo o traficando con información, quiero saber si es o no fidedigna. Mike, te reunirás con él tan pronto como consideres oportuno. Iré contigo —hubo una plácida sensación en el vestíbulo cuando Umberto mencionó el hecho de abandonar su ordenador— como tu humilde siervo, por si nuestro Ravnos intenta algo.