
Capitulo 15
Jueves, 5 de agosto de 1999, 12:13 AM
Turtle Bay, Manhattan
Ciudad de Nueva York
—"Sexton's Dirty Secret" {*} —leyó Ramona en el rótulo que había sobre la puerta—. ¿Qué diablos significa eso?
{* N.d.T.: "El Sucio Secreto del Sacristán".}
—Es un club de la Camarilla. Probablemente pertenece a alguno de los eruditos. Es de los Ventrue, querida. Les gusta ser modestos e ingeniosos con su pequeño problema —la Gangrel parpadeó desconcertada—. Muerte, Ramona. Muerte.
Se alisó el pelo, echándolo hacia atrás, y siguió hablando.
—En inglés, "sexton" significa sacristán. Es quien se encarga de proteger el terreno sagrado, incluido el cementerio y la cripta, ¿sabes? Los muertos andantes son su sucio secreto.
—Oh.
—Probablemente, el propietario es inglés, pues se trata de una palabra sumamente anglicana.
Muy perspicaz, comentó secamente la voz, debido a que había tenido que explicar eso mismo a Khalil aquella misma noche, un poco antes.
Se acercaron a la entrada y un portero de constitución fuerte los miró atentamente. Cuando aún se encontraban lejos de su alcance auditivo, esperando para entrar, Khalil murmuró a la muchacha:
—Intenta recordar esto: si alguien te pregunta... por ejemplo, si otro Gangrel se acerca y te da el apretón de manos secreto o algo y te pregunta sobre mí... dile que no estás segura del clan al que pertenezco, pero que, cuando me estoy quedando dormido, suelo murmurar sobre algo llamado Malkav, ¿de acuerdo?
—¿Por qué? ¿A qué clan perteneces?
—Soy independiente —respondió Khalil con arrogancia. En sus oídos oyó la risa de la voz y sus manos se tensaron con frustración.
Khalil se dirigió al final de la cola y Ramona le siguió con aspecto aburrido. Pronto, más futuros clientes se unieron a ellos. La nariz de la Gangrel se crispó, pues parecía que todas las personas que aguardan para entrar estaban de luto. Casi todas iban vestidas de negro: látex negro, cuero negro o mallas negras... y todas tenían la piel muy pálida. Percibió el olor del maquillaje que cubría sus cuerpos: polvo de perla, maquillaje blanco, máscara pegajosa y brillo de uñas fresco. Ramona se apoyó en la pared e intentó mantenerse apartada de todos. Monstruos, pensó.
La fila era un hervidero de voces. En la puerta de acceso al local había aparecido otro hombre que, tras mantener una rápida charla con el portero, pasó revista a la fila. El recién llegado era delgado como una anguila y tenía el cabello moreno y muy corto. Todas las personas maquilladas que esperaban en la cola lo observaron con ojos esperanzados y expresiones de indiferencia.
—Tú —dijo señalando a una mujer que, a pesar del calor, vestía un ceñido traje de terciopelo rojo—. Y tú...
Miraba a un chico muy atractivo que se había embadurnado los ojos de pintura negra.
—Vosotros dos —dijo señalando a Khalil y a Ramona— y aquel grupo de allí.
Cuatro personas que se encontraban al final de la cola se emocionaron ante su inesperada victoria. Los elegidos se dirigieron hacia la puerta, algunos de los olvidados se alejaron y los demás volvieron a colocarse en la fila para esperar un poco más.
Los ocho elegidos avanzaron por un vestíbulo estrecho y sucio cuyas largas paredes eran hileras de espejos. Qué personas más precavidas, pensó Khalil. La situación debe de ser peor de lo que pensaba... Sonrió. Las buenas guerras se convierten en buenos mercados. Una muchacha con el cabello blanco fluorescente les puso unas muñequeras sin pedirles identificación, A continuación, siguieron adelante con el resto del grupo, internándose en el club.
El Sexton's Dirty Secret, que ocupaba un edificio que había sido construido para el mundo de las finanzas, creaba la atmósfera de una capilla decadente y moribunda. Habían eliminado el techo del primer piso y lo habían reemplazado por uno inclinado, que partía del lugar que ocupaba el techo original en la parte derecha, y acababa en la parte izquierda de la segunda planta, como si fuera la mitad del techo de una catedral. La galería que discurría a lo largo de la elevada pared había sido decorada como un coro; el DJ ocupaba una cabina de cristal que se alzaba sobre otra que imitaba un confesionario. La parte delantera de las barras eran tumbas, la pista de baile estaba cercada por barandillas de presbiterio y los asientos de las cabinas que había a su alrededor eran similares a los bancos de las iglesias, aunque sus exagerados respaldos se alzaban en muros altos e imponentes. Los labios de Khalil se tensaron mientras dejaba atrás a la multitud y se deslizaba hacia el centro oscuro y centelleante del local. La mayor parte de las personas que había en aquel lugar se comportaban como si realmente fueran humanos que estuvieran disfrutando tanto como les permitían sus trágicas almas. Algunas bailaban de forma extraña y sus rostros estaban ridículamente serios. El club parecía estar repleto de vi vos. Maldita sea su Mascarada, pensó el Ravnos. ¿Quién se está burlando de quién?
Khalil tomó asiento en una de las cabinas. Si hubiera podido elegir, no habría ocupado ese lugar, pues los muros que sobresalían de los "bancos" le impedirían ver a cualquiera que se acercara desde los lados hasta que estuviera prácticamente encima de él. Sin embargo, de todas las mesas que estaban vacías, ésta era la que tenía mejores vistas de (y desde) las demás esquinas y rincones privados. Apoyó la espalda en el respaldo y se repantigó pomposamente a lo largo de todo el asiento. Ramona se deslizó en el de enfrente. La pobre intentaba parecer natural, pero era obvio que aquella multitud la incomodaba y que aquel espacio encerrado le provocaba ansiedad. Khalil sintió lástima de su inquieta compañera.
—Adelante. Ve a dar una vuelta por el local como si estuvieras echándole un vistazo. Es evidente que ese es tu estilo, así que sé tú misma. Ve a pedir algo en la barra... cualquier cosa excepto un Bloody Mary. Paséate con él. Regresa aquí en... no sé. ¿Media hora? Escúchame: no hables y presta atención si alguien dice algo sobre ratas de alcantarilla. Estamos buscando a una, a una muy grande. ¿De acuerdo?
Ramona se levantó agradecida. Khalil observó con satisfacción cómo se alejaba, prestando atención a todo lo que había a su alrededor. Es tan buena como un anuncio de página completa en el Post. Observó los rostros de todos aquellos que miraban demasiado a Ramona e intentó determinar su condición (vivos o muertos, cordiales o recelosos, insignificantes o importantes), según la forma de aproximarse a ella.
Estás perdiendo el tiempo. Ya te he dicho cuál era el siguiente movimiento.
Khalil se humedeció los labios y se los tapó con la mano para ocultarlos.
—Déjame ocuparme de esto a mi modo. Mantente apartado de esto durante un rato... —murmuró en voz baja.
Como desees. No me preocupa en absoluto el momento en que tenga lugar el contacto, siempre y cuando se produzca esta noche... Durante esta demora, tú eres el único que está siendo marcado por el sheriff del Príncipe. Los músculos de la espalda de Khalil se tensaron y miró hacia la pista de baile, buscando a Ramona. No te preocupes. Ahí viene.
—¿Mike? —preguntó Khalil, como si hubiera reconocido a un amigo.
Un hombre bajo y corpulento, de largo cabello castaño, se detuvo y miró hacia el hueco de la cabina.
—¿Sí? —tenía los ojos cansados, de color gris pálido, y la nariz torcida—. ¿Le conozco?
—No, no —Khalil se irguió ligeramente y sonrió con confianza—. Un amigo mío me dijo que le buscara si venía a Nueva York. Un tipo de la universidad al que le gusta que le llamen el Mangosta. Me dijo "Si vas por allí, búscalo".
—¿Rick? Hace años que no le veo. ¿Qué tal le va? —Mike se sentó en el asiento que había enfrente de Khalil y su rostro poco agraciado esbozó una sonrisa—. ¿Consiguió acabar por fin aquella biografía de Kipling?
—La última vez que lo vi, había abandonado la poesía. Continuó estudiando su trasfondo El Libro de la Selva, las junglas reales de la época, la verdadera vida en la ciudad. En verdad, así es como le conocí, pues ambos teníamos un interés común por el tema. En Delhi, yo tenía un número de encantamiento de serpientes y él me ayudó a que fuera más "auténtico" para el negocio turístico —el Ravnos se encogió de hombros—. Me gustaría volver a montar el negocio en este país, pero me está costando mucho encontrar cobras.
—Yo sé bastante sobre reptiles. Estoy seguro de que podré ayudarle.
—Gracias. Se lo agradezco. Lo único es que... estoy buscando una raza en concreto. Es muy rara; recién importada a los Estados Unidos. Los manipuladores la pasaron por la aduana y... simplemente desapareció.
—¿Se la han robado? —el tono de Mike era compasivo.
—O me la robaron, o escapó o se extravió. No lo sé.
—Tengo unos amigos que son bastante buenos encontrando cosas. Nunca han intentado encontrar una cobra... pero siempre hay una primera vez para todo —frunció el ceño—. Sin embargo, debo decirle algo antes de ofrecerle su ayuda: no siempre cobran en dólares, ya sabe... regulaciones monetarias, burocracia, el fisco...
Khalil asintió como si lo comprendiera a la perfección.
—No hay ningún problema. Últimamente he viajado bastante y no he cambiado todo el dinero que he ido recolectando durante mi viaje. Estoy seguro de que habrá una moneda u otra con la que podamos negociar.
—Perfecto —Mike se llevó a los labios la botella de cerveza, que estaba prácticamente vacía, y se levantó para irse—. Perfecto. Por cierto, ¿cómo puedo ponerme en contacto con usted, señor...?
—Khalil —respondió el Ravnos—. Todavía no he abierto mi oficina. ¿Tiene usted algún teléfono al que pueda llamarle?
—Por supuesto —Mike le pasó una tarjeta y se tambaleó, ligeramente borracho—. Sabe, debería hacerse con un busca, un teléfono móvil o algo. Aquí, todo el mundo tiene uno.
Dio un golpecito en el banco y empezó a alejarse.
—Dé recuerdos míos al Mangosta la próxima vez que lo vea, amigo.
Khalil apartó a Ramona de una conversación con el camarero y la condujo a la salida.
—¿Hemos conseguido lo que queríamos? —preguntó airadamente, molesta porque la hubiera sacado a la fuerza del local.
—Hemos hecho el contacto. Por esta noche, es suficiente.